«Mi deseo por navidad es que se acabe la guerra»

Ana Torrecillas
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Mariia y sus hijos pasarán en Logroño las fiestas pensando en el padre que está en Kiev

Mariia y sus dos hijos posan en la Plaza del Mercado de Logroño - Foto: Óscar Solorzano

Mariia  Turkyna tiene 37 años. Hace menos de uno, vivía en Kiev, cuidaba de sus hijos, les llevaba al colegio, tenía una familia junto a su marido. Hoy no puede evitar las lágrimas cuando piensa en lo que ha dejado en su país sobre todo en estas fechas.

El pasado 14 de marzo abandonó su ciudad para huir a España. No fue una decisión fácil, pero tenía pocas opciones. "Cuando los bombardeos comenzaron a caer en nuestro barrio, decidimos huir y nos trasladamos a la casa de un amigo de mi marido", comenta, "las bombas hacen un ruido terrible al caer, todo es espantoso".

Ante esta situación, decidieron sacar a su hija del colegio por miedo a los bombardeos y que continuara sus clases online, mientras George, seguía acudiendo a clase. Pero la situación se hizo insostenible y decidieron marcharse. Atrás dejaban su casa, su familia, sus amigos y, lo más importante, a su marido. «Nos comunicamos por teléfono y por videoconferencia pero hace casi un año que no nos vemos en persona», recuerda con tristeza.

Tras 11 horas de un largo  viaje, Mariia y sus dos hijos llegaron a la localidad navarra de  Andoain y de allí, pasaron a  Alsasua donde estuvieron unos días en un hotel. Más tarde se desplazaron a Logroño donde, en la actualidad, residen en un piso de alquiler ya que Mariia y sus hijos han pasado  a la segunda fase del Programa de Atención de Refugiados de Cruz Roja. El objetivo de esta fase es que las familias de refugiados tengan cada vez  más autonomías y las personas adultas como Mariia puedan encontrar un trabajo y ser independientes.

Pese a estar adaptados a su nueva vida, Mariia confiesa que, a veces, ve como sus hijos los pasan mal. «Están más o menos», señala haciendo el gesto con la mano, «porque echan mucho de menos a su padre y al resto de la familia». Mariia dejó en Kieve, además de a su marido, a sus padres y a un hermano. Su madre no quiso abandonar la ciudad en la que ha pasado toda su vida. 

Para los niños, es una situación diferente.  George, de 11 años, es un mocetón con cara de adulto que se comunica en inglés y en español. Su hermana Katia, de 8, sonríe con timidez mientras observa las luces de Navidad que adornan las calles de Logroño. Serán sus primeras fiestas lejos.

«Mi deseo por Navidad es que se acabe la guerra y haya paz en mi país», asegura Mariia que no puede evitar romper a llorar y cuando se seca las lágrimas afirma: «queremos volver a casa».