Un matrimonio de conveniencia que hace aguas

Pilar Cernuda
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Los miembros de la coalición entre PSOE y Podemos no se aguantan y han mostrado continuas tensiones que podrían obligar a Sánchez a acabar abruptamente la legislatura y convocar elecciones en otoño

El presidente e Iglesias apenas tienen contacto y el silencio parece ser protagonista en los Consejos de Ministros. - Foto: SPANISH GOVT. / MONCLOA / Borja

PSOE y Podemos andan a la gresca en el Consejo de Ministros, y se hacen apuestas sobre la duración de un matrimonio de conveniencia que, apenas un año después de firmar los papeles, no se aguanta. Los cónyuges se necesitan, pero no se soportan. 

Primero se suprimieron las reuniones de los lunes en las que un comité de socialistas y podemitas establecían las prioridades del Gobierno; luego desaparecieron y fueron sustituidas por almuerzos semanales de Sánchez e Iglesias en Moncloa. Hace tiempo que tampoco se celebran, y cuando desde el bloque morado indicaron esta semana que el presidente y su vicepresidente segundo almorzarían el pasado jueves, al intentar confirmarlo en Moncloa respondieron que no estaba en la agenda de Sánchez, así que no se sabe si comieron o no. Pero de haberlo hecho, probablemente Iglesias ya se habría ocupado de que se supiera.

Decía un ministro socialista hace ya algún tiempo que a ambos líderes solo les une la necesidad que tienen uno del otro. Contaba también que en las reuniones del Consejo antes saltaban chispas, y ahora ya ni eso porque sus integrantes apenas se hablan. La vicepresidenta Calviño responde a las propuestas de Iglesias con un despectivo silencio, lo mismo ocurre con Escrivá y empieza a ocurrir con Ábalos, que está harto de las polémicas; pasa de las declaraciones de dirigentes de Podemos en las que afirman que sí o sí este Ejecutivo regulará los precios de los alquileres. 

El propio Sánchez empieza a estar cansado de las tensiones constantes que vive la coalición. Harto también de que roce a los socialistas el descrédito que se extiende sobre Podemos porque algunas de sus propuestas son inviables económicamente, otras rozan la Constitución y unas terceras caen directamente en el ridículo, con actitudes personales que dañan incluso más que las decisiones políticas. Irene Montero se lleva la palma en ese capítulo, con el caso de la niñera. O la llamada ley trans, rechazada por todas las instancias por sus clamorosos fallos, pues no solo indigna a los movimientos feministas con mayor historia y más fuerza reivindicativa sino que el propio ministro de Justicia y el Consejo de Estado han encontrado fallos de libro, como si hubiera sido elaborada por aficionados. Su última pataleta -porque lo de Irene Montero son pataletas, comentaba un destacado socialista a los dos meses de ocupar el Ministerio- ha sido protestar por la prohibición de realizar manifestaciones el Día de la Mujer, para evitar así promover la propagación del coronavirus. Montero ha acusado a los promotores de esa decisión, cargos socialistas como el delegado del Gobierno de Madrid, de «criminalizar el feminismo». Como si solo ella tuviera el copyright del feminismo, cuando precisamente es casi unánime la crítica de las formaciones feministas más solventes al proyecto de ley empeñada en que lo apruebe el Ejecutivo y lo lleve al Parlamento.

Son muchos los focos de disputa, y se acrecientan a medida que transcurre el tiempo. En los primeros meses de Gobierno, Pablo Iglesias se apuntó varios tantos que minaron el crédito de Pedro Sánchez, que aparecía como subordinado de un vicepresidente que imponía su criterio o que se apuntaba los méritos de la aprobación de determinadas medidas sociales que a veces ni habían sido iniciativa de Podemos. 

Tras los Presupuestos

El líder del PSOE, probablemente movido por las críticas generalizadas a permitir que sus socios morados le marcaran el paso, cambió de actitud a partir de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Reconocen los socialistas que la coalición facilitó el apoyo de ERC y Bildu, aunque el respaldo de los catalanes no lo gestionó Iglesias, venían de atrás las buenas relaciones entre Sánchez y ERC y las remató la negociación de Adriana Lastra con Gabriel Rufián, nada difícil porque el propio Sánchez ya mantenía buena sintonía con dirigentes republicanos. Sin embargo, aprobados los PGE, que tuvieron un coste importante de imagen para el presidente por pactar con los abertzales, se inició el despegue afectivo, político, personal o como quiera llamarse, pero las relaciones ya no son, ni de lejos, como eran.

