Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Una copa en Moncloa, "donde ¡se habla polaco!"

18/12/2022

Los 'corrillos' en torno a Pedro Sánchez van a ser protagonistas de no pocos titulares esta semana tremenda que se nos viene encima. Tendrá el presidente, ya veremos en qué condiciones, que enfrentarse 'informalmente' a preguntas que corresponden a un auténtico aluvión de casos y cosas que tienen crispada y expectante a la nación. O, mejor, a las dos naciones que se parten en duelo a garrotazos al menor pretexto.

Menuda semanita nos aguarda tras este finde de fútbol y de avisos apocalípticos lanzados por nuestros dirigentes políticos, es decir, quienes de hecho nos representan en esa leonera que es el Congreso de los Diputados (y el Senado, que va a estar muy en boga en los próximos días). Estamos viviendo, sin darnos plena cuenta de ello, no una sucesión de golpes de Estado, demasía absurda, falaz y peligrosa que esgrimen para herirse los que dirigen las dos Españas, sino una revolución en los usos, costumbres, ética y estética en la vida social y en la política del país llamado España. Y mucho de toda esta revolución, de cuyo alcance, de tan extensa, quizá no nos estemos dando cuenta cabal, puede estallar, o remansarse, entre el lunes y el jueves próximos, ya ve usted.

De momento, las declaraciones de los máximos personajes políticos españoles, es decir, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que se acusan mutuamente, sin ambages ni cautelas, de violar la Constitución y atentar contra la democracia, no inducen a la tranquilidad: a ver qué se dicen este martes en el 'cara a cara' en el Senado. Tampoco los tambores de guerra en torno al Tribunal Constitucional alientan a pensar que estamos en una etapa de concordia navideña precisamente. Allí, en esa institución en la que los magistrados actúan como 'hinchas' de los dos equipos en liza (sí, todo esto suena a final del mundial de fútbol) se dirime sobre si aceptarán o no este lunes el recurso presentado por el PP contra la tramitación parlamentaria de las últimas reformas impulsadas por el Gobierno.

¿Es bueno mantener a todo un país conteniendo el aliento, a la espera de una decisión salomónica del máximo órgano de garantías, que está entrando en una fase de cierto desprestigio ante la ciudadanía? Alguien, en el TC, en el Gobierno y en la oposición, debería planteárselo. La propia ciudadanía, apática, habría de percibir que lo que está en juego es mucho más que algo por otra parte tan angustioso como la imparable subida en los precios de la cesta navideña, por ejemplo.

Las asociaciones judiciales atizan el fuego, mostrando hasta dónde llega el enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Judicial, con el Legislativo como escenario activo de la batalla: "En La Moncloa se habla polaco", se atrevió a declarar el portavoz de una de esas asociaciones mayoritarias, enfrentadas a muerte con el Gobierno de Pedro Sánchez y, claro, bastante afines a la oposición de Núñez Feijóo. Uno de los excesos a los que asistimos demasiado impasibles, resignados, es el de esos portavoces con togas y puñetas que, por ejemplo, equiparan lo que nos ocurre en España con lo que padecen las democracias en países como Hungría y Polonia, a los que en la UE de Von der Leyen (que, en cambio, con tanto afecto contempla a Sánchez) miran con enorme desconfianza.

Y no, los periodistas podremos confirmar, espero, en la tradicional 'copa' navideña en Moncloa esta semana, a la que suelen asistir casi todos los miembros del Gobierno encabezados por su presidente, que en el palacio sede del Consejo de Ministros y residencia del hombre más poderoso de España no se habla polaco. Puede, sí, que se hable ese lenguaje confuso, chapucero, impenetrable, un tanto chulesco y pugnaz, y a veces algo falaz, que está sumiendo a la nación en una atonía política y en una desconfianza hacia sus representantes nunca conocidas hasta tal punto y que a mí me parecen tan peligrosas.

Así que ya digo: menudos días previos a esa copa monclovita con corrillos, que, por cierto, coincide con la jornada lotera por excelencia. El Tribunal Constitucional, el Consejo del Poder Judicial y el Parlamento (en modo Senado, que debatirá la 'luz verde' a las reformas gubernamentales si el Tribunal Constitucional no frena ese debate) salen a sus respectivas canchas y ya están entrenando para una semana en la que habrá decisiones cruciales sobre el juego político-institucional más delicado que hayamos vivido en al menos los últimos ocho años.

Los poderes clásicos de Montesquieu, más los medios polarizados que aspiran a ser el 'cuarto poder', pendientes de una panoplia de asuntos que van desde el aborto al bienestar animal, pasando, claro, por los límites de cada uno de esos poderes para controlar al otro en una maquinaria que debería estar mejor engrasada. ¿No era esto la base de una democracia sana? Se lo preguntaré a Sánchez si, insisto, tengo ocasión para ello este jueves, que tampoco es que la jornada vaya a estar para muchos canapés festivos ni para que el presidente se preste a muchas charletas cara a cara, no conmigo, al menos. Y lo haré, si a ello llego, en perfecto castellano, o español: ninguno de los dos entiende el polaco.