La región pierde 42 personas al mes durante la última década

R. Muro
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El sociólogo de la UR, Sergio Andrés Cabello, alude al desequilibrio territorial ante las oportunidades en las grandes urbes. De hecho, la población española crece y alcanza ya los 47,4 millones de personas

Varias personas caminan por la Gran Vía de Logroño - Foto: Óscar Solorzano

«La población de las grandes ciudades crece en detrimento de las pequeñas». Es la tendencia que afecta a las provincias del interior y de la cornisa Cantábrica en los últimos años y nada permite aventurar que vaya a cambiar, argumenta el profesor de sociología de la Universidad de La Rioja, Sergio Andrés cabello. Un factor poblacional basado «en las oportunidades que ofrecen las grandes urbes y que lleva a la gente a salir de las ciudades pequeñas». Los últimos datos sobre la población española publicados por el Instituto Nacional de Estadística ratifican los argumentos y concretan en La Rioja un descenso poblacional de 5.055 habitantes en la última década, 42 personas menos cada mes durante los últimos 10 años. La Comunidad tiene actualmente 315.896 habitantes en una población conformada por una mayor presencia femenina, con cerca de 5.000 mujeres más que hombres.

Los datos del INE permiten en esta ocasión analizar la última década a partir de 2011, año en que La Rioja alcanzó su máximo poblacional, con 321.050 habitantes. Hasta aquel momento, y desde el año 2001 (276.000 habitantes), la región experimentó un considerable crecimiento poblacional basado fundamentalmente en el fenómeno de la inmigración, tal y como detalla Cabello. La población marcó un crecimiento evidente hasta hace diez años, momento en que La Rioja, al igual que otras regiones españolas y europeas, viran hacia una tendencia a la baja, más o menos acusada según los años. Todo ello en un contexto general en el que la población española se incrementa por sexto año consecutivo hasta los 47,4 millones de personas. Cabello ve complicado romper este desequilibrio territorial y apunta también al fracaso de las políticas de natalidad, que «no han funcionado y se han institucionalizado en unos márgenes de 1,1 - 1,2 hijos por mujer. Tasa que no varía desde hace quince años». 

La Comunidad registra casi 40.000 personas extranjeras y hasta 8 ciudadanos apátridas

La población riojana creció en su momento gracias fundamentalmente a la inmigración. De hecho, el profesor de sociología de la Universidad riojana se remonta a años atrás, cuando La Rioja contaba con una población que nada tenía que ver con la actual. En 1971, primer dato que recoge el balance histórico del INE, la Comunidad tenía 234.620 habitantes, unas 81.200 personas menos. A los movimientos migratorios, se sumó también el boom de la natalidad, factores todos ellos que han influido en el diseño poblacional de las diferentes regiones, detalla el profesor Sergio Andrés Cabello. 

Dicho de otra forma, de los 315.896 residentes en La Rioja, 276.224 son de nacionalidad española y cerca de 40.000 de nacionalidad extranjera. Así, 17.090 pertenecen a algún país de Europa (sin contabilizar España); casi 11.000 proceden del continente africano; 7.207 de Sudamérica; y 2.649 nacieron en el continente asiático. 

También acoge La Rioja residentes, en menor medida, de América del Norte y Caribe (375) y de Oceanía (22). Como curiosidad, en la Comunidad autónoma residen también 8 apátridas, cifra que ha ido aumentado paulatinamente desde 2014, año en el que el INE contabilizó el primer caso de apatridia en el ámbito de la Comunidad autónoma. 

sin sorpresas. En cualquier caso, los datos del censo que viene publicando el Instituto Nacional de Estadística año a año no sorprenden ya a los analistas. «La pérdida de población no es algo que afecte exclusivamente a La Rioja aunque se deje sentir en proporcionaes similares a otras regiones. Es una tendencia -detalla Andrés Cabello- común a muchas regiones españolas pero también de Francia y Alemania», entre otros países.

Se trata de procesos poblaciones «complejos y difíciles de revertir». Se habló que la pandemia podría haber beneficiado a las ciudades pequeñas, «pero ya hemos visto que no». Cuando una familia «sale de su ciudad en busca de oportunidades a otra ciudad y tiene hijos allí, éstos por lo general, no regresan», concluye.