Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Cyrano de Bergerac

25/03/2022

Es fácil comprender las causas de los acontecimientos ocurridos una vez que han finalizado. Los gobernantes no son los únicos responsables, solo de las sociedades a las que representan. Tras el inicio del siglo XXI, Occidente ha ido colocando los cimientos para que el revanchismo, el nacionalismo o cualquier ideología violenta pudiera facilitar la agresión.

Ahora empezamos a ser conscientes de que es peligroso limitar las fuentes de energía y el abanico de proveedores (Rusia no es la única dependencia occidental); tampoco parece muy inteligente no invertir en Defensa. En resumen, gobernar sin concebir todos los escenarios posibles es el preludio del desastre. Los dictadores poseen menos contrapesos y en ciertos momentos les hace parecer ágiles, pero no significa que acierten.

Emmanuel Macron, fruto de su ego desmedido, ha creído que la ausencia de Angela Merkel le otorgaba un liderazgo natural en Europa. Desconoce que la fuerza de los gobernantes secunda al poderío de los países, no al revés. Francia tiene problemas reales que limitan su capacidad militar, exterior y diplomática. Le recomendaría que empezara por reflexionar críticamente sobre su historia patria, porque considerar a Napoleón un héroe nacional, la revolución francesa un hito de libertad o el régimen de Vichy un mal menor, es un exceso manifiesto del mal entendido patriotismo.

Macron es un político hábil en detectar lo que falla, pero nefasto en reformarlo. Se siente más cómodo en el formato destructivo. La OTAN está muerta, pero te vas corriendo de Mali; vengo de una escuela de élite y la cierro para que no haya más privilegiados.

Es obvio que Putin engañó a Emmanuel, pero lo que es increíble es que lo diga. Lo más incomprensible es que creyera que él podía evitar la acción. No voy a perder un minuto en analizar la mente de Putin y sus motivaciones; dudo que las sepamos nunca.

Lo crucial es haberse puesto en la posición de que un gobernante pueda ejercer dicha amenaza y encima llevarla a término. La vieja Europa no ha aprendido nada con nuestra soberbia ampulosa. Despreciamos a Europa central y a los países bálticos por no apreciar el poderío intelectual comunista. Hemos dedicado tantas energías en construir un nuevo sujeto socialmente moderno, que hemos descuidado otras responsabilidades. El problema de la guerra no va a ser energético, sino alimentario y va a impactar de lleno en el Tercer Mundo. Ya veremos qué pasa entonces, pero nadie mirará a Macron.