Por la senda de la calle más internacional

Bruno Calleja Escalona
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La Laurel es un emblema gastronómico y la calle más apreciada de Logroño. En un tiempo remoto, sin embargo, fue una zona marginal

Estampa de la calle Laurel en el año 1950. - Foto: Colección de Taquio Uzqueda

Hay calles y avenidas que trascienden lo puramente urbanístico y se convierten en símbolos que identifican mundialmente a sus ciudades. París no sería la misma sin los Campos Elíseos y Barcelona perdería parte de su esencia sin Las Ramblas. Logroño pueden presumir de tener una de las calles más famosas de España, no por sus proporciones ni su grandiosidad arquitectónica, pero sí por  agasajar a propios y extraños con una de las mayores concentraciones gastronómicas que se pueden encontrar. Es impensable que alguien visite Logroño y no se adentre en el paraíso del tapeo que conforman la Laurel y sus calles aledañas.

Emblema de la ciudad, lugar de esparcimiento para logroñesas y logroñeses y reclamo turístico incuestionable, la calle Laurel ha sabido evolucionar, sin perder la esencia, que se traduce en un buen número de bares que ofrecen pinchos tan especializados y singulares, que definen al propio establecimiento. Esa acumulación de bares y restaurantes en un espacio tan limitado, en el que es posible disfrutar de pinchos que ya son mitos y del buen vino sin apenas moverse unos metros, le hace especialmente atractiva para una clientela que busca autenticidad, más allá de ese concepto ya en desuso de 'Senda de los elefantes'.

 Pero la historia es la historia, y los orígenes remotos de la archiconocida calle son un poco más oscuros. En el siglo XVI, Logroño contaba con su muralla recién ampliada, lo que hizo nacer nuevas calles en sus barrios. En la esquina suroeste, se ubicaba el barrio de San Pedro, llamado así por la iglesia titular. También recibía el nombre de barrio de las tejedoras. Hay noticias de una calle situada junto a las murallas llamada Travesía de las Terrazas, también conocida como calle del Laurel. Esa travesía no tenía ninguna salida a las murallas, lo que la convertía en un lugar un tanto apartado.

Laureles en los balcones. Al parecer, como ocurría también en otras ciudades, en épocas de crisis los balcones de esta calle se llenaban de ramas de laurel, que eran colocados por las prostitutas que ejercían su actividad en la zona, como manera de indicar a los potenciales clientes que transitaban por la calle que se encontraban disponibles.

Dado que en invierno las esperas podían resultar incómodas, hubo quien convirtió esa carencia en negocio, de manera que se abrieron tabernas, que marcaron el inicio de la presencia de bares en los bajos de la calle Laurel. Con el paso del tiempo, la prostitución desapareció de la calle, pero no los bares, que poco a poco se convirtieron en lugar de encuentro de muchos logroñeses, ya sin el estigma del primigenio 'barrio rojo'. El gran auge llegó en 1862, cuando se derribaron las murallas, ensanchando la ciudad hacia el sur y creando en el Muro de las Escuelas la Calle Bretón de los Herreros. 

En 1878, se abrió el acceso de la Travesía del Laurel con Bretón de los Herreros, derribando el edificio que allí se ubicaba. La obra respondía a la queja de los vecinos ante el Ayuntamiento, ya que se veían obligados a dar un gran rodeo para llegar a sus casas por la falta de otro acceso. A finales del siglo XIX se reconstruyeron muchos edificios, algunos, obra de importantes arquitectos, como Maximiano Hijón.

Durante el siglo XX, la calle adquirió el sobrenombre popular de 'Senda de los elefantes', por las 'trompas', que llegaban a coger algunos clientes de los bares. Con el paso del tiempo, la Laurel se ha convertido en un lugar de diversión y de ocio unido al turismo, como referente para Logroño. El bar más antiguo de los que hoy existen es el Blanco y Negro.