"Argelia seguirá suministrando gas a España a mayor precio"

Francisco Martín Losa
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El exdirector de Gas Natural en La Rioja repasa el proceso de implantación de esta fuente de energía en Logroño y en La Rioja y comenta aspectos de su trayectoria profesional y personal

Juan Muelas, en el Círculo Logroñés. - Foto: Ingrid

Todo ha sido estable en su vivencia con una cabeza ordena y sistemática y ha vivido entre la constancia y la superación. A nuestra época le corresponden ejecutivos fuertes, con un control de sus decisiones y la tesis es que, ante proyectos de gran transcendencia, aparecen y se consagran con una ejecutoria brillante. Nuestro personaje ha dejado los focos mediáticos y no está en la carrera de arrebatar un flash a la cámara, pero ha recorrido una excelente ruta en esta tierra, que ya es la suya. Juan Muelas Santos, extremeño, a punto de los 86 años, otrora primer ejecutivo de la compañía Gas Natural en La Rioja, desarrolló con dominio magistral la tarea de gasificar las entrañas de Logroño y, después, Calahorra y Haro, canalizando kilómetros y kilómetros para ofrecer al abonado una energía más barata, segura y limpia. Por razones del momento, hace más interesante lo que sucedió en los años venideros.

Juan puede permitirse mirar su biografía de gestor con cierto orgullo, porque ha sabido llegar a la orilla de la vida conservando el sosiego, sin salirse de la ortodoxia ni echar de menos el ayer que recuerda, eso sí, con nostalgia y añoranza.

Siempre en el mundo del gas. El análisis de un pasado es, casi siempre, reconfortante y se aprende mucho. Pisó Logroño, por San Mateo, como tantos otros. «Cuando vivía en San Sebastián, lo típico era acercarse en San Mateo, así que por casualidad. Estaba trabajando en Repsol Butano, como responsable de la fábrica de las bombonas en Mondragón y me trasladaron, dentro del mismo grupo, a Industrias Españolas en San Sebastián, en el departamento de control y calidad. Entonces surgió la iniciativa de levantar una factoría en Fuenmayor y el presidente de Repsol me propuso que me hiciera cargo del proyecto y resultó estupendo. Creo que tenía 35 años».

Siempre se ha movido en el mundo del gas y en ese entorno ha transcurrido su actividad profesional. «Mi padre era un empresario afincado en Cáceres y los cuatro hermanos estudiamos en Salamanca, que era lo típico de aquella época. La familia tenía una posición desahogada, compramos un piso y nos instalamos tres de los cuatro hermanos y la pequeña, interna en un colegio. Nací el 25 de junio, unas semanas antes del estallido de la Guerra Civil, y me bautizaron el 13 de julio, el día que fusilaron a Calvo Sotelo. Eso lo tengo bien grabado entre esas historias que contaba mi madre».

Fuenmayor, el primer reto. Le tocó superar el examen de Estado, el último año que se mantuvo el bachillerato superior de 7 años  y la ilusión paterna era que se inclinara por la medicina, pero se decidió por una ingeniería por si pudiera integrarse en el negocio, tanto él como su hermano gemelo. «La empresa se dedicaba al sector textil, mantas y todo eso, eran tres socios y con una plantilla de unos cuarenta obreros, iba bien pero apareció el plástico, el trabajo decreció, la empresa cerró y hubo que buscarse el curro  con mi título de ingeniería  técnica industrial».

La vida tiene que ver con sus circunstancias. «Vine a La Rioja para el proyecto de una factoría de bombonas de butano en Fuenmayor que, en principio, se pensó instalar en Pamplona. De hecho, el personal se trajo de la capital navarra para trabajar en La Rioja. Se construye la factoría de gran capacidad de almacenamiento, con 20 tanques de 213 metros cúbicos y una línea muy importante, porque se sitúa en un lugar estratégico para la distribución de botellas pequeñas de 35 kilos, abarcando Álava, Navarra, parte de Burgos y La Rioja. La fabricación de los tanques se realizaba in situ, lo mismo que el montaje, y se trabajó sin descanso con tres turnos porque había necesidades imperiosas que cubrir. Desde finales del año 1971 estuve dirigiendo la factoría hasta 1986».

