"En Valle de la Lengua hay que aterrizar los proyectos"

Gustavo Basurto
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Licenciado en Teología y en Ciencias Patrísticas, José Ramón Pérez Sáenz, de 62 años, es desde julio prior del monasterio de Yuso. Anteriormente ocupaba la vicaría general de los Agustinos Recoletos

El nuevo prior de Yuso, en la biblioteca del monasterio con uno de los enormes cantorales que custodia el centro. - Foto: Óscar Solorzano

Cuando el padre José Ramón Pérez Sáenz abre la puerta de cuarterones para mostrar a El Día de La Rioja la soberbia biblioteca de Yuso, en cuyos anaqueles duermen más de 12.000 libros y códices, joyas bibliográficas anteriores al 1700, la mente del periodista vuelve atrás en el tiempo. Pero el nuevo prior de Yuso, ataviado, eso sí, con hábito negro y la correa de cuero característicos de los Agustinos Recoletos, es hombre de mundo y con la cabeza puesta en problemas de hoy. Encontró la vocación religiosa en San Millán, en el monasterio y en el santo; y a San Millán ha regresado para regir los destinos de una comunidad de doce monjes y de un cenobio emblema de los balbuceos de la lengua española. El riojano José Ramón Pérez Sáenz deja atrás una docena de años a la vera del Tíber para retornar a 'casa', a orillas del Cárdenas.  

Viene del trajín de Roma a la placidez del Valle del Cárdenas. ¿Qué supone el cambio al priorato de Yuso?

Casi comenzar de nuevo, porque la actividad que desarrollaba allá, que era más bien burocrática, como intermediario entre las provincias y el gobierno general de la orden y la Santa Sede, es muy distinta a la de aquí, que está más centrada en las personas, ad intra, de atención a los religiosos, motivándolos y ayudándolos, porque algunos son mayores y hay alguno enfermo, además de animar la vida de la comunidad y coordinar actividades. Este monasterio tiene actividad pastoral, así es que también hay que motivarla y atender a las gentes del valle, a lo que hay que añadir la faceta cultural y de atención al turismo que tiene Yuso.   

Usted nació en un pueblo a 20 kilómetros de Yuso y estuvo hace años en este monasterio. ¿Hay también un componente emocional en este retorno?

Sí, porque siempre he llevado muy dentro de mi corazón a San Millán desde que entré en la vida religiosa. Buena parte de la vocación se debe a este monasterio. Aquí sentí la llamada de joven y siempre he seguido de cerca la vida del monasterio, aún en la distancia. 

Llega a San Millán a las puertas de la celebración del 25 aniversario de la declaración de Yuso y Suso como Patrimonio de la Humanidad, el mayor hito reciente en los monasterios. ¿Qué retos hay de cara al futuro?

Muchos. Uno es la conservación, el cuidado y la restauración de los bienes patrimoniales y culturales del monasterio. Otro nuevo es el proyecto Valle de la Lengua, en el que está implicada la Fundación San Millán, de la cual soy secretario, junto con el monasterio y el Gobierno de La Rioja. Hay otro reto personal, que es recuperar la tradición de acercamiento espiritual que tenía el monasterio a los peregrinos. Y junto con la Fundación y otras instituciones, mantener una tradición importante, máxime en la situación que vive España. Me refiero a que la figura y la tradición que se ha generado sobre San Millán, padre y patrón de las Españas, según lo declaró el Concilio de Toledo y San Braulio en su biografía, era la de unir, sumar fuerzas. Ayudó a crear la conciencia de España, de la nación, uniendo fuerzas. Dio fuerza en la época visigótica para que la Iglesia se constituyera y por eso le declararon casi la figura más significativa a nivel espiritual. 

¿Inspiró la unión religiosa y también territorial?

En la edad media, la figura de San Millán era un poco el punto de unión entre los reinos que surgían, entre castellanos y navarros y castellanos y leoneses. Y luego ese reto de unión ha sido la lengua común, sin anular las otras particulares. Pero siempre creando este vehículo en donde todos podemos sentir que juntos somos más fuertes y lograr objetivos mejores. Es un reto que el monasterio debe seguir impulsando.      

San Millán tiene un componente religioso, pero también es un potente centro de atracción turística. ¿Se ha recuperado la afluencia de visitantes previa a la pandemia?

Ya desde el año pasado se ha ido recuperando. Como tenemos espacios tan amplios fue atrayendo a los turistas y aquí se sentían bien, con seguridad. Al principio era prácticamente todo turismo interior, pero este año se ha recuperado también el turismo internacional.

Hace más de mil años, unos monjes escribían en este lugar las primeras palabras del español, idioma que hoy hablan más de 500 millones de personas en el mundo. ¿Pesa la responsabilidad de mantener ese legado?

