Felipe Royo: "Ya me gustaría repetir lo de 'gol en Las Gaunas"

Francisco Martín Losa
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Bancario de profesión, periodista por vocación, expresidente del Deportivo Berceo y concejal logroñés, por no saber decir que no, Felipe Royo Fernández repasa su trayectoria vital en Encuentros

Felipe Royo, en las gradas del Berceo, una de sus pasiones. - Foto: ÓSCAR SOLORZANO

Para escribir este relato sentemos unos pilares básicos. El primero: somos todas las cosas de este mundo y, como decía el poeta Paul Éluard, hay otros mundos pero no están a nuestro alcance. Y segundo: a cada paso que da nuestro personaje, se siente satisfecho consigo mismo, con la realidad vivida. Sentados estos principios, entremos por aproximación en su existencia, que es como abrir una enciclopedia, un artilugio óptico, un espejo con monóculo. Y, a partir de ahora, presentemos a Felipe Royo Fernández, setenta y un años cumplidos, trotamundos por el mundo bancario, concejal logroñés, forofo del Club Deportivo Berceo, periodista de vocación, sobre todo, apasionado de la radio. En realidad, un logroñés pensante que ya no busca el foco mediático ni persigue el flash de una cámara.

En lo real y lo imaginario, presume de haber cumplido sus sueños profesionales y contribuido a una Rioja más próspera, feliz y solidaria. Los que le quedan en el talego, los dedicará a sus nietos y demás familia, sin que decaigan sus aficiones, pegándose, como ha hecho toda su vida, atracones de partidos de fútbol, en carne y hueso, con el  transistor en la oreja o en la pequeña pantalla hasta las tantas de la madrugada.

Trabajo sin acabar los estudios. Si algo uno tiene claro es que hay que empezar por el principio en toda historia. «Nací el 7 de junio de 1951 y fui a los Maristas y desde aquella época conozco a Tomás Santos, mi alcalde, que es un gran amigo mío. Siempre tiene a gala Tomás haber nacido en la Calle Mayor y le replico que, en mi caso, en la Gran Vía, cuando todavía existía la clínica El Pilar. Al terminar en el colegio, la mayoría de mis compañeros se fueron a estudiar fuera. En mi casa no se podía permitir ir a la Universidad, costaba un pastón y ni yo tampoco destacaba por ser un alumno brillante. Mi tío Carmelo, que tú conociste, me recomendó una ingeniería técnica en la desaparecida Escuela de Peritos que, por circunstancias de la vida, nunca terminé. Me quedan colgando tres o cuatro asignaturas y, al final, siempre me ha dado pereza».

Estas cosas le pasan a cualquiera, pero la etapa del trabajo, y no como ahora que tanto escasea, le surgió muy pronto. «Todavía estaba estudiando y me surgieron dos oportunidades: el Guipuzcoano, que aterrizaba en Logroño, y Mutualidades Laborales. Las dos oposiciones las aprobé. En el banco, me exigían la incorporación inmediata y en Mutualidades aplazaban mi ingreso a que finalizara la mili, que estaba haciendo en Aviación. A mí me apetecía el banco más que el otro trabajo, donde no me veía con manguitos, tipo funcionario de antes».

Una Nochebuena dolorosa. En los balbuceos de la construcción de su vida laboral, el gran mazazo de la pérdida de su padre, Miguel, en plena juventud. «En el banco no me esperaban y voy a hablar con mis superiores de la base de Agoncillo, que me trataron de maravilla. A través del teniente coronel Izquierdo, padre de un amigo mío, fuimos a hablar con el coronel Ramírez  Ruanes, no sé si te acordarás, un caballero, y le expuse mi situación. Me quedaban tres meses para licenciarme y pensaba que me iba a decir: 'Pues te fastidias y aguantas'. Todo lo contrario, escuchó con toda atención y comprensión mi problema, resolviendo a mi favor -'que no estamos para perder un puesto de trabajo'-  y me concedió un  permiso indefinido, eso sí, tenía que presentarme cada mes en el cuartel».

