Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


La infancia de Iván

01/07/2022

El libro de Thomas R. Martin sobre Pericles es una lectura recomendable en estos tiempos de tribulación. Las invasiones siempre sorprenden a la víctima salvo en contadas ocasiones. Angela Merkel va a tener tiempo para meditar por qué durante 16 años no hizo nada para reducir dicha posibilidad. Su vanidad impedirá a Joe Biden pensar que la chapuza afgana haya podido tener alguna consecuencia no esperada. Nos encanta prepararnos para lo mejor, cuando los gobernantes deberían planificar para lo peor. Una sociedad fuerte se define por su capacidad para amortiguar los golpes y la próspera para eludirlos. Europa tiene suficiente pasado para distinguirlo.

La historia nos demuestra que la fuerza se impone sobre una idea. Las guerras no las ganan los justos, sino los fuertes. El cinismo occidental buscará fórmulas para aceptar la derrota del débil, aunque su sacrificio haya evitado que otros países hayan sucumbido. Nuestra errónea política energética, la nula estrategia defensiva y la fallida política exterior han provocado que solo una derrota ucraniana sea la opción más apetecible.

El ruido sobre el desarrollo de la guerra, la salud de Putin, el abastecimiento energético o nuestra decreciente capacidad para proveer de material bélico son distracciones sobre nuestro fracaso colectivo. Al no creer en nada, no estamos en condiciones de defender ninguna idea digna de morir por ella. Hace un par de años Macron daba por difunta de muerte cerebral a la OTAN, mientras que Finlandia y Suecia solicitan ahora su ingreso para no sufrir la misma suerte que Ucrania. Si Emmanuel tuviese vergüenza habría dimitido hace tiempo; pero insiste en destrozar las instituciones francesas y herir de muerte a Europa.

Ni un solo vecino quiere voluntariamente acercarse a Rusia. La servidumbre del gigante hacia China, con la quinta frontera mundial, es inexplicable. Amenazar con el apocalipsis a tu mayor cliente comercial y donde quieren estudiar los hijos de la élite no parece la mejor estrategia. Rusia ha permitido tal concentración de poder y ha hecho de la fuerza bruta un sinónimo de orden; cuando solo es miedo. El país tiene que encontrar un equilibrio entre su épica historia y el respeto al individuo; esto último no es un símbolo de debilidad gubernativa sino la base de una sociedad próspera. El imperio de la ley es el garante de la libertad y la base del bienestar. Se entiende que ningún gobernante europeo perdió el tiempo leyendo el libro de Catherine Belton titulado Los hombres de Putin.