Influencers riojanos de la ciencia

S.R
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El prestigioso ranking elaborado por la Universidad de Stanford incluye a investigadores de la Universidad de La Rioja y del Instituto de las Ciencias de la Vid y el Vino entre los científicos más citados de todo el mundo

Algunos de los investigadores citados en el ranking posan en la entrada del rectorado de la UR - Foto: UR

Su repercusión no se mide en me gustas ni retweets y las temáticas de sus artículos no están precedidas de una almohadilla a modo de hashtag, pero son los influencers de la ciencia. O, mejor dicho, de las ciencias. Concretamente de la Psicología, las Matemáticas, la Genética y Genómica de la vid, la Viticultura, la Enología y la Agroecología.
Se trata de Eduardo Fonseca, Miguel Ángel Hernández, Ángel Alberto Magreñán y Martín Lara, de la Universidad de La Rioja (UR); y de Teresa Garde-Cerdán, José Miguel Martínez y Raquel Campos-Herrera, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV). 

Forman parte de un selecto grupo formado por tan solo el 2% de los científicos de todo el mundo con mayor influencia a nivel internacional porque sus publicaciones son las más referenciadas. Así lo avala el Ranking of World Scientists, elaborado por la Universidad de Stanford de Estados Unidos, que incluye un listado con los científicos más citados a lo largo del año y/o durante toda su carrera profesional.

Una gran y prestigiosa base de datos realizada a partir de un exhaustivo análisis que tiene en cuenta más de 40 factores diferentes. Párametros que respaldan la labor investigadora de estos profesionales adscritos a la UR y al ICVV. Entre ellos también aparece, aunque ligada a la Universidad de Lleida, María José Motilva, quien, actualmente, ya forma parte del ICVV.

Sus estudios van mucho más allá de sus despachos y laboratorios porque todos ellos tienen, directa o indirectamente, una aplicación: desde el uso de las matemáticas para mejorar la calidad de las fotografías espaciales y la utilización de modelos predictivos de carácter psicológico para prevenir el suicidio, hasta el desarrollo de nuevos tratamientos de la vid para alcanzar una producción más sostenible. Y estos son tan solo tres de los muchísimos beneficios que han supuesto sus investigaciones. Aportaciones de las que, en muchas ocasiones, no es consciente el grosso de la ciudadanía. 

Sin embargo, todos estos investigadores coinciden en apuntar que la divulgación científica ha mejorado muchísimo. También consideran que la pandemia del coronavirus ha tenido un efecto «positivo» al haber hecho a la sociedad más consciente de la necesidad de invertir en ciencia.  Para eso se necesita financiación y tiempo. Motivo por el que reclaman proyectos de largo recorrido y con una dotación económica suficiente para poder  llevarlos a cabo. 

Pero también recuerdan la importancia de promover la cultura científica en la sociedad, para lo que, consideran, la educación desempeña un papel clave. Se trata de inculcar a las nuevas generaciones ese espíritu crítico que poseen los investigadores porque, como recuerda Hernández, «todo lo que hoy en día es posible y existe es porque hubo alguien en algún momento que mostró curiosidad por ello». Ese interés es el que todos quieren inocular a la población para que se propague sin freno alguno.

 

Teresa Garde-Cerdán #Viticultura y Enología

 

Estudió Ciencias Químicas en Zaragoza y obtuvo una beca de la Universidad Pública de Navarra, donde realizó la tesis. Teresa Garde-Cerdán permaneció allí dos años con becas de investigación y, posteriormente, se trasladó al campus de Albacete de la Universidad de Castilla La Mancha (UCLM) con un contrato Juan de La Cierva. «Allí me especialicé en química agrícola y fue donde empecé a relacionar la enología con la viticultura». Después de cuatro años, en 2010, llegó al ICVV, donde en 2019 consiguió la plaza de científica titular del CSIC.  «Así conseguí estabilizar mi carrera investigadora. En España no es fácil. Es un camino muy largo y no hay muchos recursos para investigar. Siempre falta dinero, sobre todo para recursos humanos».