La muerte es siempre una situación dramática y la de un padre, una tragedia. «Estoy en el Guipuzcoano dos o tres años y coincide con la muerte de mi padre, tan repentina y tan inesperada. Me acuerdo que fue en el año 1973, tenía 41 años y yo había cumplido 23. Había sido futbolista profesional, con una salud de hierro y muy conocido por el restaurante Buenos Aires de La Laurel, donde iba mucha gente, todos los futbolistas del Logroñés y yo también comía. Por una cosa o por otra, no hay día que no me acuerde de mi padre y va para 48 años. Fue un gran golpe por todo y, precisamente, el día de Nochebuena». Un maldito infarto que no avisó. «Corrí al Hospital Provincial y estaban mis tíos llorando; ya había fallecido. Hizo la mili en el Maestranza, que era el rival del Logroñés, como profesional y en Agoncillo conoció a mi madre. Luego firmó por el Cádiz, el Orense y de allí al Coruña por tres temporadas. Tanto con el Cádiz como en el Deportivo militó en Primera División. Cuando deja de jugar en Coruña, le surgió la oportunidad de establecerse con algún compañero, pero a mi madre le tiraba mucho Logroño. Fichó por el Logroñés dos o tres temporadas hasta que colgó las botas y se quedó en el Buenos Aires, con mi tío Chuchi, que acaba de fallecer hace unos días».

De banco a banco y a Cajarioja. Estamos en los momentos de los propósitos, intenciones y oportunidades. «Al punto, que el entonces director del Altántico, que ha estado operando en una esquina de Gran Vía, Pedro Barrios, que llegó a ser director de la desaparecida Caja Rural, me ofrece entrar en el banco y me duplicaba el sueldo, porque en el Guipuzcoano estaba de auxiliar. Permanecí en el Atlántico once años por lo menos y era jefe de Riesgos, con aspiraciones de director, aunque tenía que moverme a otra plaza, por la política de las entidades de no consolidar a un empleado que fuera de la ciudad. Mi mujer era funcionaria, ahora ya jubilada, y viendo que tenía cortado el ascenso, me surgió optar a una de las dos plazas que salieron en Cajarioja».

Nuestro personaje ha acumulado un carro de experiencias, con una credibilidad y gestión positiva en todos los cargos que ha desempeñado, en el sector financiero y lo mismo en la empresa privada. «No lo digo ni en mi casa, me presento a las oposiciones sin que lo supiera nadie y, a los pocos días, el director general de Cajarioja, Víctor Fernández-Aldama, me confirma que había aprobado y que, si me interesaba, tenía el puesto. Y me interesó. La Caja, entonces, era un puesto para toda la vida y con oportunidades de hacer cosas».

Paso a la empresa privada. Nos hemos situado en el año 1986. Al final, la vida consiste en ser, a veces, lo que uno no sabe dónde acabará, yendo de la ceca a la meca. «Estaba fenomenal en Cajarioja, no había que ir a buscar clientes; es que venían los clientes y con Ibercaja, dominaban el mercado. Era muy de mentalidad más bancaria y estaba a gusto, pero un día mi amigo José Luis Inchausti, que me conocía bastante, amigo de cuadrilla y comíamos juntos, me propone la gerencia de su empresa, Litografías Alavesas. Se había separado de su socio, se establecía por su cuenta, lo que fue Grafometal, y le hacía una competencia muy fuerte. Llevaba dos años en Cajarioja y me lo pensé mucho. Era otro mundo y encima con la exigencia legítima de un empresario, como José Luis Inchausti, buenísimo en todos los aspectos, generoso, que confiaba en mi persona. Estuve en Litansa, que así se le conoce en el mundo empresarial, durante cinco años, del 1988 al 1993».

