E.T. sigue llamando a casa

Mónica Puras (SPC)
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La sencilla y original historia de amistad entre un adorable extraterrestre y un niño continúa enterneciendo al mundo 40 años después

E.T. sigue llamano a casa - Foto: Imagen de 1195798 en pixabay.com

E.T. siempre estará aquí. Así se despidió el simpático alienígena con la punta de su dedo brillante apuntando al corazón de su amigo, justo antes de subir a la nave espacial que lo devolvía a su galaxia, situada en las estrellas, allá, a más de 3.000 años luz. Este The end (final) acabó siendo uno de los más conmovedores de una película, convertida en clásica, que ha marcado la historia del cine y que acaba de cumplir 40 años desde su primera emisión en la pantalla grande en Estados Unidos (11 de junio), y que a España llegó medio año después (6 de diciembre) en el mismo año que el Mundial de fútbol de Naranjito

Y desde entonces hasta hoy, continúa conquistando los corazones de millones de hogares. 

Steven Spielberg, que ya contaba con el prestigio de Tiburón, Encuentros en la tercera fase o En busca del arca perdida, supo dar con la tecla una vez más para lograr un éxito apabullante en las taquillas y conservar en las carteleras de las salas de medio mundo su película de ciencia ficción durante más de un año. 

La historia de aventuras y amistad entre un terrícola y una criatura de otro planeta enterneció a los espectadores y fue aclamada por la crítica además de nominada a nueve premios Oscar, de los cuales se alzó con cuatro, uno de ellos el de mejor banda sonora, la de John Williams, una música que hizo soñar a toda una generación. 

 La identificación de Spielberg con uno de los protagonistas, Elliot, fue la mejor receta, además de que el director consiguió rodar todo el film a la altura de los ojos de un niño. Para el papel del niño se eligió a Henry Thomas, un chaval de nueve años con tan solo una participación como experiencia en otra película. Fue su interpretación de tristeza en el casting la que hizo ganarse el papel. El chico se metió tanto en la escena, que pensó en el día que se murió su mascota y sus lágrimas convencieron tanto a Spielberg que hasta el famoso cineasta lloró con su conmovedora improvisación.

Una vez conseguido a uno de los artistas cruciales, llegaba el mejor detalle, el máximo atractivo, el amigo imaginario de Elliot (y del resto de la comunidad infantil). 

Una criatura que con sus enormes ojos azules, con aspecto extraño, diferente a cualquier muñeco, que despertó la simpatía del entregado público. 

El encargado de dar vida al maravilloso monstruo fue el italiano Carlo Rambaldi. Dispuso de cinco meses para la gestación del nuevo ser animado que lleva una inspiradora combinación de los rostros del científico Albert Einstein, del poeta Carl Sandbug y del escritor Ernest Hemingway, además de algunos rasgos de perro carlino. La figura era un animatronic electrónico que podía ejecutar hasta 100 movimientos distintos y costó cerca de un millón y medio de dólares.

Para las escenas en las que se hacía imposible la utilización de cables se recurrió a un actor enano que protagonizó, por ejemplo, la secuencia en la que E.T. se emborrachaba. Una vez resuelto su aspecto quedaba aún algo por hacer: su voz. Spielberg contrató a una anciana profesora de dicción y dio un tono especial al extraterrestre, que hizo famosas algunas frases célebres como: «Mi casaaaa» o «Teléfono». Ella misma se encargó de doblar a E.T. a otros idiomas, incluido el español.  

El reparto de la película se completó con otros actores poco conocidos como Peter Coyote, Dee Wallace, Robert MacNaughton o la ahora famosa Drew Barrymore que por entonces tan solo tenía seis años recién cumplidos.

La fórmula mágica tenía ya casi todos sus ingredientes principales y secundarios para forjar una historia perfecta: un guion original, distinto, algunos efectos especiales, diversión, romance, amistad, aventuras, ternura y épica, y nada que se pareciera a algo anterior. Ahí radicó su enorme fascinación llegando incluso a desbancar a La guerra de las galaxias (1977). 

 

Un fenómeno social

Érase una vez... en Crescent City, California. Ahí arranca esta increíble historia, que acaricia los sueños (de Spielberg). Un grupo de expertos botánicos estudia algunas especies de otras galaxias y se concentran para analizar algunos vegetales autóctonos de este pueblo norteamericano para llevárselo a otra lejana galaxia, pero agentes del Gobierno los siguen y en su persecución, antes de darse a la fuga total en el firmamento, dejan olvidado a uno de sus miembros. Mientras, Elliot (Henry Thomas) sigue sin encontrar su sitio en casa, y es la víctima de su hermano mayor, Michael (Robert MacNaughton), e incluso de sus amigos, que lo tienen como su esclavo y lo envían por una pizza para que no se chive a su madre.

En medio del camino tendrá que abrir de lleno sus ojos. Elliot descubre al alienígena totalmente perdido y abandonado a su suerte. El pequeño muñeco huye despavorido, pero no encuentra escondite. El chico deja un rastro de caramelos, que despiertan el interés de la extraña criatura, que seguirá las dulces pistas hasta llegar al dormitorio de la casa del muchacho.

El pequeño, al igual que E.T., siente que su hogar está incompleto y es ahí donde comienza su eterna amistad. Elliot y sus hermanos, Michael y Gertie (Drew Barrymore), intentan encontrar la forma de que el extraterrestre regrese a su planeta antes de que lo encuentren los científicos, e incluso la policía, que también está alerta. 

Hasta el regreso a la nave espacial que lo devolverá a su hábitat natural, los niños y el alienígena vivirán infinidad de aventuras y desventuras a bordo de sus bicicletas con poderes.

El cineasta quiso obtener el impacto de la audiencia. Y lo consiguió a base de trabajo y de un minucioso rodaje que apenas duró tres meses de septiembre a diciembre de 1981 en California. Y lo hizo en el más profundo de los ocultismos. Nadie que no formara parte del equipo tenía acceso. Nada de fotos, ni bocetos, ni imágenes del extraterrestre hasta el mismo día del estreno. El director quería guardar la sorpresa y el secreto hasta el final. 

Otro de los elementos fundamentales de esta obra maestra fue la banda sonora. Spielberg ya había cosechado otros éxitos junto a John Williams. La partitura para acompañar a la envidiable relación entre el niño y el extraterrestre llevó una carga sentimental que implicó hasta el último minuto al compositor, que luego fue premiado con la preciada estatuilla. 

Conmoción fue lo que causó el estreno. Interminables colas ante los cines. Cromos, muñecos de E.T., camisetas, posters y todo un mercadillo de productos en alusión a la cinta invadieron y se extendieron por el mundo. E.T., el extraterrestre se convirtió en la película más taquillera de la Historia y se mantuvo en el primer puesto hasta la llegada de Titanic, 15 años después. En la ceremonia de los Oscar obtuvo cuatro estatuillas. John Williams ganó el suyo por la banda sonora y la película se hizo también con los de mejor sonido y mejores efectos visuales y sonoros. Sin embargo el principal, el de mejor película, recayó en Ghandi, a pesar de que la cinta de Spielberg era la favorita. Con Oscar o sin él, E.T., el extraterrestre sigue anhelando su vuelta a casa e intenta comunicarse a través de «mi casa, teléfono». Después de 40 años, continúa estando aquí. En el corazón de Elliot y en el de todos los espectadores.