El Banco Central Europeo ha sorprendido esta semana con una subida de los tipos de interés de 50 puntos básicos. Se trata del mayor incremento en 22 años y busca frenar la escalada de precios que sufre el continente como consecuencia de la crisis energética, la falta de materiales y, sobre todo, el conflicto ucraniano. La decisión del BCE estaba ya más que amortizada en los mercados por esperada, pero aún así ha sorprendido por el repunte más alto de lo esperado. Este nuevo escenario aplana, por un lado, la recuperación de la economía. O, mejor dicho, la enfría para contener una inflación rampante en la Eurozona (8,6%). El BCE pone así fin a una etapa sin precedentes de más de 11 años con unos tipos de interés casi negativos después de la crisis crediticia desatada a partir de 2008. Sin duda tendrá efectos en la expansión de la economía y en la prima de riesgo de los países periféricos que, desde hace unos meses, andan revueltas, y más desde la dimisión, este miércoles, del primer ministro italiano -y ex director del BCE- Mario Draghi.
Más allá de los mecanismos que la actual directora del Banco Central Europeo ha impuesto para no cometer los errores del pasado, como el Instrumento de Protección de Transmisiones (TPI, en sus siglas en inglés) y el mecanismo de compra de bonos 'forward guidance' -fundamental para países como España-, esta subida supone un revés para las deudas de las empresas y las economías familiares. Es una mala noticia para el mercado de vivienda, en especial para los hipotecados, cuyo crédito total asciende a 490.000 millones en España, y para los hogares españoles, que deben más de 704.000 millones de euros. Las empresas acumulan también un volumen importante, cercano al billón de euros.
Esta decisión, en pleno verano y con medio país de vacaciones, confirma la teoría de que el otoño será caliente. Para las entidades bancarias, en principio, esta subida alivia las cuentas y normaliza de alguna manera el mercado financiero, que regresa a parámetros tradicionales. Recuperan así la principal vía de ingresos que tenían, anulada con unos tipos de interés negativos prolongados en el tiempo y que han tenido que combatir con fuertes recortes y reestructuraciones de plantilla, además de integraciones bancarias, para subsistir. Sin embargo, la morosidad volverá a ser una preocupación en todos los sectores. Quien más lo sufrirá serán los hogares vulnerables y las empresas más sensibles a los costes estructurales. Aun así, está por ver cuál será el efecto que esta medida en el último cuatrimestre del año.