El negocio va bien, parando el envite de la competencia. «En esa fecha, José Luis me comenta que quiere que su hijo mayor Juan, que ha terminado la carrera, se integre en la empresa. Aunque huía de tener familiares en la sociedad, hacía una excepción para que el hijo ocupara la gerencia. Por cierto, bajo su dirección, se ha convertido en un monstruo con una plantilla por encima de los 300 trabajadores».

Prejubilación en Caixa. Sería cosa de analizar a nuestro personaje en el terreno de las vivencias profesionales. «En Cajarioja había solicitado una excedencia de cinco años que ahora quería ejercitar. La entidad pasaba por un momento delicado, porque había adquirido Caja Rural y, en el proceso de fusión, prescindieron de mucho personal. Eso lo estamos viendo ahora en todas las fusiones bancarias. Fernández-Aldama tenía en mente una especie de banca privada, asesoramiento y hacer cosas en Madrid. Yo, encantado; no tenía que ir al paro, porque era inmediato. Pasaron los días, no me llamaba, empecé a mosquearme y me apunto en el paro; exactamente estuve 15 días».

No sé si les dice algo a los lectores y conocidos de nuestro protagonista, que es un todo terreno, que no le cuesta adaptarse. «El director de Cajarioja confiesa que tiene un problema, yo también lo tengo y mayor: no puede incorporarme cuando estaba echando gente a la calle y los sindicatos se le iban a echar encima. Me surgen otros bancos pequeños y Argimiro Sola, que era jefe territorial de Caixa para el norte, me dice que están buscando un director para Logroño, como AgroCaixa. Viajo a Pamplona y luego a Madrid para la entrevista con una hora de espera hasta conocer el resultado. El tiempo se me hizo eterno hasta recibir la buena nueva: 'El puesto es tuyo'».

Así que no es oro todo lo que reluce, mejor dicho, no todo está en los libros. Felipe Royo entró en la Caixa en 1993 y permaneció, como director de la oficina principal 13 años, hasta la prejubilación, los dos últimos, responsable de la Oficina de Empresas. «Cuando estaba más a gusto, trabajando con empresas, que es lo que me gustaba, empieza la ronda de las jubilaciones bancarias y tal. Me llamaron un día de CCOO, que en Caixa tiene un gran ascendente, y me informaron de que estaba en la lista de las prejubilaciones, que era el mejor momento porque las cosas se pondrían peor. Total, que a los 58 años me prejubilé con unas buenas condiciones, porque venía la gran crisis de 2007-2008».

Pasión por el periodismo. La vida, con su multitud de aventuras y episodios, tiene otros capítulos. A Felipe Royo le hubiera gustado ser periodista de campanillas o del montón, pero periodista. «Mi primer folio me lo puso el desaparecido y gran amigo Eduardo Gómez para dar cuenta de los partidos de regional con quince o dieciséis años. Luego, tras la muerte de Franco, tú asumiste la dirección de La Rioja durante muchos años. Me fui metiendo, metiendo, me gustaba el ambiente y escribía las crónicas del Logroñés con Tomás Santos, pero me tiraba más la radio. Un día, ya estaba casado y había dejado el periódico porque no podía compaginarlo con mi trabajo, me ofrece Cholo Eizaga, que era el dueño de Radio Rioja, realizar las retransmisiones del Logroñés. Se jubilaba Esteban Prudencio Alcalá y el equipo estaba en auge. Cholo tenía una gran visión comercial y el Logroñés se metió primero en Segunda B, luego en Segunda A y, al final, a Primera División, como así sucedió.

'Gol en Las Gaunas', un icono.  A lo largo de la charla, ha dejado jirones de intimidad por el camino y por acortar el relato, citamos de pasada su participación en Carrusel Deportivo de la SER, cuatro años, la sustitución de profesionales que fueron pasando por las ondas deportivas, viajes de fin de semana para estar el lunes al pie del cañón en la gerencia de la empresa, sus contactos con Roberto Gómez y los que están ahora en la COPE, hasta centrarnos en el día histórico. «El Logroñés olía a Primera y el antiguo estadio municipal, ya derruido, era un hervidero de aficionados  de toda La Rioja».

