Editorial

Sánchez vuelve a ceder, pero no logra convencer a casi nadie

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, echó balones fuera ayer durante su comparecencia en el Congreso de los Diputados para dar explicaciones sobre el caso Pegasus, negando su responsabilidad y señalando al Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y al juez del Supremo del espionaje que se llevó a cabo con las escuchas a diferentes dirigentes independentistas. El socialista, que dedicó los 20 primeros minutos de su intervención a atacar al PP enumerando los casos de corrupción registrados en la etapa de Mariano Rajoy, no convenció a nadie y dejó por primera vez la sensación, como le indicó la portavoz del PP, Cuca Gamarra, de sentirse parte de la oposición, más que de mostrarse como el líder del Ejecutivo, aguantando el chaparrón del hemiciclo parapetado en su escaño. 

Sánchez volvió, una vez más, a ceder ante las presiones de los separatistas y anunció la creación de una nueva norma de secretos oficiales que sustituirá a la que llevaba vigente desde 1968 e impulsará una reforma de la ley orgánica del control judicial del CNI, que en la actualidad estaba compuesta por un magistrado y que pasará a contar con tres jueces, como había reivindicado el PNV hace unas semanas. Pese a la concesión de estas nuevas dádivas para tratar de zanjar la crisis con los secesionistas, el presidente salió escaldado, con críticas tanto de los partidos de la oposición, como de algunos de sus propios socios de Gobierno, caso de ERC, que por boca de Gabriel Rufián le instó a que explicase qué es lo que había ido a hacer a la Cámara Baja, poniéndole contra las cuerdas al advertirle, igual que hizo el PP, que él como presidente no podía desconocer las prácticas que el CNI había puesto en marcha. Tampoco aclaró el socialista si Marruecos estaba detrás de las escuchas que se realizaron a varios miembros del Gobierno, entre ellos él mismo y no dio ninguna explicación sobre el cese de la directora de la Inteligencia nacional, Paz Esteban.

La crisis provocada por el espionaje ha metido en un callejón sin salida a Pedro Sánchez. La inclusión en la comisión de secretos oficiales a integrantes de partidos que no tienen ningún sentido de Estado, la cesión a la despenalización de las injurias a la Corona o el pacto para sacar adelante la ley del catalán en materia educativa, entre otros ejemplos, evidencian la debilidad de un presidente al que los sondeos electorales, siempre de cara, le empiezan a inquietar y al que desde Bruselas ya le recriminan sin pudor los vaivenes de una política económica que siembra el futuro de incertidumbre.