Generación Stones

Javier Villahizán (SPC)
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La biografía de Lesley-Ann Jones sobre uno de los grupos más longevos del panorama musical revela detalles desconocidos de sus 60 años de trayectoria, un recorrido que nace en el club Marquee de Londres y que finaliza con su actual 'inmortalidad'

Los miembros de la banda estadounidense Rolling Stones (de izq. a dcha.) Ron Wood, Charlie Watts, Keith Richards y Mick Jagger - Foto: RAINER JENSEN

Es de sobra conocido que en octubre de 1961, Mick Jagger y Keith Richards, antiguos vecinos del mismo barrio y compañeros del colegio de Primaria, se encontraron por azar en la estación de tren de Dartford a la edad de 18 y 17 años, respectivamente, tras años sin verse. Desde ese momento saltó la chispa y la fascinación de ambos por una única pasión: la música y el rock and roll.

Un año después, y también casi de casualidad, como suele suceder en estos acontecimientos artísticos, detalla la escritora Lesley-Ann Jones en su nueva biografía La era Stones, tuvo lugar el primer y revelador concierto del inicio de los Rolling Stones. Desde entonces, millones de seguidores y fans de los Rolling Stones han vibrado y bailado con sus más de seis décadas sobre los escenarios.

Era el 12 de julio de 1962 cuando por una carambola de la vida el grupo que tocaba semanalmente en el club Marquee de Londres, la Alexis Korner's Blues Incorporated (de la que Jagger formaba parte), tuvo que ausentarse de su bolo ese jueves por una invitación de la BBC a un programa suyo. Casualmente, Mick no estaba incluido en esa retransmisión, así que convenció al dueño del pub para que pudiera actuar con otra banda.

Aquella primera interpretación en Oxford Street contó con un quinteto de lujo: Mick Jagger era el cantante, Brian Jones y Keith Richards tocaban la guitarra, Ian Steward era el pianista y Dick Taylor repicaba el bajo, aunque hay teorías opuestas sobre la aparición de este último en el escenario del Marquee.

Cuenta la leyenda y también la avispada biógrafa Jones en su libro que previamente al concierto, Brian había anunciado el acontecimiento en el periódico local Jazz News. Pero al ser preguntado por el nombre del grupo, que no tenía, este se fijó en una pila de discos que había en el suelo y en el título del primer tema del álbum The best of Muddy Waters, que es Rollin' Stone.

Después de aquel comienzo, el grupo no paró de dar conciertos durante ese verano por los clubes y pubs de la capital, además de añadirse una g al nombre y encender la verdadera mecha del sonido Stone.

Como destaca Jones, «estos cinco chavales blancos británicos se proponían tocar música afroamericana» y «perfeccionaron un estilo rebosante de matices de blues mezclados con ciertas insinuaciones a las mujeres, el sexo y las drogas».

A pesar de esa actitud de chicos malos, Jagger y Richards acabaron por «dominar el mundo» de la música de finales del siglo XX tras la muerte de Elvis y el pasado idílico de los Beatles.

El nuevo relato de Lesley-Ann Jones sigue la huella de esta «banda contradictoria, perturbadora, granítica e imparable a través de las ilusiones, la gloria y el exilio, durante sus años de fuerza arrolladora y en su posterior ajuste de cuentas con el rock, donde los Stones parecen estar más en desacuerdo que nunca con la herencia contra la que siempre se habían rebelado».

Pasados unos meses de aquel primer concierto en Marquee, la compañía incorpora al batería Charlie Watts y al bajista Bill Wyman. De esta forma se conformaba la formación clásica de los Stones.

Sesenta años más tarde y con tres fundadores menos, la banda sigue al pie del cañón. Tanto, que casi ningún grupo puede presumir de seguir en activo durante más de seis décadas y de haber ofrecido 2.000 conciertos, a los que a buen seguro seguirán otros tantos. 

Casi eternos

Los Rolling son casi inmortales o eso se creen, asegura la biógrafa Lesley-Ann Jones, quien subraya que las personas que han vivido unas vidas excepcionales y privilegiadas, «que han ido a todas las partes y que han hecho todo lo que ni siquiera habrían imaginado nunca», la idea de no existir les resulta insoportable.

«Esa es la única razón por la que los Stones siguen activos», asegura el manager de rock Simon Napier-Bell, que convirtió en estrellas a los Yardbirds y a George Michael.

Lo paradójico es que a pesar de ser tan poderosos, que podrían ser dueños de países enteros o adquirir cualquier cosa que deseen, no pueden comprar su propia inmortalidad. «En el momento en que te das cuenta de eso, cuando el final está cerca, todo empieza a parecer inútil; sin embargo, no pueden detenerse, ni retirarse, ni ser como cualquier persona mayor normal y corriente», asegura su hagiógrafa.

Por eso dedican su vida a ser una estrella del rock. Tienen que seguir luchando contra el tiempo, recibir inyecciones de esteroides y vitaminas, seguir siendo como son y hacer lo que hacen hasta el final.

Como remachó una vez Jagger, lo primero es «mirar siempre hacia adelante, no hacia atrás». Precisamente, en una ocasión en 1983, el joven Mick devolvió al lord Weidenfeld, de la editorial Weidenfeld & Nicolson, un anticipo de un millón de libras por escribir sus memorias. Él ya sabía hace 40 años que su vida miraría siempre al futuro, allá donde está la acción y lo posible.