Logroño, patas arriba. Ha llegado la hora de la verdad, la verdadera obra que aparece en el horizonte a la que Juan Muelas se entregó en cuerpo y alma. «La compañía afronta un reto ilusionante, como era la gasificación de Logroño. Empieza el largo y valeroso camino de levantar, calle por calle, el casco urbano de Logroño. Fue un proyecto maestro, minucioso en todos los detalles».

Nuestro personaje recuerda que el 23 de diciembre de 1986, presentes en el lugar decidido, en los terrenos del antiguo ferial, el polideportivo Las Gaunas y la vía férrea, el presidente del Parlamento Félix Palomo, el consejero de Industria Emilio Pérez y consejeros de Gas Natural Rioja, el alcalde Manuel Sáinz lanzó a los cielos una paloma blanca, por sus connotaciones ecológicas e inmaculadas, en una ceremonia que simbolizó la primera piedra de la canalización del gas en la capital, con la construcción de la estación de regulación. Por delante, diez años de trabajo y una red de 100 kilómetros, que penetró por todos los rincones urbanos y una inversión de 772 millones de pesetas.

El proyecto tuvo una gran acogida, con una disposición absoluta por parte de la Consejería de Industria y el Ayuntamiento de Logroño, porque se veía que era un gran beneficio para Logroño. Luego se prosiguió, a lo largo de los años, por otras localidades importantes, como Calahorra y Haro, y polígonos industriales hasta extenderse por toda la región y canalizar unos 900 kilómetros.

Un proyecto de toda la ciudad. No pudo quejarse de actividad ni tampoco de felicitaciones desde que se colocó la primera piedra del gran proyecto por su enorme envergadura. «El impulso económico que representó para Logroño fue espectacular, con la aparición y contratación de cientos de instaladores, proyectistas y trabajadores para llevar a cabo los trabajos, cambiando en las casas y en las empresas el carbón y, sobre todo, el gasóleo, sustituidos por la nueva energía con la mejora inmediata del medio ambiente y del precio, porque era más barata. Las calderas, en concreto, producían una contaminación enorme que se utilizaban para la calefacción de los edificios».

El desarrollo hacia cuotas más rentables era evidente, camino de una sociedad tecnificada socialmente. «Fue un gran empeño el levantamiento de calles enteras. Se levantó toda la ciudad y se hizo con bastante equilibrio para evitar los menores perjuicios a los vecinos y a los comercios. Lo convinimos bien con el alcalde, con una ordenada rotación de calles. El alcalde Manolo Sáinz nos llamó al director de Electra y a mí y nos advirtió. «Vamos a abrir en canal toda la ciudad y poneros de acuerdo porque, a partir de ahora, no se va a abrir una zanja en el plazo de cinco años. Y así lo hicimos. Hubo que reunirse con el colegio de arquitectos, con promotores de la construcción, hicimos cursos de formación para los instaladores, colectivos de usuarios y, en especial, conferencias y charlas con las amas de casa, porque era la receptora principal de la nueva energía y solo tuvimos una triste experiencia con un accidente serio sin víctimas. Durante la semana, se canalizaba y los fines de semana se cubrían las obras para amortiguar el impacto social y comercial de la ciudad. Fue muy bonito y apasionante». 

