La esperanza comienza de nuevo para 38 refugiados

M. A. G-S.
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Cinco refugiados se instalan en Logroño mientras que sus compatriotas lo harán en Barcelona, Madrid, Pamplona así como en el sur de Francia

Anatoli, con su hija Svetlana, en la entrada del Hotel Murrieta. Hoy ponen rumbo a Madrid. - Foto: Óscar Solorzano

Cuarenta y seis horas después de iniciar su viaje de vuelta desde Prezmysl, a tres mil kilómetros, Un Viaje para la Esperanza llegó a Logroño con 8 de los 38 refugiados que, gracias a la iniciativa impulsada por Paula, Flor, Jesús y Vicente, más Iñaki que se ha quedado en Polonia, han podido huir del horror de la guerra. 

De los ocho que llegaron ayer a la capital riojana, cinco echarán raíces de forma provisional a la espera de poder regresar a Ucrania, Nadie quiere poner plazos. Éstos se dictan en Moscú. Otros tres ponen rumbo esta mañana  a Madrid, donde se reunirán con su hija, radicada profesionalmente en la capital. Por el camino han quedado el resto de refugiados que han conseguido llegar a España y al sur de Francia gracias al autobús que partió el pasado viernes de Logroño con veinte metros cúbicos de material sanitario que se encuentra ya en Ucrania. Entregado este en Korzcowa, el segundo objetivo era acercar a España al mayor número de exiliados por la guerra.

De la mano de Un Viaje para la Esperanza, 38 refugiados ucranianos, una decena de familias (la más numerosa compuesta por siete miembros, las más exiguas de apenas dos) estrenan un nuevo capítulo en sus vidas. Lo hacen con esperanza pero conscientes de que atrás dejan a muchos de sus seres queridos.

Jana, Tatiana y Timur, de apenas año y medio, se alojarán en El Cubo en un piso cedido por la generosidad de una familia logroñesa. Jana ha dejado atrás a su madre y a su marido. Informada de que el autobús atravesaba la Gran Vía, Tatiana, su suegra, aprobaba con la mirada lo que veía a su paso. Se despidió de su marido y también de su hijo, voluntario en Chernivtsi. Las dos, así como la juguetona criatura, se mostraban muy agradecidas a Un Viaje para la Esperanza aunque lamentaban tener que haber huido de Kiev.

Jana, que estudió Filología Hispánica, reconoció estar tranquila porque desde hace días «no escuchamos los cohetes» (llegó el sábado a Radymno, en Polonia). «Mi madre y mi marido se han quedado pero yo tenía miedo de quedarme en Kiev», reconocía una joven de treinta años que no sabe cuándo podrá reunirse con las personas con las que hasta hace nada comparía su vida. «Espero que podamos volver pronto», soñaba.

Tras descansar en el Hotel Murrieta, Oksana, de 46 años, y su hija Sofía, de 14, se alojarán las próximas semanas en Villamediana, gracias a otra muestra de generosidad desmedida. Fueron las últimas en subirse al autobús. Con la ayuda del traductor Denis, que se quedó en Pamplona con siete de los refugiados, vencieron sus miedos y optaron por venir a LaRioja, pese a carecer de referencia alguna y sin contar con pariente ni conocido alguno.

Sus pertenencias caben en apenas dos bolsas de viaje. No pudieron coger nada más en su escapada a la carrera de Donetsk. Por delante tienen el reto de empezar una nueva vida, aunque les persigue la incertidumbre de qué pasará con su marido y con su hijo mayor.

Anatoli, Valentina y Svetlana llegarán hoy a su destino.Serán los últimos desplazados en completar su camino de ida. Les precedieron, en este viaje que comenzó en Przemysl y que acabó ayer en Logroño, otros treinta compatriotas que han estrenado el primer día de sus nuevas vidas. En Narbona, rumbo a Barcelona, se bajó una familia de siete miembros. Quedan bajo custodia de una familia que, anteriormente, cobijó a sus sobrinas, víctimas de Chernóbyl. Desde hace días, han perdido todo contacto con éstas. Intuyen que es un mal presagio.

En Toulouse se bajaron otros seis pasajeros, dos familias más, con destino a Sarrazan y a la capital del Midi. En Bayona se despidieron otros diez pasajeros. Nazar, que no ha sonreído en todo el viaje, y Miroslav, de la mano de su madre, dejaron a su padre en Sumy, muy cerca de la frontera rusa. Otros siete pasajeros marcharon a Burdeos mientras que los siete últimos se quedaron en Pamplona. Incluido Bogdan que, con 22 años, dejó Ucrania veinte días antes de que empezara todo. De lo contrario, nunca hubiera podido salir. Sabe que solo volverá a Vinnitsa «cuando maten a Putin». El resto no son tan optimistas.

Escala en Logroño antes de reunirse en Madrid. Anatoli, de 75 años, junto a su mujer Valentina (73) y Svetlana, su hija, pernoctaron anoche en Logroño y esta mañana pondrán rumbo a Madrid en un taxi fletado por Un VIaje para la Esperanza. El objetivo es reunirse con su hija, antes de tomar una decisión sobre su inmediato futuro. 

Pese a la dureza del viaje (prácticamente dos días en el bus sin poder moverse), Anatoli se mostraba contento al igual que Valentina, rusa de origen.

Svetlana manifestaba la alegría por poder dejar atrás Zaporiya tras un viaje de 24 horas iniciado el viernes desde esta ciudad hasta Leópolis, donde cogieron un tren hasta Medyka (5 horas).Tras pasar noche en el Centro de Refugiados de Przemysl, el lunes se subieron al bus fletado por Un Viaje para la Esperanza. Ayer llegaron a Logroño y este jueves, por fin, se reunirá toda la familia en Madrid.