Vaqueros jóvenes y con dron

Bárbara Moreno
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En Enciso hay nueve ganaderías que se dedican a la cría de las vacas y venden los terneros. Asier Ochoa y Silvia Monterrubio se lanzaron a este mundo con 25 años y con la ayuda de las nuevas tecnologías

Asier Ochoa y Silvia Monterrubio con uno de sus toros en los montes de Enciso

Una de las formas de luchar contra la despoblación sería la de aportar más tecnología a las pequeñas zonas rurales, dotarlas de zona wifi bien acondicionadas pero también de facilitar la vida para que, una pareja joven pueda instalarse en un pueblo de poco más de 100 habitantes y dedicarse a la ganadería, eso sí, uniendo la tradición y la nueva tecnología, pero, hay una cosa clara, dice el protagonista de estas líneas, «te tiene que gustar esta vida, porque es una ocupación de 365 días al año. Es una forma de vida, si te lo tomas como un trabajo estás abocado al fracaso».

Asier Ochoa vivía en Préjano y trabajaba en Arnedo en un gran almacén de ropa de montaña y calzado, luego marchó a Logroño a trabajar pero después pensó en otro tipo de vida. Él había realizado los estudios de forestal en Alfaro y lo que le gustaba era el monte.  Así que le salió una oportunidad, y a sus 25 años le compró las vacas en Enciso al tío de su novia que se jubilaba. «Y me hice vaquero». Una profesión que así parece que con comprar las vacas parece que ya está hecho, pero lleva un arduo trabajo detrás.

Su novia, Silvia Monterrubio, se metió un par de años más tarde en el negocio, y ahora cuentan con la vaquería Ganado Asier y Silvia. En diciembre cumplió seis años esta empresa que cuando comenzó «todo el mundo me decía, ¿pero a dónde vas? ¿te has vuelto loco?».

Para aprovechar los recursos y los montes de Enciso tenían que estar viviendo en el pueblo, así que allí fueron a vivir la pareja, a una casa alquilada por el Ayuntamiento, «te dan facilidades para vivir aquí».  

Esta pareja de ganaderos, hoy de 30 y 27 años, son de los más jóvenes de la zona. Se dedican a la crianza. Tienen a las madres y a los toros sementales, y cuando tienen los terneros los retiran con tres o cuatro meses para venderlos. Los cebaderos se los compran para engordarlos y vender la carne.

Las más de 110 cabezas de ganado de esta pareja están por el monte todo el día, «pastan, comen, duermen y paren en el monte» Y ellos están continuamente vigilándolos.

Pero ellos pronto llevaron las nuevas tecnologías a la empresa. Además de poner GPS a alguna vaca, como hacen más ganaderos, con una aplicación en el móvil para saber dónde están. Se les ocurrió la brillante idea de vigilarlas con drones.

«Nosotros conocemos a nuestros animales, sabemos cuales son los nuestros, y las vacas paren solas, sin ayuda, pero por ejemplo si algo sale mal hay que ayudarlas, o si se pierden hay que buscarlas o si alguna está en problemas que se ha caído». (Por ejemplo un toro se le cayó a la nueva presa de Enciso y se ahogó). «Si te falta alguna hay que ir buscándola a pie y puedes tardar horas y probablemente la tengas a dos kilómetros de ti y no la hayas visto. O si vienen menos a comer, pues levantas el dron y miras dónde están». Y con el dron no solo las vigila sino que también las guía. Porque las asusta con el aparato y las dirige hacia donde quiere. «Es como si fuera el perro del rebaño», bromea Ochoa.

Lo que tiene claro es que desde que utiliza el dron hace dos años «me ha quitado mucho trabajo y muchos disgustos». «Estamos hablando de más de 5.200 hectáreas de extensión y buscar aquí los animales es como buscar una aguja en un pajar».

La pareja vigila aún así al ganado todos los días. Todos les tienen que subir la comida, «el campo está muy pobre. Y hay que ayudarles con pienso, paja y forraje». 

Incremento precios.

El incremento de los costes de los piensos, en más de un 50%, o de la paja, o del carburante (recorren por el monte más de 100 kilómetros al día), sumado a la huelga de transportes con la que han tenido problemas algunos ganaderos, «no hacen más que perjudicar a este sector como a otros muchos». 

A esto se añade que el invierno ha sido muy seco y que han tenido que ayudar a los animales con más pienso que otros años. «Ha sido una catástrofe, porque hemos tenido que cumplimentar mucho más, los animales no tenían comida».  Y también está el problema de los animales salvajes como el lobo, «que ya los tenemos por aquí porque incluso he llegado a fotografiarlos, pero es cierto que de momento no ha provocado ningún daño en nuestro ganado». 

Y ahora está el problema de la tuberculosis bovina «a ganaderos de aquí». «Tenemos que matar a las vacas, se hacen saneamientos tras las pruebas diagnósticas, y si reaccionan positivamente se matan, paradójicamente esa carne va para consumo humano». 

Al menos, cuentan con ayudas de la PAC de Europa, como todo ganadero, sin las cuales probablemente no se podría subsistir. 

Hoy esta pequeña vaquería de estos jóvenes riojanos sacan alrededor de 70 crías al año, pero venden de 40 a 50, porque tienen que dejar otras para la 'recría', «y luego vienen los que nos las compran y abusan, porque saben que las tenemos que vender y nos dan unos precios de risa».  

 El sueño de Asier es poder crecer con esta empresa para poder cebar él a sus ternenos y vender él la carne.