Logroño cuenta en gran medida su historia por los edificios que aún atesora su casco antiguo, pero también por los huecos que han dejado inmuebles que no hace tanto desaparecieron pasto de la piqueta y que sin ser grandes palacios, tenían su relevancia, bien por lo arquitectónico, bien por los personajes que habitaron entre sus paredes. En esta categoría se inscribe una casa que exhibía cierto empaque nobiliario, con su escudo en la fachada, como corresponde a la morada de un corregidor de la ciudad, y que presidía la plazuela de La Cadena, donde esta calle de sonoro nombre se funde con la no menos castiza Herrerías.  

En este rincón del Logroño profundo se mantuvo hasta no hace demasiados años esta edificación, de dos alturas, construidos sobre un primer nivel de piedra. En la fachada llamaba la atención la presencia de un escudo muy bien trabajado. En él se representaba un castillo con tres torres en un solo cuerpo y un árbol. Aunque no está clara la autoría, parece asemejarse a un apellido del linaje Del Castillo, una familia noble procedente de Cantabria.

En la puerta principal del edificio podía verse una baldosa perteneciente al vecindario de 1772, el primer listado vecinal de la ciudad de Logroño. Este edificio recibía el número 331. Según el documento, la casona tenía aquel año un ilustre habitante: Melchor Sáenz de Tejada, corregidor de la ciudad desde 1770, en donde se asentó después de desempeñar el mismo cargo en Vélez-Málaga en 1766. Tras la estancia como autoridad municipal en la capital riojana, el corregidor Melchor Sáenz de Tejada se fue a ocupar una plaza en las Cortes de Navarra. Por entonces, el inmueble de la plazuela de la Cadena era propiedad de Ildefonsa La Fuente.

Como muchas otras casas, la estructura fue dividida en pisos en los años posteriores. La edificación tenía una planta irregular, con el patio edificado en torno a la antigua muralla medieval que dio origen a la plaza. Esta circunstancia permite dar una idea de la cronología del edificio. El interior se articulaba en torno a una escalera central, que comunicaba todos los espacios y posteriormente fue la escalera común cuando el edificio se reconvirtió en 9 viviendas. 

Lo mismo que su planta no era regular, tampoco lo era su altura. En su parte delantera, la casa solo tenía tres niveles, mientras que por detrás el edificio ganaba altura y contabilizaba cuatro pisos, pues contaba con una entreplanta. Bajo la cubierta también se aprovechaba un espacio.

INCENDIO Y DEMOLICIÓN. Para volver a encontrar referencias a la historia de esta casa hay que irse hasta las últimas décadas del siglo XX. Por entonces, el edificio presentaba ya un estado de conservación lamentable. En 1983 un incendio originado en el segundo piso arrasó parte del edificio y dejó las cubiertas y la escalera en unas condiciones inhabitables. 

El final de este noble edificio llegaría cuando en 1995 fue declarado en estado ruina, lo que llevó al Ayuntamiento a tomar la decisión de derribarlo el 27 de enero. Antes de demolerlo, se desmontaron los barandados de forja de la escalera y el gran escudo de piedra, además de unas decoraciones de madera que había bajo el alero. Toda esta decoración se trasladó al Parque de Servicios del Ayuntamiento, lugar en el que se encuentran en la actualidad. 

El edifico se derribó casi por completo, dejando en pie el primer cuerpo de las escaleras de piedra y por supuesto, los restos de la muralla que un día condicionaron la construcción de esta casa y el primer nivel de la fachada principal del edificio, realizada en piedra de sillería que contaba con una gran puerta arquitrabada y unas ventanas con decoración simple. 

El pésimo estado en el que se encontraba este muro llevó al Consistorio a demolerlo por completo, de forma que se borró de la faz de la ciudad una importante y descono