El silencio frío de un depredador

R. Muro
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Almeida permanece aislado en la cárcel de Segovia. «Nadie le visita y no habla nunca», afirman fuentes del centro penitenciario

Almeida, custodiado por dos agentes en una imagen de archivo - Foto: El Día

Las únicas palabras que ha expresado Francisco Javier Almeida fueron en el momento en que fue sorprendido con el pequeño de nueve años en brazos y lo hizo para evadirse de la responsabilidad. Fueron únicamente dos o tres palabras. Desde entonces, todo ha estado rodeado del mismo silencio frío del que hizo gala en el interior del número 5 de la calle Linares del barrio de Entre Ríos tras ser sorprendido, en la Comandancia de la Guardia Civil de Logroño tras su evacuación desde Lardero y durante su estancia en el centro penitenciario de Segovia, donde permanece encarcelado a la espera de que la Audiencia Provincial abra el juicio oral. En el interior del inmueble, tras la llegada de las Fuerzas de Seguridad del Estado, sabía que estaba a salvo, que su integridad física no corría peligro.

Fuentes de la prisión segoviana ratifican este mismo comportamiento marcado por el silencio. «Permanece en un módulo de aislamiento, en una celda en la que pasa 21 horas al día y sale tres horas al patio, en absoluta soledad», como así contempla el código penitenciario. También guardó silencio en sus presencias ante la Justicia, donde se acogió al derecho a no declarar, al igual que en la noche de su detención, ya en la Comandancia de Duques de Nájera.

Nadie le visita en la prisión de Segovia. «No tiene ningún contacto con el exterior», aseguran las mismas fuentes consultadas por El Día de La Rioja. Y evidentemente, tampoco se relaciona con otros internos. De hecho, sus tres horas de estancia en el patio vienen condicionadas por la organización de los momentos al aire, no libre, «para que no coincida en el patio con otros internos en régimen de aislamiento. Incluso come en la celda». Se trata de una forma de «proteger su integridad física y evitar problemas con otros reclusos», continúan las mismas fuentes del centro penitenciario segoviano. 

Además, Francisco Javier Almeida «es un hombre miedoso y no tiene ningún tipo de identidad» dentro de la cárcel. «En un módulo con otros internos se lo comerían. Está siempre solo para prevenir problemas». Hay presos, relatan desde Segovia, que al margen del tipo de delito, sí ostentan cierta identidad y prestigio y se hacen respetar entre el resto de reclusos. No es el caso de Almeida. 'El hombre del banco', como así le denominaban por sus estancias frente al parque infantil del barrio de Entre Ríos, proyectaba en la zona en la que residía, una imagen marginal y de soledad. Y así sigue.