Cuenta Claudia (nombre ficticio), que era una joven en la década de los 80 del siglo pasado cuando, al igual que todo el mundo que recuerde haber vivido en esa época, conoció la existencia del sida. Incluso supo de gente que había fallecido víctima de una enfermedad que estigmatizaba a quienes la padecían. Fueron pasando los años, y su presencia se fue diluyendo, se fue difuminando, al menos del foco público, y a Claudia, como a muchos otros, se le fue olvidando, «casi como si hubiera desparecido». Hasta que un día, pidió un préstamo hipotecario para cuya concesión le exigieron la realización análisis médicos, entre los que figuraba una prueba del VIH, en la que dio positivo. «Fue un shock; no podía entenderlo, no me cabía en la cabeza», cuenta esta mujer, que no tuvo paz hasta que, semana y media después, un contraanálisis determinó que estaba libre del virus. Esta experiencia cambió por completo su percepción sobre el sida, elevó su nivel de tolerancia, y le llevó a acercarse a quienes estaban contagiados. Fue así como conoció a su marido, diagnosticado con el virus y con quien lleva 14 años casada.
Cuenta que supo de su situación por terceras persona y fue ella la que se acercó a él para brindarle su «apoyo y comprensión» y poco a poco surgió el amor. «Fue muy fácil», recuerda Claudia, que señala que «no tenía el miedo» de las personas seropositivas a decirlo, de tal manera que todo transcurrió de manera muy fluida «y muy bien».
Señala que el día a día se recorre sin problemas sin que el VIHafecte al transcurrir de su existencia. «Al principio estaba más preocupada, ahora hay días que ni me acuerdo», confiesa, a la vez que apunta que su pareja lo tiene más presente, pues debe tomar cada día una pastilla.
Claudia cuenta que la etapa más complicada fue consecuencia de su deseo de tener un hijo, para lo que estuvieron tres años de tratamiento porque, además de que ella estaba «justa» de fertilidad, «no se sabía cómo iban a ir las cosas».
Relata que a su pareja le daba «palo» no usar preservativo, una circunstancia que los médicos «decían que no suponía ningún problema» y aunque tuvo tres embarazos ninguno llegó a buen término.
Apoyo psicológico. Claudia, que «vivió en sus carnes» durante unos días lo que es sufrir el virus del sida, entiende que es «difícil» superar el estigma de un virus, con el que el año pasado vivían 37,7 millones de personas en todo el mundo.
«Parece que la sociedad piensa que es fruto de prácticas que no gustan, o eres muy promiscuo, o toxicómano, o practicas algún tipo de actividades que no son las más adecuadas socialmente», reflexiona. «Es muy difícil que la sociedad llegue a aceptarlo;parece que quien lo tiene ha hecho algo malo», añade Claudia, que destaca el valor del apoyo psicológico para su marido. «Es importante para quitarse la culpa que pienso que todavía tiene porque, una vez que una persona la supera, es capaz de seguir adelante», considera la pareja de un hombre con VIH, que resalta que hay que recordar que el sida «no es algo que ha pasado», es algo que sigue existiendo y de lo que hay que protegerse.
Al respecto, entiende que la jornada de hoy, Día Mundial de Lucha contra el Sida, debe servir como excusa para hablar de un virus que está presente «y no solo es el covid». En este contexto, destaca que es esencial que los jóvenes sean conscientes del VIH, una infección que contrajeron el año pasado 1,5 millones de personas en todo el mundo, «Cada día hay más relaciones sociales y debería haber de forma permanente campañas de educación e informativas», plantea Claudia, que recuerda la del ¡Póntelo, pónselo', que invitaba a la utilización de preservativos y que generó una gran polémica a principios de los años 90 del siglo XX. «La gente se debe proteger del virus, porque sigue existiendo», concluye.