Juan José Laborda

RUMBOS EN LA CARTA

Juan José Laborda

Historiador y periodista. Expresidente del Senado


Homenaje maravilloso a mi amigo Tomás Fernández García (1ª parte)

22/05/2022

Tomás Fernández García (Madrid, 1950), profesor, y antiguo vicerrector de la UNED, autor de una obra importante sobre Trabajo Social, se ha jubilado, y sus amigos de la Universidad de Castilla La Mancha nos han convocado a expresar en un libro -Miradas desde el encuentro, Editorial Legados, 2022- nuestras vivencias con Tomás. Mi texto se titula A través del espejo y lo que Tomás encontró allí, porque está inspirado en las maravillas de Lewis Carroll; como en Alicia, detrás de las maravillas, hay circunstancias y seres humanos auténticos.
Conocí a Tomás cuando él y yo hicimos campaña a favor de un candidato que ansiaba ser elegido a un puesto de mando de una institución académica, o quizás, no lo recuerdo bien del todo, de algún singularísimo cargo ejecutivo. 
Aunque me encontraba en lo más alto del itinerario de mi obligada conservación del poder, pero no en lo más alto de mi autoestima, cuando caí en la cuenta que Tomás era muy listo, y además me podía fiar de él, el sentimiento de admiración, que surge siempre ante personas inteligentes y honradas, hizo posible la sorpresa de que era verdad que en la vida aparecen siempre verdaderos amigos, incluso cuando la edad nos hace impermeables a los sentimientos propios de los años juveniles del amor y de la complicidad de la cuadrilla o pandilla. 
El candidato que apoyábamos perdió las elecciones, y como buenos demócratas aceptamos el resultado, pero como sujetos con sentido común estuvimos convencidos de que la mayoría se había equivocado, cosa que se demostraría antes de lo previsto. Entonces encontramos explicación a aquel absurdo democrático en la ley de los grandes números, o sea, que la democracia sólo acierta cuando votan un gran número de electores, y no el reducido censo que decidió rechazar al candidato que los dos defendíamos. 
Pero no pasó mucho tiempo y comprobamos que nuestro candidato tampoco valía la pena. Fueron tan dramáticas las dudas que tuvimos con la democracia, como método superior de selección, que Tomás y yo nos precipitamos en prácticas oscuramente prohibidas. Como hemos alcanzado la inmunidad de la jubilación forzosa, creo que no nos pasará nada si confieso que buscamos explicaciones a nuestra falta de fe acudiendo al espiritismo. Nos llegó la idea por un asesor gubernamental, quien nos aseguró que uno de los más famosos gurús de encuestas electorales, convocaba regularmente a los espíritus de algunos genios políticos de hace siglos. Efectivamente, hicimos lo que nos dijo el mencionado asesor, iniciamos el procedimiento necesario y estuvimos seguros que Maquiavelo y Hobbes vinieron envueltos en resplandores hacia nosotros, pero fue imposible escuchar sus voces. Sin embargo, creemos que Guglielmo Ferrero, un antifascista italiano, se nos apareció un día y nos habló, seguramente porque Tomás uso el italiano para convocarle, y ni él, ni tampoco yo, habíamos podido hablar con Maquiavelo y Hobbes en el latín que empleaban ambos para comunicarse desde sus respectivas ultratumbas. 
Sería prolijo narrar como Guglielmo Ferrero nos trasladó su versión acerca de la democracia, y de las dudas que le expusimos, pero cabe resaltar que no lo hizo nunca de forma teórica, posiblemente porque al oír mis preguntas sospechó que yo no estaba muy ducho en abstracciones, y quizá por eso empleó el ejemplo de lo que estaba pasando en las democracias de nuestro tiempo, destacadamente la española, para darnos su opinión sobre ella, demostrando así que en el más allá llegaban hasta los rumores menos audibles o entendibles de los debates de nuestra rabiosa actualidad publitelevisada. 
Guglielmo Ferrero, que siempre se presentó con corbata y hermosos cuellos almidonados, con ejemplos cercanos, suavemente, nos vino a decir que la democracia era el sistema político más caro, el menos previsible, y el que demasiadas veces elegía el gobierno peor de todos los posibles; entonces fue la primera vez que Guglielmo sonrió ante nosotros. 
Y tras la expectativa causada por sus afirmaciones, serenamente nos tranquilizó diciendo, a continuación, que la democracia era el mejor sistema porque su modelo de gobierno es el único que no da miedo; vamos, que como los gobernantes democráticos están sometidos a la ley, aunque frecuentemente tengan idénticas malas intenciones que los gobernantes despóticos, como aquéllos están controlados por la ley, no pueden mandarnos a la policía de madrugada a nuestras casas, bien porque les somos molestos, o bien porque tenemos algo que envidian de nosotros, y por eso, viviendo en democracia dormimos sin miedo gracias a esas sutiles particularidades institucionales. 
Gracias a las habilidades de Tomás, una metedura de pata mía con Guglielmo no supuso que él no quisiese más seguir haciéndonos confidencias. Como es conocido, los espíritus convocados con magia negra se presentan irradiando un resplandor tenue, pero en todo lo demás aparecen con formas y colores naturales, aunque parecen estar un poco más gordos que en sus fotografías o retratos al óleo; más o menos lo mismo que ocurre cuando salimos en televisión, y nos miran los conocidos o el que nos vende el periódico de todos los días.

(Continuará).