Una brecha abierta en el Tarajal

SPC-Agencias
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El conflicto diplomático que estalló entre España y Marruecos en mayo a raíz del 'caso Gali', y que derivó en la entrada a Ceuta de miles de 'indocumentados', continúa enturbiando las relaciones bilaterales

Una brecha abierta en el Tarajal - Foto: Brais Lorenzo

Hace más de medio año, Ceuta vivió su mayor crisis migratoria en décadas: entre 10.000 y 12.000 personas cruzaron la frontera de la Ciudad Autónoma en pleno pulso diplomático de Marruecos a España. El enclave, de apenas 85.000 habitantes, se vio desbordado. Más de la mitad de los adultos que entraron ilegalmente fueron devueltos al país vecino inmediatamente, mientras que para los más de 1.000 menores que llegaron se tuvo que improvisar un sistema de acogida diseñado para ser provisional pero que permanece hasta ahora.

Tras esta situación subyace una realidad en las relaciones entre Madrid y Rabat: ambas naciones no celebran una cumbre bilateral desde 2015 y todo parece indicar que la que sería la duodécima se hará esperar. Un año después de que la Reunión de Alto Nivel entre los dos territorios fuera aplazada por la pandemia, la cita sigue sin fecha prevista y aún está por resolverse la grave crisis diplomática vivida en los últimos meses.

La coincidencia temporal entre la decisión de posponerla y el anuncio de EEUU mediante un tuit de su entonces presidente Donald Trump de que reconocía el Sáhara Occidental como marroquí, hizo sospechar que detrás del aplazamiento había otros motivos.

Habría que esperar aún algunos meses para que Rabat pusiera sobre la mesa la realidad de la situación, que no era otra que su deseo de que España siguiera los pasos de Washington y reconociera la marroquinidad del Sáhara, algo que el Gobierno ha descartado de plano.

Antes había estallado la peor crisis diplomática entre los dos países desde la del islote Perejil en 2002 a cuenta de la acogida en España el 18 de abril por «razones humanitarias» del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para que recibiera tratamiento contra la COVID-19 en un hospital de Logroño.

Marruecos puso el grito en el cielo por no haber sido avisado de antemano como cabía esperar entre países vecinos y amigos y avisó de que habría «consecuencias». Estas llegaron en forma de miles de inmigrantes que, gracias a la dejadez de las fuerzas magrebíes, cruzaron hacia Ceuta entre el 17 y el 18 de mayo desbordando la capacidad de la Ciudad Autónoma.

El Ministerio de Exteriores convocó entonces a la embajadora marroquí, Karima Benyaich, para expresar su «disgusto» y «rechazo» por lo sucedido pero horas más tarde Rabat decidió llamarla a consultas, sin que su regreso a Madrid se haya producido hasta el momento.

Tampoco la marcha de Gali de vuelta a Argelia a principios de junio dio por zanjada la crisis, aunque sí que hubo un punto de inflexión con el relevo decidido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Exteriores en julio.

La salida de Arancha González Laya, a quien Marruecos responsabilizaba en gran medida de lo ocurrido -y que de hecho fue investigada por un juez de Zaragoza en relación con el caso del líder del Frente Polisario- llevó al Palacio de Santa Cruz a José Manuel Albares, un diplomático muy próximo a Sánchez y que desde el primer día no ocultó su deseo de resolver la situación con el hasta entonces «gran amigo» marroquí.

El nuevo titular de Exteriores sostuvo varias veces que «todas las señales que llegan desde Marruecos son buenas» en base al discurso pronunciado por Mohamed VI el pasado 20 de agosto. En ese momento, el monarca alauí reconoció que la relación había atravesado «una crisis inédita» y dejó claro que aspiraba a trabajar con el Ejecutivo español «con toda sinceridad y confianza» de cara a «inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países, sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de los compromisos».

Sánchez dio inmediatamente la bienvenida a estas palabras, «porque sobre la confianza, el respeto y la colaboración presente y futura podemos construir una relación sobre bases mucho más sólidas que las que hemos tenido hasta ahora» y también Albares habló de «una relación estratégica con Rabat, que fuera incluso más reforzada que anteriormente».

Sin avances concretos

Pero poco más ha ocurrido en estos meses que lleve a pensar en un cambio en la postura de Marruecos donde, según reconocen fuentes conocedoras de la situación, la última palabra la tiene siempre Mohamed VI y las cosas no avanzan al ritmo que lo hacen en España. «Lo que aquí nos cuesta tres horas allí puede llevar tres meses», admiten.

Entretanto, del otro lado del Estrecho llegan cada vez más informaciones que hacen dudar de la voluntad de Rabat de pasar página en su crisis con Madrid. Una de ellas es la instalación de una piscifactoría marroquí en las inmediaciones de las islas Chafarinas.

El Gobierno se quejó mediante una nota verbal cursada a la Embajada magrebí tras constatar la actuación en lo que son aguas españolas «sin los permisos necesarios para esa actividad», sin que Marruecos se haya pronunciado al respecto. A esta piscifactoría podrían sumarse varias más próximamente, ya que se ha dado autorización a la construcción de una decena más frente a las costas de Canarias, según avanzaron algunos medios.

A esto habría que añadirle también el contrato firmado recientemente por el reino alauita con la empresa israelí Ratio Petroleum Energy para explorar la búsqueda de petróleo y gas en la costa saharaui cercana a Dajla, si bien el presidente de Canarias, Ángel Víctor Torres, ha dicho que Exteriores le ha garantizado que el proyecto no colisiona con las aguas regionales.

Y pese a todos estos asuntos, a los que cabe añadir la cooperación en materia migratoria y antiterrorista -que el Ejecutivo señala que no se ha visto afectada en ningún momento-, Albares aún no ha podido mantener el esperado cara a cara con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, visto como el paso previo lógico a poder retomar la celebración de la cumbre bilateral.

Ambos ministros conversaron por primera vez a finales de septiembre y quedaron en reunirse en persona «próximamente» pero el encuentro no se ha consumado, y eso que ocasiones han tenido. 

«Lo importante no es quién o cuándo se viaja sino para qué se viaja», sostuvo Albares en una reciente entrevista, asegurando que no es «partidario de viajar para hacerse fotos» sino de hacerlo «cuando hay un motivo para ello». La visita llegará cuando se den «las circunstancias», recalcó.