Editorial

Un dato económico que puede convertirse en espejismo social

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Es una de las mejores noticias que nos podía traer el mes de marzo, la confirmación por parte del Instituto Nacional de Estadística del crecimiento de la economía española, que cerró el año 2022 nada menos que con un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 5,5%. Un crecimiento que se vio impulsado gracias al consumo y el comercio exterior, que volvió a ser esa tabla de salvación de las empresas españolas.

El dato es revelador si tenemos en cuenta el contexto en el que se ha producido. Recordemos que el pasado fue el año del inicio de la guerra en Ucrania por parte de Putin, y la crisis energética derivada de la misma. Ha sido el año de los problemas en la cadena de suministros, de la falta de componentes electrónicos, de las subidas de precios en los alimentos, de la inflación por las nubes y las subidas de los tipos por parte de los bancos centrales. Un contexto nada favorable para una economía que sigue sin recuperar los niveles previos a la pandemia de la Covid, aunque mantiene el vigor en su recuperación gracias a la intervención europea.

La percepción es que el ahorro acumulado y la estabilidad en el mercado laboral ha permitido mantener el consumo en niveles óptimos, y eso a pesar de la escalada de precios que situó el Índice de Precios al Consumo (IPC) por encima del 8%. Sin embargo, es una percepción que se puede convertir en un espejismo si no se apuntalan los mecanismos que permitan seguir ayudando a las familias más desfavorecidas a paliar la subida de los precios, tanto en alimentos, alquileres, como en energía e hipotecas.

Es verdad que el dato económico parece despejar esos nubarrones que se cernían sobre las principales economías europeas, y que los analistas vaticinaban ya como un apocalipsis que afortunadamente no ha llegado. Pero el vigor mostrado en la primera mitad del año pasado se ha matizado notablemente a partir del tercer trimestre, y ha seguido su senda de corrección en la última parte del año. Son las familias las que siguen sufriendo los efectos de esas políticas del Banco Central Europeo, que pretenden contener la inflación con la subida de tipos, es decir, a cañonazos. Son las familias las que soportan subidas desorbitadas en la cesta de la compra, que han superado el 30% en productos tan básicos como leche, huevos, azúcar o aceite. Subida a la que se suman las hipotecas.

Por eso se hace aún necesario que las administraciones aprovechen el viento de cola para renovar esos mecanismos de ayuda, o implantar nuevos, que detengan la lenta erosión de las economías domésticas, y revitalicen el consumo para que la economía pueda no solo mantener la inercia, sino experimentar un nuevo empujón.