Sí. Pesa y es una preocupación. Como decía antes, que la lengua no nos divida, sino que nos una, siempre desde el respeto,  porque la comunión surge cuando hay diversidad; es caminar juntos y la lengua ayuda en ese sentido. La tradición que se generó desde el siglo XI en San Millán y que continúa con esa lengua común es importante y uno de los retos es seguir impulsándola.    

El gran proyecto para San Millán, como epicentro, pero también para toda la comarca y para La Rioja, es Valle de la Lengua. ¿Qué papel tendrán en él los agustinos recoletos?

Hay algunos proyectos, pero aún no se han concretado. Estamos dispuestos a colaborar y facilitarlo desde el monasterio, pero hay que aterrizar los proyectos. Hasta ahora ha habido es mucha imaginación sobre qué hacer, pero creo que esos proyectos hay que aterrizarlos en lo concreto. Y no he visto que eso esté. 

¿No les han informado los políticos sobre el protagonismo que se dará al monasterio en Valle de la Lengua?

Habría que concretar más. Se nos ha pedido cesión de espacios, a lo que estamos dispuestos, siempre que se respeten algunas condiciones. Y no solo por lo que respecta al monasterio, sino que también lo veo en otros lugares implicados en Valle de la Lengua, en los que quizás falta concreción. Se ha hablado de una especie de facultad para extranjeros o para gente que quiera crecer en el conocimiento de la lengua, pero eso hay que aterrizarlo bien, porque habría que buscar no solo un lugar donde estudiar, sino también espacios donde los estudiantes puedan llevar una vida normal. Y no sé si San Millán pueda dar eso, porque aquí estarían ocupados cuatro o seis horas, pero ¿y el resto del día? Los jóvenes no pueden encerrarse en un monasterio y en un sitio pequeño.   

¿No ve infraestructura suficiente en San Millán para un centro importante para estudiantes de español?

Aquí habría infraestructura para acoger aulas, porque hay espacios que no se utilizan y otros que están poco utilizados a los que se podría dar otra orientación. Lo que no veo es lo otro, un ambiente para gente joven, que un pueblo no garantiza. Quizás habría que rebajar las expectativas y pensar que aquí podría haber un centro para unos días concretos o cosas puntuales, sin necesidad de desarrollar una gran infraestructura y para lo otro, pensar en otro lugar cercano que lo garantice. Pero esta es solo mi opinión y no estoy muy metido en el proyecto.  

San Millán tiene un importante componente académico y otra faceta turística. ¿Cómo está la parte religiosa?

Esperando que la comunidad se renueve y podamos ofrecer campos donde contribuir. Aquí apoyamos a la atención a los pueblos que necesita la Diócesis y a veces ayudamos a otros párrocos. Y pensamos en ofrecer espacios de oración donde la gente pueda retirarse, algo que me gustaría impulsar y que es una parte que tal vez no se ha trabajado tanto. Quizás el monasterio ha estado muy orientado al turismo, a mantener y exponer obras de arte, facilitar espacios para el proyecto del Cilengua. 

¿El turismo puede acabar eclipsando el carácter religioso, que está en el origen de los monasterios?

No. Son compatibles. Más bien se complementan y ayudan. Lo que es una pena es que desapareciera el albergue para peregrinos que hubo aquí para quienes se desviaban desde Nájera. Habría que recuperarlo.  

Usted es de Manjarrés. ¿Cree que el desarrollo cultural y turístico previsto en torno a los monasterios alcanzará a toda la comarca?

Sí, no cabe duda de que beneficiará a la comarca, pero hay que aterrizarlo bien. Sé que hay proyectos que afectan a Estollo, a Canillas de Río Tuerto, a Tricio y Cárdenas. De alguna manera daría vida a todo el valle. 

Jesuitas y los Franciscanos han dejado Logroño, en Valvanera se fueron los Benedictinos, aunque luego llegó el Instituto del Verbo Encarnado, y en los últimos años se han quedado sin religiosos monasterios en Haro y Nájera. ¿Tienen los Agustinos Recoletos  asegurado el futuro en Yuso?

En principio sí. Dentro de la orden hay interés en mantener la comunidad y reforzarla en lo que se pueda. Y también hay un interés de la Iglesia en La Rioja, por la importancia que (San Millán) tiene, incluso más allá de la Iglesia y de España, porque casi mensualmente hay encuentros en torno a la lengua con asistentes de otros países y siempre el prior tiene una palabra que decir. Es una manera de no perder el sentido cristiano de la cultura, que puede enriquecer. 

En la mayoría de centros religiosos, buena parte de las nuevas incorporaciones corresponden a religiosos de otros países. ¿En Yuso también?

