"La enfermedad patológica del actor es la inseguridad"

Juana Samanes
-

Las interpretaciones que el actor hace de cualquier personaje al que da vida son sólidas, lo que da mucha credibilidad a todos sus trabajos

"La enfermedad patológica del actor es la inseguridad"

Aunque tiene una vida profesional larga, en televisión y teatro, en España conocimos al excelente actor argentino Óscar Martínez gracias a la comedia Relatos salvajes y, sobre todo, por la magnífica El ciudadano ilustre, donde trabajaba a las órdenes de sus compatriotas Mariano Cohn y Gastón Duprat. Con ellos repite en Competencia oficial, una mirada ácida hacia el mundo del cine y sus protagonistas.

En Competencia oficial se lanza una mirada satírica al séptimo arte y sus pobladores. ¿A pesar de la exageración encuentra que hay elementos reales? Porque desde fuera lo parece. 

Y desde dentro también, aunque está llevado al paroxismo y al estilo corrosivo y mordaz que tienen sus directores, Mariano y Gastón. Nunca en mi carrera me he encontrado un director, como la Lola Cuevas de esta cinta, que maltrate a los actores porque, si hubiera ocurrido, el primer día hubiera dejado el trabajo. Pero sí, hay muchos elementos propios del universo de los actores y de los realizadores. Hablaríamos de nuestras neurosis, inseguridad patológica por estar tan expuestos, en un oficio en el que el fracaso y el éxito son públicos. 

¿Realmente se dan tantos egos en el mundo de la interpretación?

La enfermedad patológica del actor es la inseguridad porque los intérpretes tienen una necesidad desesperada de ser aceptados. Yesto hace que esta neurosis tenga un caldo de cultivo muy grande. El ego existe en todas las profesiones, la competitividad también. Piense en la política o la literatura.  

¿Cómo explica su personaje?

Es un hombre rígido, resentido y que tiene una ideología equivocada, que no cree que sea una mala persona, pero hay determinadas situaciones que se le ve claramente cómo es. En el fondo envidia algunas cosas de su compañero Félix, al que detesta, aunque él sea un actor de prestigio, pero la luminaria que es el otro, ante el dinero que gana o las mujeres que ha conquistado. Y eso explica de alguna manera la furia que le provoca y que alienta la directora. 

Me decía que en su carrera no se ha encontrado un director que maltrate a los actores, pero los hay.

Es probable que los haya, incluso hace algunas décadas eso no estaba tan mal visto. Por ejemplo, en la televisión era muy común porque yo he visto grandes actrices llorando entre bastidores. Pero yo creo que es algo antiguo, nada justifica maltratar a la gente y perder un clima de trabajo agradable. 

¿Tiene usted más amigos dentro de la profesión o fuera?

Yo tengo más amigos profundos fuera. Me gusta trabajar con buenos profesionales, no con amigos. Porque los temas son recurrentes, porque en nuestra profesión se dan las clases sociales, entendido como aquellos que triunfan y consiguen la fama y otros que no lo hacen nunca. He perdido amigos que se han quedado en el camino, porque con ellos uno es más uno mismo que con nadie y con envidias o celos es complicado. 

Forman un trío protagonista muy interesante en este largometraje. ¿Qué destacaría de Penélope Cruz y de Antonio Banderas?

Son dos grandes profesionales. Para mí, fue una fiesta trabajar con ambos. Me llamó la atención la puntillosidad de Penélope.  En cuanto a Antonio es encantador y de una inteligencia como pocos. Sinceramente, fue muy grato trabajar con ellos. 

En este mundo del cine hay intérpretes y directores que siguen trabajando incluso siendo octogenarios. ¿A usted le gustaría continuar en la profesión muchos años más?

Me gustaría seguir hasta que pueda. No me imagino jubilado pescando. Porque para mí el trabajo es un placer, no es un medio sino un modo de vida.