«En el pueblo somos una gran familia y todos nos conocemos»

Javier Alfaro P.
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El máximo dirigente del campus público riojano reconoce que le cuesta sacar tiempo libre y que en su pueblo desconecta

El rector de la Universidad de La Rioja, Juan Carlos Ayala, comparte un rato con su primo Alfredo en un calado de la familia en Hormilleja, su localidad natal. - Foto: Ingrid

Natural de la localidad riojana de Hormilleja, donde se crió y residió hasta los 18 años, el rector de la Universidad de La Rioja, Juan Carlos Ayala, (1961), no ha dejado de volver.

«Para mí el pueblo es todo porque todos mis recuerdos de infancia y juventud están aquí en Hormilleja», resalta.

Mientras da un paseo por el pueblo, saluda a todo aquel con el que se va cruzando, por su nombre o su apodo. «Porque aquí somos como una gran familia y todos nos conocemos». A pesar de ser un pequeño pueblo a orillas del Najerilla de poco más de un centenar de personas censadas, en cada calle hay alguien, ya sea paseando, en una ventana o disfrutando del buen tiempo de los últimos días del invierno.

«¡Qué bien estás ahí sentado al sol!», le dice a un vecino con el que charla unos instantes. Entre los que se cruza, su primo Alfredo Ciria Ayala. «Antes de que os vayáis tomamos algo en el calao», le comenta. Dicho y hecho, el camino termina en una bodega familiar con un calado rehabilitado sinuoso y de grandes dimensiones, que incluso cuenta con varios arcos de sillería.

Ambos primos conversan mientras comparten un porrón de clarete. La vida del pueblo. 

«Aquí es habitual, sobre todo antaño, pasarse de una bodeguita a otra y almorzar o merendar tomando algo con los amigos y vecinos», indica el rector, que en su pueblo es Carlos, el hijo de la Bene y de Ramón.

«El pueblo también me permite desconectar y dejar las obligaciones a un lado, porque para mí es difícil sacar tiempo libre», asegura.

«Aquí subo mucho, mi madre falleció el año pasado pero aquí sigue viviendo uno de mis hermanos y almorzamos juntos o le ayudo en el campo cogiendo olivas o en la viña», comenta. Actividades que le recuerdan a su juventud. Mientras estudiaba Empresariales en Gijón o en Bilbao, donde se doctoró, volvía regularmente, especialmente en verano, y le tocaba echar una mano en el campo. «Incluso cogiendo pepinillos de las matas», que plantaba su padre.

Para él, el encanto de su localidad natal no es el arquitectónico, sino que está «en plena naturaleza», con el río Najerilla al lado, «y los chavales siempre hemos podido hacer lo que queríamos, sin horarios, y los que lo hemos vivido hemos querido que también lo vivieran los fines de semana y en verano nuestros hijos».

Subraya que en las últimas décadas, desde que el pueblo tiene piscina, le ha dado «más vidilla en verano». Comenta que hace unos años se construyeron unos chalés «con una colonia interesante de  vascos, sobre todo guipuzcoanos, atraidos por gente del pueblo» y, en los últimos años, «nuevos vecinos, procedentes de la migración».