La pizarra, con Emilio del Río: "Carpe diem"

Gustavo Basurto
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Filólogo, escritor, político... Fue un 'ciclón' en la vida política riojana y lo es en la vida privada. Vitalista y diestro en la fina ironía, Emilio del Río titula esta entrevista como despide su último libro Calamares a la romana.

La Pizarra: Emilio Del Río Sanz - Foto: Ingrid Fernández

Después de Latín lovers, vuelve a la carga con un nuevo libro, Calamares a la romana, para demostrarnos que en nuestro día a día casi todo tiene una razón que se hunde en nuestro ascendente romano. Emilio del Río lo ha sido casi todo en la política riojana: consejero, portavoz del Gobierno, diputado, senador...Ahora cumple su cupo con la cosa pública en el Ayuntamiento de Madrid como director de Bibliotecas, Archivos y Museos. Doctor en Filología Clásica, se ha embarcado en la aventura editorial de divulgar cómo era la cotidianidad de la Roma clásica en tono desenfadado y divertido. Otro riojano, Marco Fabio Quintiliano, dijo hace casi dos mil años: Desde el comienzo puede asegurarse el fin. Y la charla con Emilio promete.

De Madrid al cielo; ¿de Logroño a...?
De  Logroño a Madrid, y de Madrid al cielo. Logroño es mi pueblo, La Rioja es mi tierra y Madrid es una ciudad fascinante, de la que ya me enamoré cuando fui a estudiar en los años 80 a la Complutense. He estudiado en dos ciudades, Madrid y Oxford, y de las dos me enamoré.

Latín Lovers, Calamares a la romana..., ¡menudos títulos! Ha sido dejar la política riojana y soltarse usted la melena.
(Risas) Bueno, he tenido siempre la melena suelta en política, aunque quizás no se veía lo que de verdad es uno; porque esto es lo que soy. Soy es un humilde profesor al que le gusta compartir lo que sabe de una forma divertida. Y eso es Latín lovers y Calamares a la romana, que es un libro divertido, lleno de humor y de conocimiento.

¿Piensa seguir con la saga?
Sí, claro. Estamos trabajando ya en el siguiente libro.

En la foto de la portada se le ve muy natural con la toga romana.
La editorial me propuso hacerme la foto para la portada del libro con la toga y no contaba con que yo tengo muy bajos los niveles de colesterol y del ridículo, y por supuesto les dije que sí. Es una forma desenfadada de transmitir, ya con la portada y con el título, de qué va el libro.

¿Y de qué va?
De romanos, de su vida cotidiana, del día a día, no de emperadores ni de grandes batallas. Explicado todo con humor, porque una de las grandes contribuciones del mundo clásico es el humor; se reían de todo y de sí mismos. 

Sus libros están llenos de anécdotas divertidas de nuestro ascendente (y presente) romano. ¿Su favorita?
Hay tantas...Hay una bonita, y es que los romanos no necesitaban ni un sacerdote, ni un funcionario público ni un juez para casarse, aunque podían hacerlo si querían. Sí necesitaban unos testigos. Cuando se casaban, la pareja se ponía el uno al otro un anillo en el dedo. Por cierto, anillo en latín es anulus, que quiere decir pequeño ano, que es otra muestra de humor de los romanos. Se ponían el anillo en un dedo que por eso se llama anular. Y se lo ponían ahí porque pensaban que ese dedo tenía un nervio que estaban conectado con el corazón y era una forma de simbolizar el compromiso del matrimonio. ¡Bonito, ¿no?! 

¿Y luego venía el ‘sí quiero’?
Se casaban con una fórmula ritual muy bonita: Ubi tu Gaius, ego Gaia, que quiere decir: donde tú estés, Cayo, yo estaré, Caya, y al revés. Y la ceremonia de matrimonio de nuestra cultura viene de ahí, de los romanos, como todo.