Se habían pasado las fiestas de San Bernabé, como siempre, bien, muy bien, y andaba muy caliente al ambiente futbolero hasta el éxtasis, de cara al 14-6-1987. «La Rioja se paralizó y llegar hasta Las Gaunas por República Argentina era una odisea: si el Logroñés, que entrenaba Chus Aranguren, ganaba al Valencia, ascendía automáticamente. La directiva, que presidía Joaquín Negueruela, con buen criterio, retrasó el comienzo del partido. A los cuatro minutos de juego, el milagro con el gol en Las Gaunas por medio de Noly».

A Felipe Royo, se le cuelga, feliz y fehacientemente, el sambenito, bendito sambenito, de haber cantado para toda España el famoso gol, del que se han editado libros, revistas, folletos, carteles de la significación del acenso histórico del equipo riojano a la Primera División, en la que permaneció ocho años. «Ya me gustaría volver a repetir de nuevo el grito de 'gol en Las Gaunas'. Para no olvidar hasta que me muera».

Atrás quedan en el recuerdo futbolistas internacionales, como Ruggeri, Alzamendi, 'el abuelo' Cruz, Lopetegui, Aragón, Maqueda, Salenko, Islas, Polster, Sarabia, Setién o Wilches, y tantas y tantas figuras que, a Felipe Royo, le produce nostalgia de la buena con una exclamación: «El Logroñés tenía un equipazo que era la admiración de todas las aficiones de España».

Picar en la política. La vida le lanza retos y los supera con sus luces y sombras y no escapa a la tentación de entrar en política, siempre independiente. Es el gusanillo de lo nuevo y del poder: «Mi tío Carmelo, que fue como mi padre, iba de candidato de UCD a la Alcaldía de Logroño en las primeras elecciones democráticas y se daba por hecho que iba a salir y me pidió que fuera: 'Quiero que vengas en un puesto simbólico'; pero, a última hora, hay cambio de cromos y Miguel Ángel Marín, que fue alcalde, encabeza la lista municipal y mi tío va al Senado, que también logró el escaño. Entonces, ¿qué pinto aquí? Pues nada, con las papeletas ya impresas con mi nombre, incluso me tocó participar en algún mitin y, a pesar de que ir en los últimos de la lista, a lo largo de la legislatura, hubo bajas y quedé en puertas de entrar en el Ayuntamiento».

Pero hay más y esta vez no picó en hueso. «Ya jubilado, solía ir a comer con Emilio del Río, José Luis Milagro y alguna vez se unía Pedro Sanz, que un día me comenta: '¿No te gustaría ser concejal y echar una mano a Cuca Gamarra?'. Un día me llama Cuca, con la que tengo una buena amistad y me ofrece ir en su candidatura del Partido Popular. Empezamos a hablar, hablar y le digo, que primero sería como independiente y, si voy, con posibilidades de salir. Ya tenía la lista media cerrada y me situó en el puesto sexto, que salía seguro. Lo consulté con la familia y me dieron su consentimiento».

Ganó el PP y Felipe ocupó su escaño en el pleno, pero sufrió una gran decepción. «Si te digo la verdad, a los cuatro meses me hubiera marchado, porque no era lo prometido, que era la Concejalía de Economía, por mi trayectoria profesional y mis conocimientos. A pesar de ir en el puesto sexto, no participé ni siquiera en la Junta de Gobierno. Cuca se rodeó de su guardia pretoriana, como los Yangüela, Mar San Martín, Javier Merino Pilar Montes, Sáez Rojo y así. Me dolió mucho. Salimos 17 concejales, lo nunca visto en Logroño, pero estábamos unos cuantos pelando la pava y no pintábamos nada. Me nombraron vicepresidente de la Comisión de Turismo, que iba a desaparecer, y menos mal que Javier Merino, que era el 'capo' en Logroño Deporte, me hizo vicepresidente y ahí con Titín hicimos nuestras cosas. Cuca, animal político donde los haya, mira a dónde ha llegado a nivel nacional, pasó de mí y no cumplió lo acordado. Estuve a punto de dimitir y les aseguré que, en la próxima, que no contaran conmigo».

