Pionero de una profesión que, ahora, está de moda, pero que hasta hace no muchos años contaba con un público minoritario, Javier Herrera (Logroño, 1964) es tatuador. En 1996 abrió en Muro del Carmen 3 el Estudio de Tatuajes, junto a su mujer.
«En la época de mis padres, el que se hacía un tatuaje era, cuanto menos, sospechoso, expresidiario o un quinqui; bueno, o marinero, que en las zonas costeras estaba más a la orden del día», recuerda.
«Para nosotros fue toda una sorpresa el éxito que tuvimos inicialmente. La gente aquí tenía unas ganas de hacerse tatuajes del copón y el negocio siempre ha funcionado», señala. Ahora, «parece que sabe tatuar cualquiera que se compra una máquina baratilla y cuatro tintas... y luego pasa lo que pasa, que el oficio está desprofesionalizado», lamenta.
Proceso de marcado de las líneas básicas de un tatuaje. - Foto: Óscar Solorzano
«Habrá gente que le va a dar igual la calidad si les sale tirado de precio, pero la mayoría sí que quieren calidad del dibujo, tintas y no tener que mirarse un par de años después y pensar 'pero qué me han hecho'».
El también empezó «de forma autodidacta», pero antes de abrir «me apunté a aprender pintura con Antonio Aguado cinco años, dibujando, dibujando y dibujando porque la técnica es la misma, cambia el método porque la piel es una cosa viva y cambiante, no se ve igual hoy que en 15 años». Formación que «requiere muchas horas y cursillos, y aprender mucha técnica», resalta.
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«Ahora hay mucho 'culo veo, culo quiero' y muchos microtatuajes que algunos hacen ahora, no se verán bien en unos años no por ensanchar o disminuir el cuerpo, que se nota, si no por la propia naturaleza de la piel». Se le ocurren muchas anécdotas de este tiempo, pero en la mente tiene grabada una especialmente. «Hace bastantes años le dije que no a uno que pretendía que le repasara un tatuaje que se había hecho en Londres en el pene y le dije la verdad: yo ahí no hago nada porque es una zona muy complicada. Si la piel no está extendida, la tinta rebota y esas zonas son demasiado sensibles y delicadas», reconoce.