Tras dedicar su tesis a la composición volátil de los vinos envejecidos en barrica de roble, se centró en los pulsos eléctricos de alta intensidad (PEAI). «Es una tecnología no térmica con la que buscamos reducir el sulfuroso, un aditivo antioxidante y antimicrobiano al que algunas personas son sensibles y les impide poder beber vino», explica.

En la UCLM se centró en aplicar extractos de roble acuosos directamente al viñedo de forma foliar, por aspersión a las hojas del viñedo. «Conseguimos dar carácter de madera a los vinos directamente desde el viñedo». Sin embargo, aclara, «la barrica es insustituible porque en ella se producen reacciones químicas lentas que no se pueden imitar».

Garde continuó con las aplicaciones foliares cuando llegó al ICVV. Esta vez a través de elicitores. «Son compuestos que hacen que la vid se sienta agredida y active sus sistemas de defensa». De esta forma, sintetiza los compuestos fenólicos, claves para el color y sabor del vino. Para ello utiliza jasmonato de metilo, la esencia del jazmín. «Logramos mejorar la composición fenólica. Sobre todo los antocianos, que dan el color; y los estilbenos. Entre ellos, el resveratrol, que es el responsable de las propiedades saludables del consumo moderado del vino». Actualmente se centra en hacer viable económicamente estos resultados porque el jasmonato de metilo es muy caro. «Para ello estamos utilizando nanoparticulares aplicando un compuesto con una concentración 10 veces menor». El reto ahora es ver si los resultados siguen siendo igual positivos.

 

 

Ángel Alberto Magreñán #Matemáticas

 

Ángel Alberto Magreñán es profesor interino desde septiembre de 2018 en la UR. Imparte la asignatura de didáctica de las matemáticas y es el más joven de los investigadores que aparecen en el Ranking con 36 años. Su área de especialidad son las Matemáticas aplicadas. Es decir, ayuda a otras ramas a resolver problemas. «Si alguien quiere fabricar algo, se crean sistemas de ecuaciones que no se pueden resolver por sistemas tradicionales y nosotros diseñamos métodos capaces de encontrar la solución».

También investiga sobre la didáctica de las matemáticas: «Estudiamos nuevas formas de enseñar para mejorar la comprensión y asimilación de contenidos». Así, para calcular las áreas de las figuras geométricas, han creado herramientas en tres dimensiones. «Son hologramas que permiten entender mejor los conceptos y aprender de forma más intuitiva».

A diferencia de otras ciencias, la divulgación de las matemáticas es más compleja: «Necesita más visibilidad en el sentido de que ayudamos como investigadores a otros campos, pero no se percibe nuestra participación», considera. «La divulgación ha mejorado, pero creo que hace falta un poquito más para que veamos que detrás de muchas de las cosas que hacemos a diario, hay matemáticas». Como, por ejemplo, en las películas de animación porque, tras el movimiento de esos dibujos, se encuentran personas como él. «Antes se hacían muchas cosas a mano, pero ahora, con modelos matemáticos se gana agilidad y calidad».

Las investigaciones en las que participa también son responsables, por ejemplo, de que las imágenes espaciales se vean con más definición. «Se utilizan las matemáticas para el tratamiento de las imágenes, para su recuperación o para mejorar la calidad». Estudios que también pretenden trasladar al ámbito médico para ganar precisión en los diagnósticos. 
Lo que ya está totalmente operativo es la herramienta gráfica predictiva que diseñó en su último año de doctorando. «La novedad es que aúna todos los métodos para estudiar la dinámica de una forma global y mejorada. Y te permite ver si se va a comportar bien o no con una determinada ecuación para resolver el problema», explica. «Ha sido muy citada y me consta que ha ayudado mucho».

 

 

Miguel Ángel Hernández #Matemáticas

 

Catedrático desde el año 2009, Miguel Ángel Hernández lleva toda su vida dedicado a las matemáticas. Tanto en el ámbito de la docencia, como en el de la investigación, que es su auténtica pasión. De hecho, aunque aún tiene 61 años, ya piensa en la posibilidad de alargar su trabajo en la UR hasta los 72, el máximo permitido. «Y luego seguiré investigando en casa porque lo disfruto. Mis hijos saben que tendrán que sacarme a rastras de la universidad», comenta, entre risas, pero seguro de que así será.

