La Redonda, en buena hora

Bruno Calleja Escalona
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El reloj triesférico de la concatedral marca el ritmo de la ciudad desde el siglo XVIII. Los fallos en la vieja maquinaria llevaron a sustituirla por un equipo electrónico

El pintor Carmelo Segura (izquierda), sobre un andamio junto a otro trabajador, en una imagen de 1920. - Foto: Colección Taquio Uzqueda

Medir el tiempo ha sido un empeño del ser humano desde antaño. Logroño conserva uno de los relojes más peculiares de La Rioja, pues cuenta con tres esferas, coordinadas desde una única máquina que, además, le ha ganado la partida al tiempo, porque se encuentra en funcionamiento desde el siglo XVIII.

El reloj de las tres esferas, como es conocido popularmente, se sitúa en la fachada sur de la concatedral de La Redonda, al pie de la torre. Su fisionomía llama la atención por sus tres esferas, unidas entre sí. Las dos de abajo marcan las horas y los minutos y la superior, más pequeña, mueve el segundero, una rareza y, desde luego, única en La Rioja. Esta singular pieza de relojería  fue inaugurada el 27 de agosto de 1786.

En 1926, la ciudadanía pedía su iluminación nocturna, pero esa pretensión cayó en saco roto. Al año siguiente, el pintor Carmelo Segura esmaltó las esferas en blanco, para que fuesen más visibles y añadió un marco decorativo. Para realizar estos trabajos se usó la escalera de los bomberos, como relata el cronista Jerónimo Jiménez.

Imagen actual del reloj, ya sin la decoración pictórica.Imagen actual del reloj, ya sin la decoración pictórica. - Foto: IngridLa maquinaria original era mecánica y se ubicaba junto a la fachada norte de la iglesia, al otro lado de donde están las esferas, por lo que las agujas se movían con un complejo sistema de varillas unidas entre sí, remontando las bóvedas. Ese engorroso mecanismo pronto mostró sus carencias, pues el reloj no se ajustaba a la hora de las campanas. Para solucionarlo, se recurrió a un relojero, que finalmente no llegó a tocarla. La maquinaria debió ser cambiada en algún momento del siglo XX por otra fabricada en Tarragona por Talleres Cronos, de Roquetas, como lo atestiguaba su firma en la esfera.

Pese a ello, el reloj seguía sin funcionar con precisión, por lo que el Ayuntamiento convocó a todos los relojeros de la ciudad para solucionarlo. En la reunión, se dijo que el fallo era de planteamiento y que lo más barato y sencillo era cambiar el reloj de Cronos por otro electrónico, una decisión que tomó el Consistorio, aunque únicamente para las esferas de las horas y los minutos, de forma que durante un tiempo el segundero no funcionó. Fue el relojero riojano José Luis Tomás quien puso en marcha de nuevo las agujas de los segundos y pintó las esferas como están ahora. 

La vieja maquinaria se conserva en el interior de la torre como elemento expositivo. Sin embargo, las esferas originales, grabadas en la piedra, siguen anunciando a la ciudad la hora, ahora sí, puntualmente.