"Me he pasado media vida pinchando discos"

Francisco Martín Losa
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Pinchadiscos, periodista, profesor...Emilio R. Montalvo es un todoterreno a punto de traspasar la puerta de la jubilación, que no tiene nada que ver con la inactividad, al menos no en su caso. Estos son algunos retazos de su trayectoria vital

Emilio R. Montalvo, rodeado de aparatos de música y de discos, una de sus pasiones. - Foto: Ingrid

Hay muchas maneras de ser en este planeta y voy a empezar por el nombre y apellidos que tengo delante, que es lo que dice a los lectores. Antes de seguir, hay que aclarar que muy pocos, incluso los más íntimos, saben que la R. que va detrás de Emilio es Rodríguez y luego Montalvo. La historia viene de atrás, desde la escuela y se le ha quedado como seña de identidad. La intención de estos encuentros es asomarme a esta ventana del periódico para mostrar a las personas que ya no andan detrás de los focos mediáticos, ni persiguen el flash de la cámara. No buscan espectáculo pero han dejado huella. A ciencia cierta y a pesar de todo, el éxito es la parte que ha ocupado más tiempo en su vida por el azar, el momento, la suerte o las circunstancias de su vida. Sesenta y cuatro años, nacido el 11 del 11 de 1958, a un paso de la jubilación, porque en noviembre de 2023 le llegará el retiro esperado.

UN CHICO DE BARRIO. Como en toda historia, hay que empezar por el principio. «Lo de Rodríguez me lo quitaron en la escuela porque había otro chaval con el mismo apellido. A mi padre le sabía mal, pero en casa lo curioso es que coincidían nombre y apellido, porque me llamo igual que mi padre y solo tengo una hermana y le pusieron también el nombre de mi madre. Así que había dos Emilios y dos Marisas y aquello de que llamaran al timbre era una coña: 'Emilio, ¿padre o hijo?' A mi hermana le pasaba la mismo, sonaba a cachondeo. Es mejor que yo y vive hace 30 años en Italia, con su segundo marido, tiene su propio programa de televisión y es experta en Derecho Laboral y, sobre todo, en prevención de riesgos laborales. Puedo decir que he hecho toda la vida en Las Gaunas, soy un chico de barrio y, a pesar de que me ha encantado viajar recorriendo medio mundo, mi principal vida laboral la he consumido en el kilómetro y medio que dista de mi casa de nacimiento y he desarrollado mi actividad profesional en kilómetro y medio a la redonda, casi en línea recta: la radio, las discotecas y el sindicato». Los primeros pasos los recuerda con la memoria de una computadora, sus momentos y sensaciones. «Mis tres pasiones son la música, la radio y las motos; diría mejor, las discotecas, porque si algo soy, es disc-jockey. Desde los 15 años con carnet profesional, el primero de La Rioja, con mi etapa docente y el periodismo, que ha sido lo último que me ha ocupado y del que me acabo de jubilar».

ESTUDIO Y MAGISTERIO. A veces se detiene a pensar en lo que va a decir, otras se lanza sin los puntos suspensivos que abundan en toda conversación para que no se le quede nada en la retina. «Estudio en el colegio Madrid-Manila, cerca de Las Gaunas, luego en Valvanera, el centro filial del Instituto, siempre en la pública, donde cursé el Bachillerato Elemental, el Superior y el COU, que soy del primer COU y la primera Selectividad en el D'Elhuyar para pasar a Magisterio, que dependía de la Universidad de Zaragoza , mientras estudiaba mis cosas. Hice periodismo en el País Vasco, que era la única Universidad que permitía la semipresencial, y trabajaba en Radio Rioja, yendo y viniendo hasta sacar la carrera a trancas y barrancas». Todo fue coger experiencia para afrontar el futuro. «Desde el primer momento lo tenía muy claro. Mi vocación era la docencia y me matriculo en Magisterio, empujado por Nicolás Bellido, que era amigo de la familia. Había sido director de la Escuela Luis Vives, que así se llamaba. Luego, me quiso cambiar a la Escuela de Peritos, que también la dirigió, pero me salí con la mía y terminé Magisterio, a la vez que descubrí otras vocaciones. Tengo la facilidad de amar lo que hago, como la canción que dice si no puedes estar con quien amas, ama a quien esté. Me parece que no es muy poético pero es una gran lección de la vida». Saca Magisterio. Fue un estudiante medianito, aunque cambió de actitud. Tenía bastante facilidad y se conformaba con notas entre 6 y 7, algún notable y sobresaliente, de causalidad. En seguida comprueba que Magisterio es una carrera muy competitiva. «Termino en 1978, un año muy importante para mí, con 19 años y empiezo a currar. Hago las prácticas en Jesuitas aquel mismo año y, como les gustó, me contratan».

