Doce años de una guerra civil interminable

Agencias
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La ONU llama a todas las partes a hacer más esfuerzos en busca de una paz que continúa sin llegar y acabar con un conflicto que ha devastado y empobrecido al país árabe

Fue un 15 de marzo de 2011 cuando miles de personas iniciaron las revueltas populares contra el régimen de Bachar al Asad que dieron lugar a la guerra civil en Siria, de la que aún no hay un ligero atisbo de paz. El hastío de la población con el autoritarismo del presidente germinó en los primeros síntomas de lo que después se convertirían en protestas masivas por todo el país, enmarcadas en la Primavera Árabe y cuya represión por parte de Damasco llevó a muchos Gobiernos regionales a cortar relaciones con el país y a la población a la miseria, la persecución y los éxodos masivos.

Más de 613.000 personas -entre ellas casi 163.000 civiles- han muerto desde entonces en los continuos ataques que no han frenado, ni siquiera, tras la devastación creada por el terremoto que sacudió al norte de la nación el pasado mes de febrero. Y más de seis millones de sirios han huido de su país en busca de una vida mejor, mientras que otros ocho millones se han visto obligados a desplazarse dentro del territorio nacional para tratar de huir de los letales combates.

Con Siria hundida en la pobreza, la muerte y el terror, el enviado especial de la ONU, Geir Pedersen, hizo ayer un llamamiento a todas las partes para hacer más esfuerzos en busca de la paz, ya que, en su opinión, «seguir como en la actualidad desafía la humanidad y la lógica». «Las dificultades vividas a la hora de responder a los catastróficos terremotos recientes nos recordaron que el actual statu quo es insostenible e indefendible», agregó.

«Ahora que la guerra entra en su decimotercer año, recordamos con profundo dolor las incontables vidas perdidas, así como los abusos y el sufrimiento vivido por millones de personas, no solo los desplazados, sino también los miles de sirios que siguen detenidos de forma arbitraria o desaparecidos», insistió.

«Siria está devastada, dividida y empobrecida, con su soberanía, independencia e integridad territorial totalmente comprometidas», lamentó Pedersen, quien añadió que «sin una solución política completa, que resuelva todos los problemas, el dolor del país continuará».

Al Asad no se encontraba en su nación cuando se cumplían 12 años del comienzo de las revueltas en su contra, ya que estaba de viaje en Moscú, donde visitó a su homólogo ruso, Vladímir Putin. Sin embargo, el presidente sirio fue nuevamente el blanco de las protestas que se celebraron en diversas ciudades, donde miles de personas volvieron a corear eslóganes reclamando su dimisión y expresando su apoyo a las principales demandas de la revolución de 2011.

El líder de la Coalición Nacional Siria de Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición, Salem al Meslet, aplaudió que «las plazas acogen de nuevo a la gente libre» y sostuvo que «el pueblo, con una sola voz, corea 'El pueblo quiere la caída del régimen', su demanda desde 2011».

«Estamos orgullosos de las posiciones del pueblo sirio libre, que sigue firme a pesar de las heridas y el dolor. Es un gran pueblo que se ha ceñido a sus principios, preservado su revolución y luchado para reconstruir una gran Siria agotada por la brutalidad y el terror del régimen de Al Asad», aseveró.

«Continuaremos nuestra revolución hasta lograr nuestro objetivo. El pueblo sirio rechaza todo aquello que no suponga obtener su libertad, restaurar sus derechos y edificar su Estado, destruido por un régimen asesino y criminal», remarcó Al Meslet.