El primer usuario, un restaurante. Para cerrar la verdad completa de esta apasionante aventura, algunos datos suelta Juan Muelas para situar el valor estratégico de la compañía en el que, por cierto, gestionó hasta su jubilación. «La sociedad Gas Rioja se inscribió en mayo de 1983 con un capital inicial de 10 millones de pesetas, 80.000 euros de ahora, y la inversión prevista era de 1.000 millones de pesetas de entonces, lo que requirió sucesivas ampliaciones en los primeros años, que situaron el capital de la empresa en 450 millones a finales de 1989. La intención era contar con socios institucionales, como así sucedió, aunque fueran minoritarios: el 85 por ciento lo aportaba Butano S.A., el Ayuntamiento de Logroño con un 5 por ciento y la Comunidad Autónoma de La Rioja, con un uno por ciento. Se buscó, como primera sede, el edificio de Las Palmeras para trasladarse a Avenida de la Solidaridad, antigua Jorge Vigón, que conserva en la actualidad».

Las obras se simultaneaban en varias zonas de la ciudad. «En abril de 1987 llegaron las primeras complicaciones para atravesar la trinchera del ferrocarril y, para salvar aquel obstáculo hubo que mover 2.000 metros cúbicos de tierra. El 5 de junio de 1987 se inauguró el primer tramo de red, con la apertura de la válvula ubicada en la zona de Las Gaunas a las 19.00 horas y el primer cliente que recibió el gas fue el restaurante Don Pablo, ubicado en República Argentina 41, frente al colegio Vuelo Madrid-Manila, que abrió por esos días».

Como anécdota para la historia, el 14 de junio por primera vez en su historia, el Deportivo Logroñés ascendió a Primera División, con un gol de Noly ante el Valencia.

Argelia, proveedor principal hasta ahora. El gas natural se fue implantando como un estándar de calidad de vida y, al calor del momento o por ser una ubicación estratégica, se levantó en el polígono de Arrúbal una central de ciclo combinado, que está en producción. 

«No  entraba en mi responsabilidad, porque era de Gas Natural, pero me encargaron que les buscara una ubicación y, con Enrique Lapresa, entonces director general de Industria, que se interesó mucho porque se colocara, tuvimos varias  reuniones en Madrid con la alta dirección de la compañía y acabó construyéndose en La Rioja. Creo recordar que la inversión rondó los 50 millones de pesetas, una barbaridad. En España, se pusieron alrededor de sesenta y, a medida que avanzan las energías renovables, está bajando su rentabilidad. La de Arrúbal ha cambiado de propietarios en varias ocasiones y no he seguido sus pasos».

La crisis del gas, los contratos con Argelia y la preocupación por su continuidad, salen sin querer. «A España, el gas viene de Argelia. Estando en la empresa, se inició la relación comercial con este país africano. La situación se ha tensionado por motivos políticos y, aunque subirá el precio, Argelia seguirá suministrando gas a España, porque vive de eso, aunque también está conectado con Sicilia. La política española de crear grandes gasificadoras, una en Barcelona, otra en Cartagena, en Bilbao y en Huelva, nos permite transportar el gas que necesitemos, desde Estados Unidos y otros países, a través de los barcos metaneros, como está sucediendo. El problema es que será más caro».

En La Rioja, gas por todas partes. Sin salirnos todavía del gas, nuestro personaje confiesa que gas, lo que se dice ese precioso líquido, hay en España y, por supuesto en La Rioja. «En España, hay gas natural de sobra, tanto aquí en La Rioja como en Galicia o en Extremadura. Lo que ocurre es que la Unión Europa tiene prohibido el procedimiento de extracción por medio del fracking, que es la fractura hidráulica del yacimiento y aquí no se autoriza por los graves problemas de contaminación del aire y el agua. Es un procedimiento muy polémico con pros y contras. Las reservas están atrapadas entre capas de roca que hay que romper mediante el agua a presión.  En La Rioja se está explotando el pozo Viura en Sotés, que es el más activo de España, y los propietarios de la explotación han solicitado abrir una segunda perforación que supone una inversión de 20 millones de euros. Sus inicios me tocaron un poco de referencia porque el presidente es amigo, pero me cogió ya jubilado y tan solo sigo su desarrollo por los medios informativos. Puede haber más yacimientos: pinchas y, a través de la presión se sabe si hay o no reserva. La central de Sotés suministra el 0,35 por ciento del consumo total en España». Me da que el fracking no tiene mucho futuro por nuestras latitudes. Más bien las de perder.