PINCHANDO LA MÚSICA. Si algo tenemos claro es que hay cosas, muchas cosas, en la vida que todavía no sabemos cómo van a suceder y no se puede cambiar la ruta. «Ese mismo año 1978 gané el concurso de disc-jockey de la SER y llevaba trabajando desde los 15 con Antonio Cendra padre, en Sala Ducal. Entonces había pocas discotecas y muchas salas de fiesta y Ducal era un ejercicio de estilo. Empecé con mi amigo Carlos Solorzano, a quien le tengo mucho cariño. Una de las cosas de las que me siento más orgulloso es conservar los amigos que he hecho desde la infancia que lo siguen siendo. Carlos tenía una gran ventaja: con él hacías de todo: discoteca, bodas, se hacían desfiles de modelos, verbenas, presentación de reinas o finales de curso. Ese mismo año de 1978 inauguro la Bella Época, en la calle Vitoria, que luego ha sido muchas cosas. Más que discoteca, era un disco-pub; con el tiempo han proliferado mucho». Pero le tira Magisterio y deja de pinchar esa temporada hasta que le llama Teo Villanueva, gran empresario de la hostelería de entonces. «Acababa de comprar el Valentino e insistió mucho para que fuera el disc-jockey. Teo tenía discotecas en Haro, el Virginia, que llevaba su hermano y, por supuesto, El Planetario. Ahora regenta el Olympia, en el Parque del Carmen». Hemos hecho muchas batallitas, muchas inauguraciones y hasta hemos participado en un concurso de disc-jockey por el norte de España. «Estuve a punto de dejarlo, pero me convenció y compaginaba la discoteca y las clases de Jesuitas».

UNA GUÍA TURÍSTICA DE CÁDIZ. Nuestro protagonista tiene tablas para todo. «En Jesuitas me responsabilizo del colegio menor y de las muchas sustituciones. Como era de Ciencias, me permitía responder a muchas sustituciones y, de hecho, ahora dicen que faltan profesores de Matemáticas y no extraña. Pasé dos años estupendos en el colegio y me fui a la mili, que era mi quinta, y aquella época, no se entendía que ejerciera de maestro y no cumpliese con el servicio militar. La hice en Cádiz en el regimiento de Artillería de Costa, el Ramis X. Curiosamente es la única unidad de artillería de costa que sobrevive en nuestras Fuerzas Armadas, al considerar, seguramente, su situación de vigilancia en toda la costa». Ponerse es poder y Emilio lo ha practicado a lo largo de su vida. «Me licencio de suboficial y aproveché el tiempo porque me dio por escribir una guía turística de Cádiz, que la publicó la Diputación, unida al regimiento, en el año 1980. Como ahora, ha cambiado de nombre, no le servirá de mucho y, por aquello de 'Juan Palomo yo me guiso, yo me lo como', con mi amigo Jiménez, compusimos un himno al regimiento y lo ganamos, claro. Jiménez se quedó por aquellas tierras y ahora anda en el Servicio de Embajadas». Colgado ya el uniforme, regresa a Logroño para seguir en Jesuitas hasta completar los tres años de contrato».

UNA SUSTITUCIÓN DE 26 AÑOS. Al final, la radio es conexión, no tiene religión, ni color. Para Emilio, lo tiene todo. «Un día me llama Cholo Eizaga, propietario de Radio Rioja, y me ofrece sustituir a Lucía Ripa durante su embarazo y no lo pienso dos veces. La sustitución de dos meses se convierte en un trabajo de 26 años, con la suerte de coincidir con maestros de las ondas como Esteban Prudencio Alcalá, Pilar Ibáñez, Alicia Pérez del Notario y mi queridísimo amigo Manolo González, al que siempre les estaré eternamente agradecido por sus consejos y enseñanzas. Su estatura física se corresponde con su altura profesional». El paso profesional ya es una realidad en el futuro de Emilio. «Me quedo en Radio Rioja y vienen nuevas emisoras en 1983, sobre todo Antena de Rioja, con su famosa antena en el Edificio Capitol, en medio de Logroño. Unos años después se decidió crear una cadena más grande y nace Radio Minuto, que moriría de éxito. Me nombran coordinador y permanezco hasta la irrupción de Radio 80, transformada en M-80. Seguía de disc-jockey y prácticamente no dormía, había días que me conformaba con dos horas».

