"Fui cercano, pero duro negociador en el dos y dos son cuatro"

Francisco Martín Losa
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Jesús Aguado Martínez, exdelegado de Iberdrola en La Rioja y presidente de Secot, rememora en Encuentro retazos de su vida personal y laboral

Jesús Aguado posa en el cuarto puente, con la harinera al fondo. - Foto: Ingrid

Ese deseo de lo que queremos ser no surge del vacío ni de un plan maestro de Dios, ni siquiera de nuestras entrañas, sino que nace en el cerebro, se retroalimenta y se nos muestra como más agradable, apetecible y posible para instalarse en nuestra vida. Hay maneras de pasar a la historia y hay varias maneras de construir un relato de Jesús Aguado Martínez, para quien el primer deseo de estudiante era tirar por arquitectura, pero las matemáticas se le daban tan bien que se decidió finalmente por la ingeniería.

Y acertó, como acertó, también, en la elección de su trabajo; toda la vida laboral entre Iberduero e Iberdrola, sin salirse de ese carril hasta la jubilación. Ha cumplido setenta y cinco años muy lúcidos. Nacido el 18 de enero del 47 y Benjamín, de segundo nombre. En plena madurez, como mucha gente adulta, considera que está en deuda en la sociedad y, a pesar de ser más que suficiente, da un paso al frente para embarcarse en Secot.

 

La Universidad no era el colegio. Para empezar, hay que dejarse llevar por la adolescencia. «No sabía sí quería ser ingeniero o arquitecto, pero lo de dibujar no es lo mío ni lo ha sido nunca, así que fue fácil decidir y las matemáticas me han gustado siempre mucho. El bachillerato en Maristas lo saqué con notas altas y, después, a la Escuela de Ingeniera Superior de Madrid, en la especialidad de eléctrica. Pensaba que la carrera iba a ser lo mismo y, al principio, me dieron por todos los lados». Nuestro protagonista es capaz de separar el trigo de la paja. «El  primer año aprobé una asignatura en junio y otra en septiembre y, al siguiente, venía dibujo. Había que estudiar mucho y los dos primeros cursos los aprobé en dos años cada uno, luego ya los últimos me fueron muy bien y subiendo el nivel con sobresalientes. El curriculum fue cambiando pero no se puede calificar de muy brillante».

No hizo milicias, que era lo que se llevaba, y se pasó el servicio militar normal en Agoncillo, donde le surge la posibilidad de entrar en Iberduero. «Tres entrevistas con éxito y no me  arrepiento de la decisión».

La desaparecida Electra de Logroño. León, en principio como lugar de trabajo. «Mi primera experiencia profesional fue en León y, a los cuatro meses, sale un puesto en Logroño, y digo que sí, esperando un año. Pasando el tiempo y cubriendo puestos, surge la fusión con Iberdrola. Hay reajustes y participo en alguno de los grupos de adaptación, muy técnico. Al final, era lo mismo, una empresa más fuerte, más potente y más capacidad de inversión con un concepto de expansión internacional que no tenía Iderduero».

El proceso de las fusiones se va implantando, voluntariamente y por las leyes de la competencia. «Electra de Logroño, instalada aquí, compra Recajo y El Cortijo, y, cuando llego en enero, ya han desaparecido las filiales y Electra de Logroño, pero no como sociedad, manteniendo el nombre porque quedan algunas actividades y hago un poco de memoria:  el cliente la siguió conociendo como Electra de Logroño durante años, porque la persona, que controlaba la energía era la misma».

Cierre de centrales. Nuestro personaje es un hombre con estructura y capacidad de síntesis y no me extraña los papeles que ha desempeñado en Iberdrola, profesionales y de representación. «Pasan los años y, en diferentes etapas, asumo las jefaturas de inspección de baja tensión, proyectos y obras, mantenimiento y sistemas. Cambia la organización, se va a Bilbao Luis Mesonada y designan delegado a Andrés Beracoechea . Apenas quedan las pequeñas centrales de generación hidráulica con desarrollo residual y no tenía sentido tanto recurso humano aunque a nadie se le echó a la calle».

Es el largo período de 1973-1998 en que nuestro protagonista  permaneció en la Delegación de Logroño. Se incorpora la informática, llega la externalización, una constante formación de los empleados y de aquellas 230 personas, que cobraban religiosamente su nómina de la compañía eléctrica, se fue reduciendo paulatinamente el número para quedarse en una treintena.

La aventura de Guatemala. Con las maletas siempre listas, Jesús no pierde ni encolada. «Había hecho un viaje a Argentina, a Colombia y otra vez a Argentina cuando Iberdrola adquiere la central pública de Guatemala. «A mí no me había tocado hacer valoración de instalaciones, siempre iba por la parte técnica, y estando en Colombia, me proponen Guatemala en 1998, como gerente general de activos y planes para mejorar la expansión. El reto me parece maravilloso y allá que voy con otros cuatro compañeros. La empresa tenía una plantilla por encima de los 2.000 trabajadores y se externalizaron servicios hasta quedar 400, sin ningún problema social».