Se va poniendo usted serio. ¿Además de reírnos con las anécdotas divertidas, hay enseñanzas de fondo en nuestro pasado romano? 
Hay que conocer de dónde venimos y por qué somos lo que somos, porque eso nos permite evitar los errores que ya han cometido otros. Como decía el gran Chesterton para qué cometer los errores de siempre, si podemos cometer otros nuevos. Una de las lecciones que nos traslada el mundo clásico es que la civilización en la que vivimos se puede desmoronar. El mundo romano se deshizo; las carreteras, las artes, la educación...todo. Roma era una ciudad de un millón de habitantes con un sistema de cloacas que tardó 1.800 años en volver a tener. Y ha tenido que llegar un virus microscópico de China para que nos demos cuenta de que el progreso se puede interrumpir y que somos vulnerables. Y la gran conclusión, que esto es un suspiro y que hay que aprovechar cada momento.

Si el imperio romano no hubiese caído,  ¿seríamos una sociedad más avanzada o una tiranía?
Desde el punto de vista político se habría recuperado la democracia. Los romanos salieron muy escaldados de la monarquía y cuando llegó la república en lugar de un primer ministro, votaban a dos. Ya con Augusto se acaba la democracia. Pero siempre anidó ahí la idea de la democracia y de la república romana. Y desde el punto de vista de la civilización, me imagino que habríamos llegado antes al espacio. 

Varea, Calagurris, Quintiliano... Con todo ese lobby riojano seguro que a estas alturas ya tendríamos ferrocarril de alta velocidad.
Lo habríamos tenido mil años antes con alguien como Marco Fabio Quintiliano en Roma, que fue el primer catedrático con sueldo público en el mundo romano, porque la enseñanza era privada. Es un gigante de la cultura occidental. Creo que no somos conscientes de hasta qué punto podemos sentirnos orgullosos en La Rioja de ser paisanos de un tipo como Quintiliano. Pero sí había un lobby hispano en Roma, cuando se encontraron Quintiliano, que era de Calahorra, Marcial, que era de Calatayud, Séneca, de Córdoba, y Columela, de Cádiz.

¿Por qué les gusta tanto a los políticos hablar ex cátedra y tan poco entonar el mea culpa? 
Decía Churchill que la diferencia entre la vida y la política es que en la vida solo se muere una vez. Uno de los peligros de la política es el exceso de vanidad. Dedicarse a ella requiere varios ingredientes: una cierta vocación de servicio público, capacidad de gestión y de comunicación y un punto de presencia pública. Esto es como el colesterol, que todos lo tenemos, pero en la política el nivel de vanidad está muy alto. 

¿Algún aforismo que recomiende a sus excompañeros de la política riojana?
Una frase de Séneca: ningún viento es favorable para aquel que no sabe a dónde va.

¿Si Pedro Sánchez es César, quién sería Pablo Iglesias?
Bruto.

¿Le tienta volver a la arena política riojana o hay más oportunidades en la corte?
Decía Aristóteles que el hombre es un animal político. Todos los ciudadanos tenemos que estar implicados en la política. Literalmente, idiota, que viene del griego, significa el que no quiere saber nada de la cosa pública. ¡Claro que vivo la política de manera intensa! Pero no tengo ninguna ambición política en La Rioja. 

En cuanto se ha relajado el estado de alarma, los españoles hemos ido como locos a los bares. ¿Ha ocurrido lo mismo en las bibliotecas, archivos y museos?
También han ido, la gente estaba deseando ir a las bibliotecas. Pero sí, eso de irse a tomar algo al acabar la jornada laboral, la pasión por los bares, nos viene de los romanos. La calle Laurel es un invento de los romanos, porque en sus ciudades tenían concentraciones de bares, donde se tomaban unos vinos y comían.

¿Será por que in vino veritas?
Tenían un montón de nombres distintos para denominar a los bares; uno de ellos taberna, que no ha cambiado en tres mil años. 

¿Usted en los cómics de Asterix, iba con los aporreados romanos?
(Risas) ¡Hombre, quien no se identifica con los galos! Asterix y Obelix han hecho una contribución extraordinaria para difundir el mundo clásico y con una precisión histórica extraordinaria. Por cierto, se adelantaron al coronavirus. En el capítulo de Asterix en Italia hay un personaje, que es César, al que Asterix y Obelix llaman Coronavirus.

¿Qué rasgo del paso de los romanos por esta tierra nos ha dejado más poso a los riojanos?
Yo creo que el humor; ese toque socarrón de reírnos de todo. Y por supuesto la pasión del vino.

Por favor, un latinajo fetén para despedir la entrevista.
Carpe diem, vive la vida.