EL TALLER MUNICIPAL DE RADIO. Siempre fue creativo y currante donde los haya, pase lo que pase. «En el Ayuntamiento tuvieron una gran idea, que fue poner en marcha un taller de radio, una cantera de futuros grandes profesionales, que se hicieron allí y siguen trabajando, como Beli, Roberto, Cillero, entre otros. El taller nació a principios de los ochenta, con Manolo Sáinz como alcalde, como una apuesta para dinamizar el departamento de Juventud; se lo encarga a Jesús Vicente Aguirre, que se pone manos a la obra con talleres de fotografía, guitarra, con Luis Vicente Jiménez, uno de los mejores músicos riojanos que, en algún tiempo, le produje algún disco. Se monta en una bajera de la calle Huesca con mucha ilusión y pocos medios. Había dejado las discotecas, seguía en la radio pero el taller, afortunadamente, no era todo, como el pasodoble, aunque se hacían emisiones. Aquello, me decidió, precisamente, a lanzarme al periodismo. Trabajaba sábados y domingos y me apunté, como voluntario. Lo comenzó Julián de Arribas, que estuvo unos meses». Emilio se mantiene en plena forma. «Como había gestado el programa didáctico, lo fuimos perfeccionando. Me hago cargo y, en principio, eran programas enteros, pero no salían a antena. Cuando el Ayuntamiento construyó la Casa de la Juventud en las antiguas dependencias municipales, que estaban medio abandonadas, Emilio Casas de Fonovisión, instala el taller con su locutorio, un modulador de frecuencia y una gran antena, junto a la Gota de Leche, que permitía salir a antena un par de horas. Los antiguos alumnos formaron un colectivo, se autogestionaban y yo me aparte para que ellos llevaran las emisiones. El taller siguió hasta finales de los años 90 y no sé si continúa, porque le perdí un poco la pista. Algunas de mis nóminas, porque nos pagaban, se fueron para comprar, gustosamente, material. El taller municipal de radio fue un proyecto apasionante».

EL FIN DE UNA ETAPA. La radio era su quehacer y de donde comía, a la que se dedicó, en cuerpo y alma, hasta que en 1996 nació su hijo Alejandro y, para la familia no hay horas que cuenten. «Sí es cierto que mi compañero de radio Miguel Navarro había montado una discomóvil e insistía en que le echase una mano y, con lo que me gusta, cuando mi hijo empezó a ser un poco mayor, volvimos a pinchar ». Una de las realidades de la vida es que las personas, como nuestro personaje, terminan haciendo lo que les gusta. «Me considero el disc-jockey más veterano en activo y no lo puedo ocultar. En 2006 mi aventura en la radio escribe sus últimos coletazos. M-80 se ha satelizado, entra la digitalización, todo empieza a venir de Madrid y no hay programación local. María Eizaga, como directora, insiste en que continúe en otras tareas, como comercial y así. La radio se acaba para mí y para siempre». Son momentos que respiran pesimismo y cierto desencanto, tristes, propios de echar el cerrojo y sin vuelta atrás, que resulta imposible no reconocer, pero también invitan a la esperanza. «A ver, qué hago, con una carrera de periodismo, cuando están despidiendo a gente y se adelgazan las redacciones, ¿qué hago?, ¿volver al Magisterio, que había cambiado tanto, ir a unas oposiciones a mis años? Tengo 48 años y una amiga me convence y me pongo a estudiar el ciclo de Administración y Finanzas de Empresas, siendo profesor de Matemáticas, y me matriculo en la Laboral. Disfruté una barbaridad, ir de alumno a un centro, con mis años y chavales que habían sido compañeros de mi hijo a los que les decía que no vengo de profesor sino de alumno. No veas los buenos ratos y los conocimientos estupendos que se adquieren. Es un lujo».

