De objeto cotidiano a pieza de museo

Víctor Zurrunero
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El riojano Jesús Gil-Gibernau atesora una colección de más de 3.000 botijos que ha ido recopilando durante tres décadas

En la imagen, Jesús Gil-Gibernau con una de las piezas de su amplia colección. - Foto: Ingrid

Un asa, una boca y un pitorro son las tres características que definen al botijo. Una pieza de alfarería en desuso, pero que fue un utensilio muy apreciado durante siglos en España, hasta la llegada de los frigoríficos. «La nevera se cargó el botijo», afirma Jesús Gil-Gibernau. Este riojano lleva más de 30 años coleccionando estas piezas y puede presumir de tener más de 3.000 botijos. Un hito que le ha valido el récord Guinness en dos ocasiones. Una extensa colección -si se pusieran en línea sumarían más de medio kilómetro- que se puede admirar en el Museo del Botijo Español, situado en el Palacio de Los Guzmanes, en la localidad leonesa de Toral de los Guzmanes, pero que a Gil-Gibernau le gustaría tener en su tierra. 

«Hace más de tres décadas, por mi cumpleaños, mis amigos me regalaron un botijo con la forma de una cabeza de un guerrero», recuerda Gil-Gibernau, quien  acudió a la tienda donde lo habían comprado sus amigos y adquirió algunos más. «Me llamó la atención porque no era un botijo  como los que tenemos en mente y fue así como me empezó el gusanillo de coleccionarlos», apunta. 

Lo que comenzó como una afición anecdótica se fue convirtiendo en algo más serio. «Un día llamé a las consejerías de las diferentes comunidades autónomas para solicitar una relación de todos los alfareros de cada región», detalla Gil-Gibernau, quien con la información recibida configuró un completo mapa con todos los profesionales del sector en España. «En un mapa de carreteras iba marcando con un subrayador las localidades donde había algún alfarero», explica, tras lo que decidió ir visitándolos.

Por su trabajo, este riojano ha tenido que viajar por toda España, y a veces, se desviaba «hasta 100 kilómetros» para visitar y conocer el trabajo de los alfareros de la zona. «Tengo el orgullo de haber visitado todas las alfarerías que había en España en ese momento y haber adquirido todos los tipos de botijos que se hacían», afirma, e incluso recuerda que algunos alfareros, al ver su interés por estos objetos, «me hicieron modelos de botijos que habían dejado de hacer hace años». La colección la ha ido completando también con otras adquisiciones realizadas a través de internet, a las que se han sumado varias donaciones de particulares. «Recuerdo que un taxista de Madrid me regaló una colección que tenía en casa de unos 100 botijos» . 

Entre las mas de 3.000 piezas que conforman su colección, Gil-Gibernau ha conseguido reunir unos 2.000 botijos centenarios, recopilados en subastas y anticuarios. 

Curiosidades. Entre los objetos de su colección,  se encuentran algunos muy curiosos como, por ejemplo, un botijo conmemorativo de la boda del rey Alfonso XII, la instauración de la Segunda República o uno con la figura de Naranjito, realizado con motivo del Mundial de Fútbol España’82. Y es que, como relata Gil-Giberanu, el botijo, que adquirió gran notoriedad en el siglo XIX, también tuvo una función decorativa.   «Hay auténticas preciosidades en la zona de Levante, por Alicante», afirma y detalla que se trata de piezas «hechas con molde, que se usaban como adorno».

Respecto a los materiales, aparte de los elaborados de barro y arcilla -los más comunes-, la colección cuenta con otros realizados con cristal, cobre, madera, cerámica y hasta corcho. Gil-Gibernau también recuerda algunos uso curiosos como cuando se utilizaba el botijo para mojar el capote de los toreros. Otras piezas que destacan por su rareza son los botijos de pozo, que llevan un sistema para impedir que flote y pueda llenarse de agua; el de nevera, con un tamaño adaptado para que cupiese en el interior del electrodoméstico o los ‘botijos de engaño’, que tenían varias salidas, «que hacía que siempre te mojaras porque era difícil acertar por cuál salía el agua».

Hace más de dos décadas, tras una entrevista en la televisión nacional, Gil-Gubernau recibió una llamada de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León para proponerle instalar su colección en el Palacio de los Guzmanes en la provincia de León. Nacía así el Museo del Botijo Español en la localidad de Toral de los Guzmanes. Pero este riojano siempre ha tenido la ilusión de traer a su tierra la colección, a pesar de que ha recibido alguna oferta para vender la colección a alguna bodega de Ribera del Duero.