Explicar su área de trabajo no es sencillo. Se centra en los procesos iterativos en espacios de banach: «En la Física, la Química o la Ingeniería hay muchísimos problemas que, cuando se modelizan matemáticamente, precisan resolver algún tipo de ecuación para la que no existe un método o una fórmula. Lo que se necesita es buscar una solución de una forma aproximada. Esto son los procesos iterativos», resume. A partir de una estimación inicial, Hernández va mejorando las estimaciones hasta aproximarse a lo que se demanda. Y lo hace en espacios de banach, un espacio de funciones de dimensión infinita. «Esto nos permite trabajar de un modo mucho más general y no solo resolver una ecuación al uso».

Una materia en la que la UR tiene «bastante influencia», sostiene Hernández. «Lo demuestran la citas, contar con grupos de investigación muy influyentes y la importancia internacional que se nos reconoce». Sin embargo, admite que la labor de los investigadores no es fácil porque no se dedican a ello al 100%. Tienen que compatibilizarlo con la docencia, pero, asegura, está «contento». Más le preocupa la ausencia de cantera: «Llevamos tiempo sin encontrar doctorandos. A la gente le planteas que tardará 10 o 15 años en hace carrera y prefieren irse a una empresa porque son perfiles demandados».

Actualmente, Hernández trabaja en la ecuación de chandrasekhar, a la que se llega a partir de un problema planteado por la Física para estudiar el comportamiento del calor. También está volcado con un proyecto en el que llevan trabajando desde hace tres años con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) en relación a la dinámica. «Está en la línea de los procesos iterativos en espacios de banach, pero la UPV trabaja en espacios menos abstractos que los nuestros para poder aplicarlo al ámbito de la astronomía».

 

 

Eduardo Fonseca #Psicología

 

«Combinar docencia e investigación es complicado», reconoce Eduardo Fonseca, quien, a sus 39 años, ha dejado de impartir clases para ponerse al frente del Vicerrectorado de Investigación e Internalización de la UR. «Mantener los tres roles es imposible. No hay tiempo material para compatibilizarlo ni por muy bueno que seas». Y él lo es. Porque lo dice el Ránking, por sus numerosas publicaciones, pero, sobre todo, porque habla con pasión de su trabajo en el área de las Ciencias de la Educación y la Psicología. 

Actualmente, una de sus líneas de estudio es la evaluación ambulatoria de la salud mental. «Hemos desarrollado una aplicación para que los psicólogos puedan monitorizar el estado emocional de las personas», explica. «Con ella podemos recoger, varias veces al día, diferentes parámetros a través de la formulación de preguntas concretas para cuantificar la sensación de estrés en una escala o la evolución de los sentimientos de tristeza y felicidad». También trabaja en la prevención de trastornos mentales en la población infantojuvenil abordando desde problemas emocionales hasta situaciones de acoso escolar y suicidio. «Esto permite implementar programas en los centros educativos y formar en la materia tanto a alumnos y familiares como a los propios docentes». 

Un trasvase de conocimiento que resulta fundamental para que la sociedad puede beneficiarse de estos estudios. Por ello, junto a su grupo de investigación, también está implicado en la organización de jornadas y cursos, así como en la elaboración de manuales. Buena parte de su labor está a disposición del público general en la web besrioja.com. 

Entre sus numerosos trabajos, Fonseca se siente especialmente orgulloso del manual ‘Tratamientos psicológicos para la psicosis’. «Es muy reciente y ha sido altamente citado. Para mí es especial y muy importante porque la psicosis sigue siendo un tema tabú que solo puede tratarse con fármacos». Sin embargo, su investigación demuestra que «el uso de diferentes técnicas, como las cognitivo-conductuales, son un complemento esencial para tratar a las personas con trastorno mental grave y a sus familias», explica. «Eso ha sido un hito en la psicología española y en la escrita en castellano».

 

 

 

Raquel Campos #Innovación agroecológica

 

Raquel Campos obtuvo la plaza de científica titular del CSIC en 2020 y está especializada en la protección sostenible del viñedo. Labor que desarrolla en el ICVV. Se centra en las interacciones multitróficas en el suelo utilizando nematodos, animales diminutos con forma de gusano. «Empecé investigando sobre agentes de control biológico de insectos para la tesis y luego realicé estancias postdoctorales en EUU, Suiza y Portugal». 