EL ÚLTIMO TREN. En este repaso exhaustivo de una vida hay que tocarlo todo, aunque sea de pasada y sin profundizar. «Mi mujer dejó de trabajar, porque habíamos decidido que, cuando naciera nuestro Alejandro, nos íbamos a dedicar a su crianza; soy de la escuela tradicional y estamos orgullosos de su educación y sus magníficos resultados. Es informático, con dos grados de Informática, y está muy a gusto trabajando en Tipsa. Me presento a unas oposiciones a Cajarioja y una amiga me comenta que están buscando un periodista en el CSIF, que está al lado de mi casa. Ni siquiera pienso en los resultados de las oposiciones de Cajarioja y presento un proyecto de gabinete de prensa. Estoy en varias entrevistas con el presidente del sindicato, Jesús Vicente Hernández Gil y me ofrece el trabajo». Con la cabeza llena de preguntas, se marcha a casa de unos amigos, en Irulegui, a meditar. El reto me gusta y me apetecía crear un gabinete de prensa en un sindicato con mucho futuro. Tenía entonces mucho presente, sigue hoy con mucho presente y tiene mucho futuro. En un gran ambiente, he pasado trece años, doce años y medio, para ser exactos, hasta hace unos meses. En el seno de la organización se ha estado preparando a una persona que me sustituyera a mi jubilación, Natalia Porres. De hecho, solo le faltaba el trabajo de fin de curso y está muy preparada». La vida de Emilio, como casi todas, ha tenido sus etapas llenas de ruido y prisas, subidas y bajadas, hasta el final y el descanso.

UNA PASIÓN CONFESABLE. No es ningún secreto decir que una de las pasiones de Emilio R. son las motos y ha tenido también bicis, la primera, la que compartía con su hermana. «Era de chica y la bautizamos Genoveva. Mi tío Luis, que era policía municipal, me dio una de aluminio, espectacular, tecnología punta y una moto Lube 125, que era una maravilla. De hecho, la que tengo ahora es la hermana mayor, porque siempre mi corazoncito tira a la vieja escuela, como andaban los británicos con las motos retro. Se me rompió, se la devolví y utilizaba las motos que me dejaban los chavales del barrio, hasta que compré mi primera moto, una Vespa 125. Eran las primeras que salían con encendido electrónico. Luego tuve una 5R de segunda mano y más tarde una VF, una Honda 750, con la que recorrí media Europa. Me desprendí de ella pensando en otra que me gustaba más, pero ya no anduve hasta que mi hijo se hizo un poco mayor». Los ojos los tenía puestos en una Kawasaki y le dio tanto la paliza a su mujer que, al final, cedió. Luego la vendió y, con la que mejor se mueve es la Vespa. En el invierno pasado se hizo con la Kawa B 800, que es más asequible, también de segunda mano. El hijo se ha sacado el carnet y se han recorrido y se conocen todas las rutas de La Rioja y de otras comunidades ».

DISFRUTANDO DE LA PREJUBILACIÓN. La verdad verdadera es que está en el paro, sacándole todo lo bueno a esa situación, a la espera de que en noviembre de 2023 llegue la jubilación ganada y merecida. Todavía no se aburre, tiene la sensación de estar en unas largas vacaciones, pero no para de apuntarse a cursos y más cursos. Confiesa, abiertamente y sin rubor que si le sale un trabajo que responda a su perfil, allá va como un jabato. No todas las personas pueden presumir de andar por la vida a plena satisfacción, en este tránsito. Estaba en el campo de fútbol, realizando la retransmisión radiofónica, el día del 'gol en Las Gaunas' y siempre ha sabido apartarse a tiempo. Trabajó por un tiempo en Ocio Sport y dejó el tabaco el mismo día en que nació su hijo; promesa cumplida. No se trata de una frase cualquiera, pero en su vida todo ha tenido sentido y ese sentido hay que contarlo, reconociendo que el devenir del tiempo es más fuerte que la voluntad misma. Como una reparación a sus años de la escuela, voy a concluir escribiendo el nombre y los dos apellidos de la persona que tengo delante: Emilio Rodríguez Montalvo. Es increíble lo que puede tener por dentro.