Una casa donde acudir

Feli Agsutín
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El perfil de las personas sin hogar ha cambiado y son cada vez más jóvenes. La suma de sucesos estresantes en un corto periodo pueden llevar a la gente a la calle, una situación que se complica con el consumo de alcohol o drogas

Sala de estar del Proyecto Alasca, con televisor, juegos de mesa o puzles. - Foto: Óscar Solorzano

La imagen tradicional de un hombre barbudo, con la caja de vino al lado» cada vez es más inusual; el perfil de las personas sin hogar ha cambiado y se corresponde con el de un hombre más joven, en general con situaciones vinculadas al consumo de alcohol u otras sustancias, que ha cometido algún tipo de delito o carece de documentación.

Diego López, coordinador del Proyecto Alasca, considera que hay muchos factores que influyen en el «rejuvenecimiento» de los homeless, y explica que los sociólogos señalan que  la concatenación de sucesos vitales estresantes en un corto espacio de tiempo -muerte de un familiar, pérdida de empleo...- conduce a mucha gente a enfrentarse a estas situaciones. «Muchas veces es antes la pérdida y la ruptura que el consumo de alcohol u otras drogas», señala el técnico, que indica que entre un 15 y un 20% de ellos sufre enfermedad mental o patología dual (consumos). Entre los usuarios habituales del centro se encuentra Ángel, natural  de la localidad gallega del Ferrol, que relata que fue jefe de obra, un trabajo que, indica, espera volver a desempeñar. Con una lesión en un pie tras un atropello, cuenta que durante el periodo de rehabilitación conoció a una mujer, que ahora es su novia.

El responsable del Proyecto Alasca explica que el centro funciona de «manera muy flexible», se accede sin cita y sin que nadie pregunte nada, lo que facilita que los usuarios se sientan más cómodos. «La rutina del centro hay que adaptara a las necesidades de las  personas», razona López, que añade que la dinámica del centro, asentada en esta filosofía, admite desde el principio mascotas. Afirma que los 14 profesionales del centro trabajan para motivar que los usuarios habituales cambien, pero reconoce que no es fácil.

 «Hay gente que no tiene capacidad para modificar dinámicas de vida muy complicadas, hay gente que lleva 20 años en la calle, alejado de una realidad normalizada, del día a día de convivir en una vivienda...», lamenta, al tiempo que  valora que «poco a poco vamos subiendo escalones» y se logra que si están enfermos, tengan adhesión a un tratamiento médico correcto.

«Hay personas a las que le es complicado tomarse una pastilla todas las mañanas, y cuando lo conseguimos, pues repercute en todas las áreas de la vida», indica López, que valora que se ha logrado que las personas que lo utilizan desarrollen un sentimiento de pertenencia al centro.