Sinopsis oficial
Nueva York, años 90. Joanna es una joven que aspira a ser una gran escritora que consigue trabajo en una agencia literaria como ayudante de Margaret, la agente literaria de J.D. Salinger. Entre otras tareas, Joanna debe responder las numerosas cartas que envían los fans de todo el mundo al autor de “El guardián entre el centeno”. Apartándose del protocolo, Joanna empieza a personalizar las respuestas. Mientras usa la voz de un gran escritor comenzará a descubrir la suya.
La crítica -
Por Juana Samanes
Todos, en un momento dado de nuestra vida, tenemos que decidir hacia donde queremos encaminar nuestros pasos; normalmente a muchos les ocurre nada más terminar sus estudios universitarios o, simplemente, cuando alcanzan su mayoría de edad. La escritora Joanna Rakoff decidió narrar esos momentos autobiográficos de incertidumbre en una novela que el canadiense Philippe Falardeau (responsable de la encantadora Profesor Lazhar) leyó y decidió llevar a la gran pantalla. Que en esa ecuación entre la figura del escritor J.D. Salinger (por quien los estadounidenses sienten una fascinación exagerada por su novela El guardián entre el centeno) otorga al argumento una nota simpática.
Con cierta lentitud en la plasmación de algunas escenas, esta comedia amable explora el mundo de la literatura acercándolo a la realidad, lo que el propio director ha definido como “arte versus empresa” porque, evidentemente, los libros a pesar de ser fuente de saber y de entretenimiento, también son una mercancía que hay que rentabilizar. Es decir, la película retrata el mundo literario como un negocio multifacético donde el proceso creativo y empresarial tienen que ser obligatoriamente complementarios.
La bonita modelo y actriz Margaret Qualley encarna con encanto a la joven Joanna, y aguanta bien el pulso a la veterana Sigourney Weaver, muy alejada de los papeles de mujer de “armas tomar” que le dieron fama como ocurrió en sus intervenciones en la saga Alien.
En contra de lo que a primera vista puede parecer, Sueños de una escritora en Nueva York no tiene nada que ver argumentalmente con El Diablo se viste de Prada porque la relación jefa-empleada, en esta ocasión, es más cercana y de complicidad. En cuanto al personaje de Salinger, que aparece un par de veces en pantalla, sigue manteniendo ese halo de misterio que tuvo durante toda su vida desde que decidió aislarse de otros seres humanos.