Se nota en las actitudes, pero también en el incremento del radicalismo de Podemos. Se ha agudizado sobre todo en los ataques a la Monarquía. No solamente ha arremetido contra el Rey Juan Carlos, lo que en cierto modo se comprende por los muchos errores que ha cometido el Emérito, sino que ha puesto en su punto de mira a Felipe VI, insistiendo en que la Corona es una institución corrupta y aprovechando todas las ocasiones que se presentan para reivindicar la necesidad de promover el advenimiento de la república.

Ha sido ese ataque al Monarca lo que ha provocado el cambio de actitud de Pedro Sánchez, marcando más distancia que nunca con Podemos.

Si hace meses el presidente no perdía la ocasión para hacer de menos a Don Felipe, con decisiones inauditas como no permitirle presidir la inauguración de la Conferencia Mundial sobre el cambio climático que se celebró el Madrid, o no permitiendo tampoco que presidiera el acto de entrega de despachos a los nuevos miembros de carrera judicial que se celebran tradicionalmente en Barcelona bajo la Presidencia del Rey -como figura en las invitaciones-, en los últimos tiempos el presidente ha hecho alarde de acercamiento al Jefe del Estado, al que ha acompañado en varios actos. El último, este mismo viernes en una complicada visita a la planta de Seat en Martorell. Incómoda porque desde hace dos semanas Cataluña sufre actos constantes de vandalismo en apoyo del rapero Pablo Hasél, y sus promotores habían pedido previamente que los manifestantes expresaran su protestas por la presencia del Rey en Cataluña.

Confidencias en las alturas

Esas manifestaciones y actos vandálicos han sido también motivo de diferencias entre los socialistas y los podemitas, pues Iglesias y Echenique no solo no han condenado la violencia desplegada en Cataluña por antisistemas, ácratas, anarcos e independentista, sino que en el caso de Echenique incluso los ha apoyado.

El matrimonio de conveniencia empieza a hacer aguas, y lo que no se sabe es cuánto más tiempo se impondrá la conveniencia a la necesidad de tomar medidas drásticas para impedir que la vía de agua anegue y hunda el buque del Gobierno. 

Pablo Iglesias perdería toda su fuerza, y probablemente convertiría su partido en irrelevante, si fuera apartado del Ejecutivo, por eso tensa la cuerda permanentemente pero con cuidado de que no se rompa. Pedro Sánchez, por su parte, tiene la estabilidad asegurada en la coalición con IU-Podemos, pero en política los apoyos más firmes, o las rivalidades más acérrimas, pueden cambiar en cuestión de horas. Él mismo lo sabe, lo ha sufrido en sus propias carnes. Nada impide que, aprobados los PGE, que le garantizan que el principal proyecto de Ley no tiene que pasar nuevamente por las Cortes al menos en los dos próximos años, el presidente vaya buscando apoyos en partidos que le causen menos problemas que los morados y, sobre todo, no afecten tanto a su credibilidad y a su imagen como jefe de gobierno, hoy muy mermada dentro de España ero también en el escenario internacional.

Es la razón de que en los últimos días se especule con que, en contra de lo que se pensaba, el actual Gabinete no llegará al final de la legislatura. Especulaciones que no lo son tanto, porque hay algunos datos reveladores: desde el propio círculo del líder socialista se ha trasladado a personas de su máxima confianza que Sánchez está decidido a convocar elecciones en otoño si Podemos sigue con la política disparatada que está afectando tanto al prestigio del Gobierno y, sobre todo, a su presidente. Y quienes reciben esas confidencias de vicepresidentes o ministros amigos, las han trasladado a algunos periodistas. 

Moncloa niega todo, es obligado hacerlo. Pero algo está pasando en las alturas. A Sánchez le puede convenir acabar a medio plazo con el matrimonio de conveniencia.