40 años de la coronación del socialismo

Georgino Fernández (SPC)
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El 28 de octubre de 1982, el PSOE liderado por Felipe González ganaba las elecciones generales con una mayoría absoluta hoy en día impensable: 202 escaños. Fueron los comicios del descalabro centrista y comunista y el ascenso de AP con Fraga

Felipe González y Alfonso Guerra, en el balcón del Hotel Palace de Madrid, símbolo de su victoria - Foto: EFE

Si hay un año que marcó a toda una generación ese fue 1982. ¿Por qué? Aquel año España albergó el Mundial de Fútbol que ganó Italia, los Rolling Stones dieron un concierto memorable en Madrid bajo algo parecido al diluvio universal con Mick Jagger causando furor a los sones del I Can't Get No Satisfaction desafiando a la lluvia y a los truenos y el Papa Juan Pablo II visitó nuestro país por primera vez en un recorrido multitudinario que duró ¡10 días! y que solo en la capital madrileña reunió a un millón de personas en una apoteósica misa al aire libre.

Pero hubo más cosas que lo hicieron especial. Para muchos, el 82 marcó, de alguna manera, el inicio de la modernidad en España. 

También en lo político fue una fecha especial. Este mes se cumplen 40 años del arrollador triunfo del PSOE en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982. Puede decirse que, aquella jornada, España se acostó centrista (aún gobernaba una UCD carcomida por sus reinos de taifas) y se levantó socialista. De hecho, muy socialista. La victoria del puño y la rosa con un joven y emergente Felipe González -40 años tenía entonces- fue tan incontestable que aún hoy se recuerda como un hito insuperable. «Por el cambio», fue su lema.

Aquel 28 de octubre se celebraron las terceras elecciones libres en apenas seis años. Las del 77 habían sido las primeras después de casi cuatro décadas de dictadura; las del 79 fueron las de la consolidación de Adolfo Suárez como presidente con UCD y las del 82 las del cambio, con el PSOE encumbrado a lo más alto.

El Partido Socialista obtuvo una mayoría absoluta aplastante. Con el impulso que le dieron algo más del 46 por ciento de los votos, se catapultó hasta sumar 202 escaños en el Congreso. Rozó las casi 10 millones de papeletas. En los comicios anteriores, cuando se convirtió en la gran fuerza alternativa a la UCD de Adolfo Suárez, tuvo 5.469.813 votos. 

Fue un triunfo de una rotundidad impensable ahora para cualquier partido y que muchos historiadores consideran como el verdadero final de la etapa franquista. En honor a la verdad, la victoria de Felipe González no fue una sorpresa. De hecho, la venían pronosticando todas las encuestas. Sobre todo, desde que la Unión de Centro Democrático (UCD), la fuerza hegemónica tras la Transición, se empeñó durante años en autodestruirse malversando todo el apoyo social que había logrado. De hecho, en esta gran cita electoral, el candidato de UCD fue Landelino Lavilla porque Adolfo Suárez, que había abandonado la nave verde-naranja, se presentó con otra formación: el Centro Democrático y Social (CDS). Divide y perderás, en su caso.

Las urnas, en definitiva, no hicieron más que ratificar lo que apuntaban todos los sondeos, tal y como unos esperaban ardientemente y otros temían. 

El PSOE obtuvo una mayoría absoluta impensable en estos tiempos: 202 diputados y 135 senadores, sobre un total de 350 y 208 respectivamente, con lo que Felipe González se convertiría en el nuevo presidente del Gobierno. 

Los resultados confirmaron también que Manuel Fraga, al frente de la coalición de su partido Alianza Popular (AP) -el germen del actual Partido Popular- pasaba a ser la segunda fuerza política y se convertía en el primer líder de la oposición con 106 diputados y 52 senadores. Había nacido el bipartidismo que, durante tantos años, caracterizó a la política española. 

Pero si para muchos aquella fue una noche de vino y rosas, para otros supuso el inicio de su particular calvario. Se esperaba una caída importante de la UCD, pero pocos vaticinaron un descalabro tan rotundo. Por efecto dominó, la otra opción centrista, el CDS tampoco salió bien parada de las urnas.

Triste final para otros

Desde luego no entraba en ninguna quiniela que UCD, el partido en el Gobierno, obtuviera solo 12 diputados y cuatro senadores frente a los 163 y 119 alcanzados en 1979. Y tampoco que el CDS lograse solo dos escaños, entre ellos el de Suárez, que en la legislatura que iba a iniciarse tuvo que integrarse en el Grupo Mixto. Triste final para uno de los artífices de la Transición.

Los comunistas fueron los otros grandes damnificados. Los sondeos no animaban al optimismo para las huestes de Santiago Carrillo pero el varapalo fue de los que realmente duelen: cuatro diputados frente a los 23 y un senador cosechados en la cita con las urnas del 79. La quiebra de la hoz y el martillo fue un hecho.

Pasada la medianoche, una multitud enfervorizada gritaba «ista, ista, ista, España es socialista» frente al Hotel Palace en Madrid donde el PSOE tenía su cuartel general. Felipe González, acompañado de un eufórico Alfonso Guerra, salió al balcón para festejar el éxito. Juntos, con sus manos entrelazadas en alto, formaron una imagen que se ha convertido en icónica. 

«Estamos preparados para llevar la responsabilidad que el pueblo español ha puesto en nuestras manos. El objetivo es sacar España adelante», lanzó González aquella madrugada. Han pasado 40 años.