Descenso a los infiernos de la izquierda

Pilar Cernuda
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El PSOE pierde fuelle tras unos comicios andaluces que pueden marcar el principio del fin de una España gobernada por los progresistas

Descenso a los infiernos de la izquierda

No se encuentra la izquierda en su mejor momento. Ha iniciado un descenso hacia los infiernos que no se sabe si tendrá remontada, considerando el descenso como la pérdida de poder. Ya comentamos, en su momento, que Pedro Sánchez no quiere presentarse a las elecciones porque sabe que tiene muchas probabilidades de perderlas, y que anda ojo avizor para ver si surge la posibilidad de ocupar un cargo internacional de prestigio que justifique que renuncie a ser nuevamente candidato a La Moncloa.

En su entorno no dan credibilidad a esa historia, aunque sería insólito que lo reconociera. De la misma manera que sería insólito que un presidente de Gobierno, cualquiera, anunciara que tiene previsto hacer cambios porque no está contento con algunos de sus ministros, o dijera que tiene en mente un adelanto electoral. Por tanto, el entorno calla e, incluso, desmiente, pero hay personas que aseguran que está «tocando teclas» que dan a entender que busca una salida por la puerta grande.

Lo que no puede negar nadie es que la siempre mencionada baraka del PSOE pierde fuelle y que las elecciones andaluzas pueden marcar el principio del fin de una España gobernada por la izquierda y la ultra izquierda con apoyo de independentistas y un partido cuyo origen es ETA; y tampoco se puede negar que la crisis, debida a la guerra de Ucrania pero también a los desaciertos de las políticas del madrileño y su equipo, está provocando que infinidad de españoles miran hacia el centro derecha, que son los que habitualmente han resuelto los desaguisados económicos de gabinetes socialistas.

Hoy, Pedro Sánchez confía su futuro a esa posibilidad de que se le ofrezca un cargo de renombre internacional o que Yolanda Díaz desmienta a Alfonso Guerra, que la calificó como un bluff y se convierta en una estrella política.

Díaz caló pronto a Podemos, partido que utilizó para promocionarse pero del que se alejó en cuanto Iglesias la designó vicepresidenta. Ha presentado su plataforma, Sumar, curándose en salud y pidiendo a los dirigentes políticos de Podemos, Izquierda Unida y otras formaciones con las que ha establecido contacto en estos meses, que no acudieran a la presentación, porque quería dar protagonismo a la población civil.

Además de la gallega, también el líder socialista ha asumido hace tiempo el declive de Podemos, y se advierte a la legua que es Díaz su apuesta de futuro. Aunque no descuida la formación de Belarra y Montero y cuando parece que ha tensionado demasiado la cuerda se apresura a aparecer públicamente junto a alguna de las dos ministras o de las dos juntas.

El presidente socialista es consciente de que si se presenta a las elecciones la única posibilidad de gobernar es repetir una coalición con la extrema izquierda, así que cuida a Yolanda Díaz por si acaso consigue formar un partido. Pero sin perder de vista a Belarra y Montero, no vaya a ser que arañen algunos escaños en la próxima legislatura.

No tiene fácil mantenerse en Moncloa. La fuga de votos socialistas hacia el PP es constante, por la decepción con el Ejecutivo. En los últimos días, exdirigentes socialistas han llamado a Génova para pedir, suplicar, que haga cuanto esté en su mano para que no se apruebe la Ley de Memoria Democrática. Es toda una descalificación de la Transición, de sus logros y de sus protagonistas, con una propuesta de Bildu, una exigencia, para presentarla como una prolongación del franquismo.

Esa ley, que abraza con entusiasmo Podemos y que acepta un Pedro Sánchez que es incapaz de romper con Podemos y con sus socios habituales por miedo a perder el mando, ha provocado que estos últimos días sean los más convulsos de su Gabinete. Por los problemas internos y porque coinciden estas incidencias con una época de entusiasmo e ilusión en el Partido Popular.

El PP, al alza   

En esa situación de posible bajada a los infiernos mientras el PP se eleva, Moncloa ha puesto en marcha la estrategia de arremeter contra Alberto Núñez Feijóo ante la situación de no puede acusarle de que solo ataca al Gobierno y no presenta propuestas, su eterna acusación a Casado.

El presidente de Ejecutivo, que no es un bluff como ha demostrado cuando salía adelante aunque se le daba por muerto, ahora fía todo al debate sobre el Estado de la Nación que se inicia este martes.

Feijóo no puede participar porque no es diputado, pero se sentará al lado de Cuca Gamarra. El líder del PP sabía desde el momento que asumió la Jefatura del partido que estaba en desventaja frente al presidente de Gobierno al no ser diputado, pero ha suplido esa circunstancia con una actitud muy activa que le ha hecho presente día a día en los medios de comunicación, instituciones del Estado, líderes sociales, y el empresariado de País Vasco y Cataluña.

En Cataluña, tiene una presencia especial, con varias reuniones con representantes de la Sociedad Civil, a la que pregunta y escucha. Y ha anunciado que en las próximas semanas, antes y después de las vacaciones, piensa ampliar su agenda con reuniones en las que incluye no solo a sindicatos y empresarios, como hasta ahora, sino también dirigentes de otros partidos, incluidos nacionalistas e independentistas. Con una excepción: Bildu.

Un matiz que afecta a la línea de flotación de Ferraz, no solo por la polémica creada con la Ley de Memoria Democrática sino porque se conmemora el 25 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco con un acto en Ermua presidido por el Rey con intervención de Pedro Sánchez. Marimar Blanco, hermana de la víctima, quiso intervenir también, y se negó el PSOE, aunque finalmente cedió por las muchas presiones que se produjeron. Paralelamente, el PP organizará también un acto conmemorativo -Miguel Ángel era miembro del PP- presidido por Núñez Feijóo y expresidentes del PP y Marimar Blanco está invitada desde el primer momento. Como era lógico.

 

Remontada

Para la necesaria remontada no solo Sánchez debe poner todo su empeño en recuperar credibilidad e iniciativa política, lo que ha tratado de hacer esta semana con una reunión presidida por Calviño con los ministros con competencias económicas para hacer ver que es una preocupación máxima para Moncloa. Pero necesita algo más: que se apaguen los fuegos, que son inacabables. El uso de un Falcon para el viaje de Montero y sus asesoras a Estados Unidos, el asalto a las instituciones y a Prisa, o el intento de cambiar las reglas de juego para colocar afines en el Tribunal Constitucional.

No se trata de que hay señorones que fuman puros que quieren derribar el Gobierno, como denuncia el propio líder de los progresistas. No, de lo que en realidad se trata es que el Ejecutivo del inquilino de la Moncloa va de escándalo en escándalo e indigna, sobre todo, a s