2020 será el primer San Fermín, en más de ciencuenta años, en el que Miguel Ledo (Calahorra, 1953) no se juegue el tipo en Mercaderes. La pandemia le tendrá en casa a buen recaudo, para tranquilidad de su mujer, hijos y nietos que, cada vez que le ven por la tele, «sufren». La suspensión de las fiestas le vendrá bien para «ahorrar». «Subía a Pamplona en la madrugada del 7 de julio y ahí me quedaba hasta que se acababan las fiestas o se agotaba el dinero», bromea.

En su larga trayectoria como corredor sólo ha tenido un percance hace una docena de años. «Estorbaba a un toro y me aportó». Se saldó con «una visita a la unidad móvil, un par de grapas en la espalda y de vuelta a Logroño». 

Es uno de los corredores más veteranos y, aunque San Fermín es su recorrido fetiche, no falta a las celebraciones taurinas tan habituales en la ribera navarra: Falces, Lodosa, etc. 

En su larga historia como corredor ha vivido la masificación de un recorrido que «a finales de los sesenta sólo hacíamos un par de centenares de corredores». Ahora, San Fermín se ha gentrificado y encontrar sitio en Santo Domingo, Mercaderes o Estafeta es un oficio de riesgo.

«Cuando era joven me ponía en Santo Domingo pero ahora llevo doce años o así en Mercaderes. Los toros tienen las manos más cortas que las patas y la Cuesta de Santo Domingo la suben muy deprisa», informa. Igualmente las 2.500 personas que se congregan en ese tramo venden muy caro su espacio. «En Mercaderes se corre más tranquilo. Además los toros, que salen con fuerza al inicio, llegan más cansados», se ríe.

La semana grande de la capital navarra la pasará en Logroño. A Pamplona no subirá porque «San Fermín, sin toros, no es San Fermín». Lo hará, si los rebrotes no lo impiden, en 2021 dispuesto a continuar con una tradición iniciada hace más de cincuenta años.