Editorial

Las primeras evidencias de una moción en dos actos

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El debate de la moción de censura presentada por Vox contra Pedro Sánchez no aportó nada sorpresivo al contexto político en el que vive España desde hace ya demasiado tiempo. Oídas las intervenciones y las réplicas, lo que sí se puede acreditar es que el guion se va cumpliendo a rajatabla y abunda en varios hechos clamorosos.

La primera evidencia es que la moción no es solo contra Pedro Sánchez. El esfuerzo de Vox por atacar al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, por negarse a participar de una maniobra condenada al fracaso demuestra que Santiago Abascal pretende invitar al electorado más ortodoxo de la derecha a que no se sume al crecimiento que todas las encuestas menos el CISde Tezanos le dan al nuevo proyecto del presidente popular. El PP, por su parte, no ha aceptado la invitación a apoyar la moción que proyectaría a ambos partidos como si fueran siameses.

La segunda evidencia es que eso a Pedro Sánchez le da igual. Su campaña electoral se va a basar, y así quedó de nuevo acreditado ayer, en decir que Vox y PP son lo mismo y en alertar del advenimiento de la ultraderecha. Busca, en cierto modo, lo mismo que Abascal, pero en este caso se trata de ahuyentar a los potenciales votantes del PP que habitan en ese centro que inclinó los gobiernos de España hasta que se pisaron las líneas rojas respetadas hasta ese momento, incluida la de servirse de los votos de Bildu para acceder a la Presidencia del Gobierno.

La tercera evidencia es que Ramón Tamames es un convidado de piedra que se ha dejado manejar para, además, mostrarse seriamente desnortado. Olvidó el exdirigente del Partido Comunista de España que la excusa de la moción era pedir elecciones el 28-M. Y olvidó también que sus llamadas a la concordia y a los valores constitucionales chirrían con el verbo iracundo de los proponentes.

La cuarta evidencia es que Yolanda Díaz ya opera al margen de Unidas Podemos y que Pedro Sánchez, lejos de preocuparse por la división de la izquierda y las consecuencias de atomizar el voto, parece encantado de ver cerca el momento de sacudirse al ala morada de su Gobierno que está a la greña con Díaz, que sigue a lo suyo y parece impermeable a cualquier pasión que no sea la de liderar un proyecto político propio que es inviable sin matar a Podemos por el camino.

Y la quinta evidencia es que el debate de ayer únicamente sirvió para compilar lo sucedido en una legislatura agónica que toca a su fin y que está causando daños irreparables a la convivencia social, a la división de poderes y a la estabilidad que el anciano Tamames dice añorar. Que toca abrir las urnas es clamoroso. Que este no es el camino, también.