También ocurre aquí, no estamos ajenos a eso. En general, en Europa las vocaciones continúan en crisis, aunque se está recuperando, pero muy lentamente. Y en las comunidades religiosas, por el sentido universal de la Iglesia, uno ya sabe que pueden destinarle a donde nos lleve el Señor. En esta situación de falta de vocaciones, se están supliendo desde África y Asia, donde sí las hay. Pero las congregaciones religiosas no son una isla y ocurre lo mismo en la sociedad. Uno va por Madrid y ve un montón de extranjeros que han venido aquí y que hacen una labor que quizás los nativos del país no pueden realizar, porque no hay brazos suficientes. Cuando regresé de Venezuela, donde viví 16 años, me llamaba la atención que aquí por la calle no veía más que viejos, mientras que allí era al contrario. En la sociedad española la media de edad es alta y eso mismo tiene su eco en la vida religiosa, como en otros ámbitos. 

¿Las Glosas Emilianenses deberían volver a San Millán?

Creo que deberían estar aquí, o al menos en La Rioja, con garantías de seguridad, de que se cuidarían y se facilitaría el acceso a los estudiosos. Ahora nos tenemos que conformar con los facsímiles, pero es lo que hay. En general, hay una tendencia que va imponiéndose de devolver las obras de arte a los lugares donde se crearon. Eso antes parecía imposible, pero hoy creo que ya no lo es tanto. Puesto que no importa tanto el lugar donde estén, las Glosas deberían volver a su lugar de origen.

El Gobierno de La Rioja lo intentó. ¿Es una guerra perdida?

No. Es una guerra que llevará tiempo, pero se va cambiando la mentalidad. Quizás, antes se crearon esos espacios porque era el único lugar  donde poder conservar esos bienes y que pudieran consultarse, pero hoy en día la informática y otras cosas han cambiado mucho.  

En su día, los monjes de Silos alcanzaron notoriedad mundial con sus discos de gregoriano. ¿Es posible que San Millán pudiera explotar alguna singularidad que le diera más fama?

De la música no (ríe), porque la comunidad es pequeña; algo cantamos en la liturgia, pero es más de rezar, por nuestra tradición. 

Hace casi año y medio el Gobierno central anunció una inversión de 500.000 euros de fondos europeos para trabajos de rehabilitación en San Millán, dentro de Plan Turístico Xacobeo. ¿Está ejecutada esa obra?

No. Lo que más urge ahora es la torre del monasterio, que estaba metida en el programa de restauración de la iglesia, pero buena parte del presupuesto se lo llevó la arqueología, con trabajos que surgieron durante las obras. La urgencia está sobre todo en las planchas de plomo de la cubierta de la torre, porque algunas se han aflojado. Y habría que restaurar la fachada y los entrepisos, que amenazan ruina, para poder reutilizar esos espacios. 

Yuso tiene un enorme valor cultural y patrimonial. ¿Cuál es su rincón favorito del monasterio?

Me gusta el claustro, donde paso mucho tiempo, porque se respira el silencio y la tranquilidad en las horas en que no hay turismo. Y por devoción a San Millán, la parte debajo del coro, donde está el altar de San Millán. Decía el padre Olarte, de quien fui alumno, que es la oficina del santo, donde hace los milagros. Me gusta pasar ratos en ese lugar, porque ahí San Millán escucha. Eso también lo sabe la gente del pueblo y viene a rezarle ahí. 

¿Cómo es el día a día de un agustino recoleto en Yuso? ¿Se levantan a maitines a las seis, por ejemplo?

Ya no. Desde el Concilio se quitaron los rezos de media noche. Antes se madrugaba un poco más, pero ahora en atención a que hay personas muy mayores y para que puedan incorporarse al rezo común de la mañana, hemos retrasado el horario a las siete y media, cuando antes lo hacíamos a las seis y media. Después, cada uno tiene sus quehaceres. Nos juntamos de nuevo a mediodía para rezar juntos y después la comida y un rato de recreación en común. A partir de las cuatro cada uno retoma su actividad hasta las ocho, en que nos juntamos otra hora y cuarto para rezar, antes de la cena. Sobre las diez y media cada uno se retira a su habitación.

Yuso no es un centro de clausura y ustedes tienen contacto con turistas de muchos países. ¿Eso les ayuda estar al corriente de la actualidad?

Sí, nos enriquece a todos. Eso ayuda mucho para a centrar la oración, ver los problemas de la gente y saber lo que tenemos que rezar. Hay que estar en contacto con la gente para saber qué les ocurre; no estamos aislados del mundo, sino más bien en el centro del mundo y de la sociedad. 

¿Cómo es la relación con los vecinos de San Millán de la Cogolla?

Es buena, como siempre. Percibo de los vecinos un calor afectivo y humano. Y les acompañamos en sus preocupaciones. Creo que siempre han sentido el convento como su casa y procuraré que siga siendo así. Si ahora hay más puertas y rejas es porque las cosas han cambiado y lo exige la seguridad.