Editorial

El efecto Feijóo impulsa a un Partido Popular que ya se ve ganador

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Lleva como presidente del Partido Popular apenas dos semanas, pero ya ha conseguido cambiar la tendencia descendente que esa formación registraba en intención de voto. Ha bastado su mera elección, sin nuevos proyectos o alternativas imaginativas, para que todas las encuestas coincidan al apuntar el incremento en el número de hipotéticos votantes, al tiempo que crece su valoración como líder. El último sondeo, que ayer mismo se dio a conocer, sitúa a los populares a tan solo ocho décimas de un PSOE a la baja. La última crisis interna del PP, con amenazas, críticas en los medios y salida abrupta del hasta entonces presidente, no solo no ha aumentado la brecha entre los dos grandes partidos, sino que está a punto de situarle a la cabeza de las preferencias de los españoles, con una coyuntura económica, además, que le resulta favorable en términos electorales.

 La única fricción que se asoma por el horizonte para un PP en horas altas es el pacto con Vox en el Gobierno de Castilla y León y sus efectos a corto plazo. Aunque la propia militancia no pone ningún tipo de reparos a esta alianza, siempre que logre que su partido alcance nuevas cotas de poder, el propio Feijóo parece añadir dudas al respecto al no acudir ni a la investidura ni a la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco. Aunque se excusa en problemas de agenda, no parece que sea esta la única razón de su ausencia.

En el fondo de toda esta estrategia podía estar el deseo del líder popular de asumir ese acuerdo de mínimos entre los dos grandes partidos que supondría una especie de juego limpio entre ambos para evitar que los extremos – Vox y Podemos- se aprovechen de su situación de privilegio aritmético para sacar provecho del respaldo que consigan. Así PP y PSOE se comprometerían mutuamente a que gobierne la lista más votada algo, que por otra parte, garantizaría su alternancia. Esa alianza, de la que se lleva hablando tiempo, sería la evolución natural del pacto antitransfuguismo que ha servido para añadir algunas dosis de honestidad a la hora de explorar cómo se conforman gobiernos alternativos.

El mayor problema que tendría esta fórmula sería la confianza. Para llevarla a cabo debe existir el total convencimiento de que ambas partes la van a cumplir y no parece que ese clima exista ahora mismo en el seno de ambos partidos. Es cierto que la llegada de Feijóo ha supuesto un nuevo talante pero no es Pedro Sánchez el político socialista que genere más certidumbres entre los populares. Y no tiene solo a los simpatizantes del PP en contra, sino también a una preocupante realidad económica y a su incapacidad para rebajar una inflación que tiene efectos devastadores en los bolsillos de los ciudadanos.