Fue en 2018 cuando llegó al ICVV, donde estudia «el desarrollo de bioheramientas a partir de nematodos entomopatógenos y metabolitos secundarios de las bacterias de estos organismos». Es decir, busca soluciones para combatir las plagas o enfermedades más importantes del viñedo utilizando microorganismos que se encuentran en el propio suelo. Especialmente en aquellos en los que se practica una agricultura ecológica, como ella misma ha constatado. Un hito importante ya que el Consejo Regulador de Rioja promueve este tipo de cultivos y ahora cuentan con una base científica que lo avala.

Otra de sus grandes líneas de investigación pasa por aportar conocimiento sobre «cómo los distintos manejos del viñedo pueden estar afectando al control biológico». Y lo hace utilizando esos nematodos como indicadores de la calidad del suelo. «Investigamos si la presencia de cubiertas vegetales favorecen la presencia de estos organismos beneficiosos».

Todo este conocimiento se compendiará en herramientas de biocontrol que ofrecerán a los viticultores nuevas formas de hacer frente a la plaga de la Lobesia botrana. «No solo dependerán de feromonas o químicos, sino que también tendrán un bioproducto». Será especialmente útil en los viñedos ecológicos, pero también en zonas como La Rioja Alta.

Para que esta ciencia aplicada exista «debe haber ciencia base en la que apoyarse. Y saber que la cosas no son de hoy para mañana». Así, lamenta que la financiación sea a corto plazo porque se pierde el objetivo general. También los limitados recursos humanos, ya que la escasez o inexistencia de técnicos de apoyo ralentiza los resultados. Aun así, destaca el buen funcionamiento del tripartito del ICVV (CSIC, UR y Gobierno regional), así como la importancia de La Rioja a nivel mundial en este campo.

 

 

 

José Miguel Martínez #Genética y Genómica de la vid

 

José Miguel Martínez cursó carrera y doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, tras lo que consiguió una beca en EEUU, donde pasó cuatro años. Un día sonó el teléfono con una propuesta para volver a España. Algo que, «desgraciadamente, ya no pasa». Se trasladó al Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias durante 10 años y después al Centro Nacional de Biotecnología. En 2004 comenzó su relación con el CSIC, al que sigue adscrito desarrollando su labor en el ICVV. «Vine en 2008 como director y ya llevo 12 años».

Su carrera investigadora suma más de cuatro décadas y es un gran referente en su área. Reconoce la importancia que supone aparecer en el Ranking para La Rioja, pero cree que se necesitan más apoyos: «Ser una comunidad pequeña dificulta las cosas, pero hay que seguir invirtiendo porque es útil».

Martínez siempre se ha dedicado a la genética de las plantas. Comenzó con el origen de los procesos de domesticación de la patata y se centró en su desarrollo reproductivo. «Creamos un modelo para regular el tiempo de floración a partir de la planta Arabidopsis thaliana, que tiene un ciclo de vida corto y se pude mutagenizar». Un trabajo del que está «muy orgullo porque ha sido muy seguido y muy mejorado con el paso del tiempo».

Sus últimos 25 años los ha dedicado a la vid. «Hemos podido caracterizar la diversidad genética entre diferentes variedades de uva y también dentro de la misma variedad». De esta forma, es posible «mejorar las variedades que se cultivan de cara al cambio climático o la calidad de la propia uva». Entre sus hitos también se encuentra la identificación de la mutación que causa la ausencia de semillas en las variedades de uva de mesa.

A sus 62 años, reconoce que la divulgación científica ha mejorado, pero cree que sigue habiendo carencias: «No es solo una cuestión de divulgar, sino de cultura científica de la propia sociedad. Debemos saber que todo lo que vemos o disfrutamos ha nacido de la curiosidad de alguien». Para avanzar en esta línea, cree que la educación es vital. Pero no a nivel de contenidos, sino al fomento de un espíritu crítico. «Debe existir porque es imprescindible para darse cuenta de las relaciones que existen entre las cosas, como entre la ciencia y la calidad de vida».