El objetivo se cumplió. «Permanecí tres años y tres meses y reconozco que ha sido el trabajo más bonito de mi vida profesional, con libertad total para tomar decisiones; hacías lo que querías y comía en el comedor de la empresa». En esa etapa, le ofrecieron desarrollar el proyecto de gas natural en México capital, pero había comprometido ya su regreso a Logroño para asumir la delegación y la distribución de la compañía. «La verdad es que me quedé con ganas de haber ido a México. Cuando se lo dije a mi mujer, tuvo gracia; fue a Guatemala llorando porque no quería ir y regresó llorando de lo bien que se lo había pasado en ese país, siete meses conmigo y cinco en Logroño, cada uno de los tres años. El hijo se había quedado en Logroño por sus estudios. Ya tenía 17 años y quería ir por libre».

Logroño, parada y fonda. Con intención de no moverse, Jesús se incorpora como delegado. «Echaba en falta la libertad que había tenido en Guatemala, pero las cosas vinieron así. Además de tu responsabilidad, hay que atender el mundo de las relaciones que van en el cargo. Siempre, en representación de Iberdrola, he estado en el Comité Ejecutivo de la Cámara, en la Federación de Empresas, en Ricari, vocal en el Consejo Social de la Universidad y patrono en la Fundación. 

Desde su nuevo puesto, dirigió la empresa con pragmatismo. «He sido cercano, pero duro, negociador, en el dos y dos son cuatro; lo tuve fácil con el Ayuntamiento y en el resto de problemas: con unos me llevaba bien y con otros, muy mal».

A lo largo de su ruta, puso honestidad laboral, capacidad de previsión y claridad en decisiones. «En La Rioja, la calidad del servicio es muy buena, solíamos estar siempre en la cabeza y se han hecho unas fuertes inversiones en los últimos años».

Sin ningún axioma metafísico, reconoce que el trabajo le gustaba mucho y disfrutaba en lo que hacía, jubilándose a los 65 años y 13 días, el 31 de enero de 2012, treinta y ocho y medio currando y todavía se fue a una reunión de delegados en Madrid, porque le  apetecía estar.

La subestación de Cascajos. Y mira que su instalación dio quebraderos de cabeza. Los vecinos de la zona se oponían y los políticos enredaban. No se escapó de nada. «Me tocó empezar la subestación venido de León, con Luis Mesonada, luego, ya como delegado, discutir con el Ayuntamiento, con Cuca Gamarra, con la que he tenido siempre una relación buena, y con la gente de Ascalibre, que estaba en su derecho de defender que saliera del espacio del ferrocarril».

No eran reuniones sociales, sino fuertes pero cordiales. «El proyecto era soterrar la subestación eléctrica en el entorno. Luego cambiamos para compactarla dentro de un edificio, al aire libre, pero en su interior. De eso Iberdrola tenía mucha experiencia en Madrid, Barcelona y Bilbao. Otro problema: compactar no quiere el Ayuntamiento y propone ir al otro lado de la circunvalación. La solución técnica era muchísima más cara y un concepto erróneo. Mi posición fue defender el suministro de energía eléctrica, porque no se podía alejar tanto de donde se necesita el suministro, tanto por cuantiosas pérdidas como por falta de capacidad. Se habla de una subestación subterránea, el proceso se alarga y, por fin, mi sucesor, Carlos Sobrino, y el Ayuntamiento llegan al acuerdo: todo al aparataje eléctrico está soterrado y lo que va al exterior es ventilación. No conozco el proyecto final, pero la solución es técnicamente perfecta, estética y urbanísticamente». Hoy sería uno de los tuit más leídos y reenviados: «En este sitio no hay ningún peligro para la población».

Útil mientras se pueda. Nuestro protagonista está viviendo una madurez activa y real, llena de satisfacciones como presidente de Secot. «A la salida de un acto de la Universidad me hablan de una asociación que se dedica a asesorar a emprendedores para poner en marcha su negocio y a dar formación. Es para prejubilados o jubilados y me apunto. Secot, fundada hace 33 años por el Consejo Superior de Cámaras, el Círculo de Empresarios y la Acción Social Empresarial, sin ánimo de lucro, en La Rioja, tiene su sede en la Cámara de Comercio, sin coste alguno y la acogen de mil amores, lo mismo que la FER. «En La Rioja somos 19, pero estamos activos 9 y soy presidente desde su creación en 2014».

La entidad se mantiene con las cuotas de los socios protectores, a 6.000 euros al año, y el resto de inscritos, que pagan 30 euros. Ha impartido cursos en centros de mayores por la digitalización y va a firmar un convenio con la Consejería de Política Social. «Lo que hacemos es coger a un emprendedor, que viene a nosotros, estamos con él, utilizamos los conocimientos que tenemos de la empresa y, si necesita un plan de negocio, nos sentamos, que lo haga él y vuelva con sus dudas y, después, un plan financiero. Por ir al grano, señala dos proyectos hechos realidad: Urban Rooter, una empresa de batallas de rap por internet que, a  cuyo propietario, le va de cine; y Spectrol Geo, dos ingenieros, instalados en Alfaro, especialistas en la interpretación de las fotos que hace un dron, que, en seis años, han crecido una barbaridad y ya son 17 personas más».

Si la vida es sueño y el mundo es una fábrica de ilusiones, se mantiene vivo, feliz con sus dos nietitas, con sus amigos, siempre inquieto para estar al tanto, reconociendo que todo es cuestión de tiempo y de acción sin mirar la edad.

 Me consta que Jesús Aguado ha sabido siempre meterse en su personaje y le ha ido bien.