El museo Fundación Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria, inaugurado el pasado mes de junio, recrea el zulo en el que durante 532 días estuvo encerrado el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, desde el 17 de enero de 1996 hasta las 7 de la mañana del 1 de julio de 1997, cuando fue liberado en Mondragón por la Guardia Civil. Este funcionario, que vivía en Burgos y trabajaba en la cárcel de Logroño, sufrió el secuestro más largo perpetrado por la banda terrorista que le mantuvo encerrado en un cuchitril húmedo -se encontraba a pocos metros del río Deva-, sin ventanas y bajo el suelo de una nave industrial. Con unas dimensiones de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de altura, Ortega solo podía dar tres pasos y disponía de dos marmitas, una para hacer sus necesidades y otra para asearse. Se iluminaba con una pequeña bombilla y le daban de comer tres veces la día. Como si de una broma macabra se tratara, los terroristas habían colgado en las paredes del zulo un póster de unos surfistas y otro de la playa de La Concha con nieve.
Aunque fue capaz de abandonar su encierro por su propio pie, Ortega Lara, que tenía 38 años cuando fue secuestrado, era padre de un hijo y militante del Partido Popular, había perdido 23 kilos, masa muscular y densidad ósea. Sufría de trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión.
Las razones de su secuestro no eran de carácter económico, sino político, ya que la banda terrorista pretendía el acercamiento de los presos dispersos por todo el país. La respuesta de ETA no se hizo esperar y diez días después secuestró y mató a Miguel Ángel Blanco. Habrían de pasar aún 25 años para que dejara las armas.