Formar directivos. Cuando hay alteza de miras, hay tiempo para el trabajo y para lo demás. Todo a su tiempo.  «La Rioja es una tierra de acogida maravillosa, lo dice todo el mundo y en Logroño se vive muy bien. Tuve ocasión de que me trasladaran, mis hijos estaban aquí y ya tengo nietos mayores. Me plantearon ofertas dentro de la misma empresa, pero estoy integrado totalmente en Logroño».

Juan Muelas no ha sido individualista nunca y le gusta participar en la sociedad. «Durante 10 años fui presidente del Club de Marketing de La Rioja. La empresa iba a las mil maravillosas y acepto el cargo, una etapa bonita, muy apasionante. El Club de Marketing es una entidad que se dedica al marketing comercial en sus comienzos y ampliamos su horizonte a la formación de directivos. Se hizo un acuerdo con la Universidad de Comillas y los másters se imparten aquí. La formación de directivos es una tarea crucial, disponer de profesionales de calidad abre muchas puertas, permite escalar posiciones en el organigrama de una compañía y, sobre todo, se cuenta  se consigue un personal cualificado».

Cambió el golf por el mus. Inquieto ha sido un rato y todo le ha venido bien. «He jugado al golf y era bueno. Había practicado con unos amigos de la familia de mi mujer y me gustaba, pero tuve una lesión en el hombro izquierdo y acudí a mi hermano mayor, que estaba de traumatólogo en Gandía, y le dije: Quiero seguir jugando, no tendrá importancia». Me miró y contestó: «Importancia no tiene pero, estando en La Rioja, juega al mus y deja el golf por si acaso. Y, palabra de hermano, no he vuelto a tocar un palo».

Sin invadir a fondo su círculo familiar, hablemos de su gente. «El mayor de los hijos no estudió. Empezó la carrera, no siguió y se dedicó primero al deporte, como monitor y hubo que echarle una mano para trabajar en mantenimiento de Gas Natural, sin ninguna recomendación, ni nada. Las hijas estudiaron fuera, dos viven aquí y otra en San Sebastián, sin olvidar a mis tres nietos».

Vivir en La Rioja y no echar con los amigos una partida de mus, por señalar, es casi impensable. «No soy bueno y, si tienes un compañero que juega, creo que me defiendo. Me gusta ir a las sociedades gastronómicas y tengo amigos que son de La Rondalosa y de La Becada, ¡cómo no! Si hay que echar una partida, pues se juega. La convivencia, la amistad y el buen ambiente que se respira en estas entidades es un plus del modo de ser de los logroñeses y de todos los riojanos, por supuesto».

El chiquiteo es sagrado. Es santo y seña de esta tierra como manda la tradición. «Tengo una cuadrilla nueva de amigos en un grupo donde están Javier Ona, Dionisio Ruiz, los comisarios jubilados y así. Nos juntamos para echar unos vinos de lunes a jueves y salimos por el Parque de Gallarza, es una buena zona Madre de Dios, también por Ciriaco Garrido y a la Laurel, de vez en cuando. En Logroño, hay barrios con bares estupendos para el chiquiteo, aunque ha bajado mucho por las tardes. Antes se veían más cuadrillas y, ante un Rioja no tengo duda y soy más riojano que nadie».

Con Juan Muelas, podemos permitirnos el gran comportamiento de mirar su pasado de ejecutivo relevante. Bien. O de apuntar que fue presidente del Lyons Club de Logroño, una sociedad a imagen y semejanza del Rotary Club, en sus fines y obras, hasta que un día se cerró. Bien. O de sentir Logroño como su pueblo y La Rioja, su segunda tierra. Bien. Cumple todos los estándares para considerar a un extremeño un riojano más. Bien.

Ha llegado el momento de cerrar este relato con nota. Bien.