El Capo inmortal

Agencias
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El tiempo no pasa para 'El Padrino', la gran obra maestra de Coppola que revolucionó el género a través de las relaciones familiares, el poder y la cara más tenebrosa del sueño americano

El Capo inmortal

El tiempo no ha conseguido hacer mella en una película que, medio siglo atrás, fue capaz de derribar muros y mostrar de forma excepcional la cara oculta del idílico sueño americano. Gracias a un gigante Marlon Brando (Don Vito Corleone) y un todavía desconocido Al Pacino, Francis Ford Coppola logró, casi sin quererlo, convertir la exitosa novela de Mario Puzo en una de las grandes joyas del séptimo arte: El Padrino. Una obra maestra al más puro estilo shakespeariano que revolucionó el género de la mafia y sentó las bases del inmortal mito del capo.

La cinta, que esta misma semana cumple 50 años desde su estreno en los cines de Estados Unidos, se convirtió en un éxito inmediato, tanto que se llegaba a formar una larga hilera de colas para poder entrar en las salas para su visionado. Incluso en Los Ángeles, estudiantes de la Universidad de UCLA cobraban cinco dólares por mantener la posición en las filas.

Pero un jovencísimo y no tan experimentado Coppola no las tenía todas consigo cuando decidió ponerse al frente del largometraje. De hecho, el cineasta, que aceptó dirigirlo con motivo de su mala situación económica, pensó que su filme iba a convertirse en un verdadero fracaso. Nada más lejos de la realidad, pues frases como «Le haré una oferta que no podrá rechazar» o ese «Yo creo en América» que sirve de apertura, ya forman parte de la memoria colectiva. 

Para ello, Coppola adaptó la novela homónima de Puzo, que colaboró en un guion que acabó siendo mucho más brillante que el texto original. La historia no le entusiasmaba en exceso, por lo que dio rienda suelta a su imaginación y no siguió al pie de la letra la novela. No obstante, capturó la esencia de la misma, buceando en las luces y sombras de los personajes, y consiguió convertir al protagonista en un ser humano, casi desligado de su actividad criminal.

Así, el gran capo de la mafia siciliana en EEUU, Don Vito Corleone (Brando), tiene sentimientos, quiere a sus hijos y se comporta de forma honesta dentro de su particular escala de valores. Algo que supuso un giro radical en este tipo de relatos. La famiglia ocupó casi la misma parte de la historia que los enfrentamientos mafiosos, desde la relación de Corleone con sus hijos, a las vidas de estos: el estudioso Michael, al que se trata de apartar de la vida criminal, el duro Sonny y sus infidelidades continuas, o el maltrato sufrido por Connie, la única hija, a manos de su marido. 

Escenas cotidianas que se mezclan también con violentas secuencias más propias de la mafia. Entre ellas, la mítica escena en la que un productor que no acepta al sobrino y ahijado de Corleone en una película, se despierta en su cama bañado en la sangre de la cabeza de su caballo. Imágenes que se grabaron a fuego en las retinas de los amantes del cine y que aún siguen impactando como lo hicieron hace 50 años.

Desde entonces no ha dejado de crecer el mito de un filme que ocupa el segundo puesto en la lista del American Film Institute (AFI) de las 100 películas más destacadas de la historia, solo por detrás del gran Ciudadano Kane.

El Padrino fue nominada a 11 Oscar y se llevó los de Mejor Película, Guion y Actor, para Brando, que siempre estuvo en la mente de los productores para un papel al que aspiraron Laurece Olivier, George C. Scott o Ernest Borgnine. La elección de Pacino fue más compleja. Se pensó en Robert Redford, Warren Beatty y Jack Nicholson, pero finalmente el actor (que tenía solo 21 años cuando rodó la cinta) se hizo con el personaje que marcó su carrera cinematográfica. El elenco se completó con una mezcla de veteranos y noveles: Diane Keaton, Richard Conte, John Cazale, Robert Duvall, Abe Vigoda o Richard Castellano.

Tortuoso camino

Sin embargo, el brillante equipo artístico no impidió que la creación de la cinta se acabase convirtiendo en un camino plagado de espinas. A los problemas de presupuesto se sumaron las discusiones entre Coppola y Paramount sobre el elenco. Al director le costó sangre, sudor y lágrimas incorporar a Brando, que ya no era la joven estrella que hechizó Hollywood en los 50 y quien arrastraba el estigma de ser un actor difícil para trabajar. Tampoco le fue fácil convencer a la productora de la idoneidad de Pacino, un desconocido en la gran pantalla por aquel entonces.

Pero la obstinación de Coppola logró, poco a poco, derribar muros y abrir ventanas para dar luz a una obra maestra que saboreó el éxito por partida triple. A la película estrenada en 1972 le siguieron otras dos entregas que crearon una de las trilogías más exitosas de todos los tiempos, dejando un profundo legado para la posteridad. 

Desde entonces, acumula leyendas, nuevos adeptos y versión tras versión. La última, estrenada el pasado mes con motivo de su aniversario, que recupera su resplandor gracias a una minuciosa restauración. Además, una próxima película y una serie que llegará en abril devolverán a los espectadores del siglo XXI al mundo de Coppola para entender los entresijos de un rodaje maldito que no le impidió alcanzar el Olimpo del cine.