El camino que hizo a Logroño ciudad

Bruno Calleja Escalona
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La decisión de Sancho III El Mayor de desviar la ruta jacobea por tierras riojanas propició el trazado de calles como Ruavieja o Barriocepo y la construcción del puente de piedra

Estampa de la puerta del Camino en 1910. - Foto: Víctor Lorza

El camino se hace al andar, que decía Machado, pero el Camino, con mayúsculas, ha tenido a lo largo del tiempo el poder de hacer pueblos y ciudades. De manera que la propia Logroño debe su existencia, en parte, a la ruta jacobea, en concreto, al desvío en su trazado que realizó el rey Sancho III El Mayor hacia tierras riojanas. Las peregrinaciones a Santiago tienen su origen en la Alta Edad Media, cuando se descubrió la tumba que contenía las reliquias del Apóstol. Aquel trazado primigenio discurría por el litoral Cantábrico, alcanzando Santiago de Compostela y Finisterre. No será hasta el siglo XI cuando la peregrinación a Santiago se consolida como uno de los más importantes caminos de la cristiandad. 

Sancho III El Mayor decidió que el Camino de Santiago debería pasar por Nájera. Para recorrer el trayecto entre Pamplona y Nájera y la ruta jacobea se encontró con Logroño. El flujo de peregrinos, reactivó el área de la antigua Vareia romana, creando una ciudad en torno al Camino, de la que nos han quedado las calles Ruavieja y Barriocepo. 

Para acceder a Logroño fue necesario saltar el Ebro. Esto se consiguió con la construcción del puente de piedra, que según cuenta la leyenda fue levantado por San Juan de Ortega, discípulo de Santo Domingo de la Calzada. Una vez cruzado el puente, se atravesaba una puerta (San Francisco) y el camino accedía a la ciudad. 

Tras atravesarla, el peregrino se despedía de Logroño cruzando la puerta de Castilla o del Camino. La ciudad, con el paso de los siglos, creció construyendo calles paralelas. Los sistemas defensivos primigenios eran unos lienzos amurallados muy simples y debemos imaginar las puertas primitivas como sencillos arcos de medio punto. Estas murallas serán las que defiendan a Logroño del asedio francés de 1521, tras el cual es necesario rehacerlas. 

 

Una puerta con flor de lis.  Las nuevas murallas se construyeron en 1522 con una piedra de sillería consistente y con un espesor mayor al que tenían los sencillos lienzos medievales. De este trazado nos ha quedado la puerta del Camino, que debe su nombre al Camino de Santiago. La puerta muestra en la parte superior el escudo de Carlos V y debajo de él hay dos escudos de Logroño, ya con las tres flores de Lis, que este emperador concedió a la ciudad en 1523 por haber aguantado el asedio francés.

Los peregrinos medievales hacían el camino por fe, por cumplir una promesa hecha al santo o a veces por condena. La llegada del Renacimiento y las nuevas ideas humanistas desplazan a las peregrinaciones de la vida cotidiana, por lo que las ciudades empiezan a sufrir una crisis que llegará hasta la segunda mitad del siglo XVII. En ese siglo, las peregrinaciones volverán a ocupar una importante posición en la vida de los dos siglos posteriores. La contrarreforma dio gran importancia a las peregrinaciones y con ello, dio pie a su reaparición con sentido religioso. Este espíritu se mantuvo hasta la llegada de la Revolución Francesa, que de nuevo dio un vuelco a la sociedad. 

La Guerra de la Independencia acabó con parte de la dotación a hospitales y la desamortización de Mendizábal terminó con monasterios y conventos dedicados a auxiliar a los peregrinos. En el siglo XX, la guerra y la postguerra limitaron mucho la llegada de personas a Santiago. 

En 1950, el turismo y la Iglesia reactivaron el Camino de Santiago y de las localidades por las que pasaba. Se empezaron a habilitar polideportivos y los primeros albergues para hospedar a los caminantes que llegaban. Con el paso de los años el número fue aumentando, llegando a los niveles que conocíamos hasta 2020 y que, a buen seguro, retornarán en años venideros. Desde hace unas décadas Logroño cuenta con un albergue de Peregrinos, que fue reformado en el 2010.

De aquel trazado primigenio, en la ciudad quedan las calles Ruavieja y Barriocepo y la puerta de Castilla o del Camino. El nombre de puerta del Revellín le viene dado por el cubo que se coloca unos metros a su derecha. Este cubo o revellín, fue una forma de defensa muy expandida en el siglo XVI.