El sueño del Berceo. Hay muchas maneras de ser y estar en esta vida y en Felipe bulle la inquietud de integrarse siempre en el Club Deportivo Berceo de su alma y corazón, forofo hasta el tuétano. «Había sido siempre una ilusión en la familia berceista contar con unas instalaciones propias para nuestras actividades deportivas, en especial, el fútbol, y surgió la oportunidad de adquirir unos terrenos en La Isla, junto al Ebro, en la carretera del Cristo. Allá nos metimos y compramos una finca que avalamos siete socios y luego se abrió la puerta a nuevos accionistas».

Las promesas de ayudas oficiales se quedaron en nada, como las huellas del trineo en la nieve, que se las lleva el viento. «Nos prometieron el oro y el oro en el Consejo Superior de Deportes y otras instituciones, pero coincidió con los cambios de la transición y todo queda en agua de borrajas. Nadie respondió y en 1982 se inauguró el complejo con campos de fútbol, piscinas, pistas de tenis y frontón».

El pasado es un filón que no se acaba y empieza el peregrinaje a Cajarioja. No hay dinero para afrontar los pagos y vienen los quebraderos de cabeza. Se ofrecen las instalaciones a Cantabria, a Jesuitas, pero nada... y falla también la operación con unos constructores para levantar viviendas, hasta dar con un préstamo hipotecario, de la Caixa ,con el compromiso de responder a la deuda fielmente. «Las obras costaron entonces unos 26 millones de pesetas y con sacrificio y ahorro se va respondiendo, pero tenemos deuda para años. Luego, enfrente, la mala suerte del monstruo de Las Norias, que se lleva nuestra posible clientela para el uso de las instalaciones. Esta es una larga historia, pero de todo se sale y, a trancas y barrancas, se va cumpliendo y damos cobijo a los más de 25 equipos de fútbol y más de 400 jugadores, orgullo de todo berceista».

Dos hijos periodistas, lo que él no fue. Lo bueno es seguir en el mismo lugar. Desde el principio de los tiempos, Felipe Royo es forofo del Berceo. Fue futbolista, sin mucha fortuna, es socio, directivo y hasta ocupó la Presidencia del club de sus amores. Se ha forjado en el cuadrilátero de la vida, sin estridencias ni aspavientos, con bajones y euforias. Tiene cuatro hijos, dos de ellos, periodistas, chica y chico, por partida doble, lo que no pudo ser, que han viajado y trabajado por medio mundo.  Se adivinan y se ven muestras y hechos de un magnífico abuelo para sus cuatro nietos a la espera de un quinto en camino para el próximo año. Pasea mucho y la ribera del Ebro le parece impresionante. Hizo causa común con Lorenzo Cañas en su ten con ten con el cofrade mayor y se dio de baja, con alguno más, en la Cofradía del Pez. Ha cursado los tres años de la Universidad de la Experiencia, le encanta y suele apuntarse a algún curso de postgrado. Con cierta tristeza, le apena que cada día tengamos menos industrias en los polígonos, que antes estuvieron llenos y detesta la nostalgia porque eso le deprime. No cocina y, aunque hizo sus pinitos en la Universidad Popular, pero los justos, para cubrir a la mujer cuando estaba en el trabajo. En cuanto se jubiló, colgó trastos y ha cedido a los hijos su plaza en La Becada, aunque aparece en algún almuerzo de vez en cuando.

Permítanme los lectores amigos una licencia para referir una fase que repite muchas veces nuestro personaje: 'Felipe, hoy un hombre; mañana, una leyenda'.    

 Así que, es inevitable hacerse amigo suyo.