Ángel Varea, entregado al Casco Antiguo

M. A. G-S.
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El ex concejal regionalista nos recomienda sus lugares preferidos de Logroño y de La Rioja

Ángel Varea, frente al CCR. - Foto: Ingrid

Ángel Varea (Logroño, 1955) es todo un personaje, en el buen sentido de la palabra. Disfruta desde hace dos años de una merecida jubilación después de una vida vivida a toda velocidad. Las motos, en los tiempos del nacimiento de La Rioja como autonomía, han sido su pasión más confesable. Después, en plena madurez, llegó la vida política. «Estuve a punto de entrar en el PSOE», se le escapa. Pero se decantó por el PR «cuando dejamos el poder». Lo suyo siempre fueron «las causas perdidas», bromea. Estuvo 12 años en el Ayuntamiento logroñés  y fue concejal de Casco Antiguo. 

Estos son sus diez lugares preferidos de Logroño y La Rioja:

1. La nueva y antigua calle Huesca. Sus primeros pasos en Logroño tuvieron lugar en el primer ensanche, en la calle Huesca que fue el límite sur y que creció entre carpinterías, el chalé de Santa Isabel, Somosierra y los montones de mineral de Pachín. En Huesca estaba su casa, en el 16, y en el 20, el taller de su padre. De motos, por si lo dudan. Vara de Rey, ahora pacificada al tráfico, fue antaño lo más parecido a un circuito que tuvo Logroño.  Y, más hacia el sur, antes de quedar integrado en la ciudad, el viejo campo de Las Gaunas, justo ahora que el fútbol vuelve a estar de actualidad.  «Son recuerdos de un Logroño que iba creciendo, un poco como crecimos todos».

2. El Corvo. Esta atalaya que marca frontera con Álava además de ofrecer unas vistas privilegiadas sobre la ciudad fue escenario de un circuito oficioso de motocróss, deporte al que Ángel Varea siempre ha entusiasmado. Primero subía como aficionado y luego como organizador.

3.Nájera. Después de ser capital de un reino que ya no existe, fue el epicentro de los «Días de La Rioja, de días de reivindicaciones». «Además de gustarme mucho como pueblo, me gusta por lo emblemático. Me parecía que estábamos construyendo ago», apunta. Está, en su opinión, a la altura de San Millán.

4.Cenicero. No se le puede pasar esta localidad tan vinatera. No por sus caldos, que también, sino porque en la actual Casa de Cultural vivió. «Nací en Logroño pero mis primeros años están asociados a Cenicero. Aquí trabajaba mi padre».

5.Piqueras. Camero Nuevo y N-111. Opositó en Madrid y ahí empezó a trabajar (Instituto de Estudios Agrarios) pero volvía, muy a menudo, a La Rioja. «A veces me volvía por la tarde y al día siguiente estaba de regreso a Madrid», se autocondena. El antiguo Puerto de Piqueras era su primer contacto con La Rioja «Ya estoy en casa», se decía a sí mismo. El Túnel de Piqueras vino después pero el túnel de Vigura estuvo prácticamente desde siempre. Después venían los bancos de Pradillo, históricos, emblemáticos y en riesgo de desaparición y, más adelante, Torrecilla, uno de los pueblos más bonitos de la región. La N-111 entonces era un aventura, un placer para los amantes de la carretera y un gozo para disfrutar del Camero Nuevo.

6.Barriocepo. Caminar por esta calle, una mañana sin gente y con los adoquines húmedos es un placer confesable. «Es un rincón entreñable, de las mejores calles de la ciudad», se confiesa.

7.Centro de la Cultura del Rioja.  No hay afán de provocación y sí de reivindicación. Es un proyecto «emblemático» destinado a abanderar la reivindicación de Logroño como enópolis, «sin tener que pelear con Haro o con Briones». «Fue un proyecto que se hizo en cuatro años y esto nunca se ha hecho en Logroño. Podría haber sido un centro de referencia, un factor dinamizador pero no lo ha sido», se lamenta. Huelga que decir que el CCR se erigió con Ángel Varea como concejal de Casco Antiguo del Ayuntamiento logroñés.

8.Calle Portales. Ángel Varea es tan logroñés que no se puede olvidar de la calle más logroñesa de la capital. Es, seguramente, la calle de todos, la arteria que ha cambiado de nombre pero que siempre ha sido el hilo conductor de nuestro día a día. Se queda no con los negocios históricos, no con la estampa de la Concatedral. Su Portales preferido tiene que ver con la antigua chimenea de la Tabacalera, con la vista desde el antiguo convento de LaMerced y con esa «perspectiva de la que se disfruta de esta calle y de gran parte de nuestro Casco Antiguo».

9.San Juan. El político regionalista se moja. Entre capuletos y montescos, él toma partido. Sin menospreciar a la Laurel, él se queda con su hermana pequeña. ¿Por qué? «Porque los logroñeses somos más de la San Juan, porque quiero pensar que sigue siendo una calle con vida en la que además de pinchos, hay librerías y, como antaño, tintorerías». «A eso me quiero seguir agarrando», confiesa.

10.Puente de Hierro. Aunque su querida Barriocepo conduce al Puente de Piedra, uno de los cuatro puentes de la ciudad, el suyo es el de Hierro, el que mandó construir Sagasta, el más antiguo de todos. Es su vicio confesable y por eso elige la calle Sagasta y su continuidad con el Puente de Hierro y la entrada a las bodegas Franco Españolas, entre el viejo San Antonio y el nuevo El Campillo. «Creo que no hay salida más bonita de Logroño que ésta», se emociona. Le gusta dejar atrás el Casco Antiguo, atravesar el puente  sobre el Ebro y, al fondo, ver una de las bodegas más icónicas de la capital.