Cuando Logroño tuvo reyes

Bruno Calleja Escalona
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Espartero no siempre fue el protagonista pétreo en el Espolón. Antes de la llegada de la figura ecuestre del general, seis esculturas regias flanqueaban la arboleda. Con la II República, las esculturas acabaron hechas trizas

La imagen, de principios del siglo XX, muestra las estatuas flanqueando el quiosco. - Foto: Colección de Taquio Uzqueda

Dos siglos dan para mucho.  Sus parterres han sido testigos de declaraciones de amor y de citas de negocios, de actos oficiales, conciertos, bailes y discursos. Como las generaciones que lo han frecuentado y la ciudad que le honra como su paseo emblema, el Espolón ha evolucionado, aunque no haya perdido del todo cierto regusto decimonónico. 

El céntrico enclave no siempre tuvo como referencia principal la estatua ecuestre de Espartero ni su fuente, pero exhibió otros elementos característicos ya desaparecidos. Las postales en tonos sepia recuerdan al quiosco de música y flanqueando la arboleda seis esculturas regias.

La historia de esas figuras comenzaba en 1734, cuando el viejo alcázar medieval de Madrid, que alojaba la corte y la casa del rey, fue pasto de las llamas. Sobre sus restos se levantó un nuevo palacio. El XVIII era el siglo del barroco, de las grandes monarquías, y Felipe V, influido por sus parientes franceses e inspirado en los lujos de Versalles, encargó a los arquitectos italianos Filippo Juvarra y Giaovanni Battista Sacchetti la nueva sede regia, inundada de arte rococó. 

La figura de Espartero es hoy el elemento central del paseo. La figura de Espartero es hoy el elemento central del paseo. - Foto: IngridPara adornarla, el padre Sarmiento diseñó un programa de 108 esculturas que representarían a los monarcas hispánicos desde los visigodos, personajes precolombinos o emperadores romanos de origen hispano. Obra de artistas italianos y franceses, las esculturas coronaban las cornisas palaciegas. Sin embargo, Carlos III ordenó retirarlas, por su excesivo peso, y distribuirlas por el país.

Desplazadas por Espartero. A Logroño llegaron seis, que fueron almacenadas en la Alhóndiga hasta que en 1858 el Ayuntamiento las erigió en el Espolón. El Paseo de Los Reyes, en el espacio que hoy ocupan Espartero y la fuente, se inauguró el 23 de abril de aquel año, aunque la llegada de la estatua del general las desplazó junto al quiosco de música.

Como recuerda Jerónimo Jiménez, representaban a Pelayo, Ordoño, Leovigildo, Alfonso el Casto, Enrique I y Felipe V. En las primeras décadas del siglo XX, el lugar se convirtió en el paseo preferido de la ciudadanía.

La II República certificó el final de las estatuas, pues un grupo de radicales las destruyó y esparció los restos por la plaza. En la ciudad, hay quien sostiene que esos fragmentos fueron enterrados como cimientos en los solares contiguos a la antigua plaza de toros de La Victoria y que algunos acabaron en manos privadas. Fue el fin del Paseo de Los Reyes y de  unas esculturas que cambiaron la manera de ver el arte en el siglo XVIII.