«Sin apoyar a los grupos de tu ciudad se acabó la música»

Javier Alfaro Palacios
-

El carismático músico riojano Diego M. Continente cierra este miércoles El Día.Desde las salas de conciertos al aula, ningún escenario se resiste a este reconocible profesional de la música

Diego M. Continente asegura que como mejor se expresa es con la guitarra. - Foto: Íngrid

Dice que siempre ha hecho las cosas «tarde», pero las acaba haciendo. Asegura que es «arquitecto y bello artisto frustrado» porque le dio «miedo comenzar esas carreras largas tan tarde». Tarde, porque fue con 26 años cuando tomó conciencia de que quería estudiar «algo reglado:» música moderna, diseño de interiores, oficios creativos, Logroño, Salamanca... Con el sueldo de camarero y viviendo en precario entre una lonja y una furgoneta, terminó por ir a Bilbao a estudiar Artes y allí empezó a impartir clases de música en escuelas para pagar sus estudios. 

Y así sigue. A sus 45 años, el músico Diego M. Continente (Autol, 1977) «llena la nevera» como profesor y director de la escuela de música logroñesa Amadeus, y «llena el alma» con los escenarios. Tanto cuando él se sube en uno al frente de Messura, entre otros grupos, como cuando lo hacen sus alumnos. «Desde los más pequeños, hasta alguno que tengo jubilado, mis alumnos me emocionan igual que cuando compongo una canción, y mi equipo, que está super involucrado, de ellos estoy super orgulloso porque gracias a ellos ayudamos a aprender».

Maneja instrumentos como la guitarra, el piano, programas informático de producción musical... y el bajo, instrumento con el que empezó. La gente que le conoce «se van a reir porque soy super crítico con los bajistas, soy el que más se mete con ellos porque es a los que menos se les oye en un grupo».

La música ilumina el día a día tanto en las aulas como en el local de ensayo o en los escenarios.La música ilumina el día a día tanto en las aulas como en el local de ensayo o en los escenarios. - Foto: ÍngridPese a que en Messura canta «por una encerrona de mi gente, que no querían buscar otro cantante» al ser el compositor de los temas, piensa que como mejor se expresa es «con la guitarra».

«Yo empecé en mi pueblo con 15 o 16 años porque a uno que iba a cantar le falló la voz y yo me sabía todas» pero lo dejó «por el miedo escénico». Si pudiera, «yo dejaba de cantar mañana mismo». 

Actualmente sigue componiendo y ahora está inmerso en su escuela, en ensayos, colaboraciones y en ayudar a un grupo emergente «que son tan buenos que pienso que darán que hablar». 

Resalta que «lo bueno de que Logroño sea tan pequeño es que todos nos conocemos y está guay poder colaborar con gente de otra escena y estilos totalmente distintos, y eso te hace crecer como músico».

¿Se triunfa más con una estética alternativa como la tuya? «Eso pregúntaselo a los que triunfan, desde que se saca una canción hasta que el público la recibe en masa hay muchos factores que se escapan al control del artista».

Cree que su particular y reconocible imagen no le ha cerrado puertas. Rastas, rapado o «con pintas», al moverse en ambientes artísticos, alternativos y hostelería, cree que lo que más llama la atención es su «personalidad».

Defensor de que «el rock ha muerto a nivel creativo», se sorprende y disfruta de los grupos «que te dan un tortazo y te callan la boca, pero cada vez es más difícil experimentar». Matiza. «En Logroño, aunque no lo parezca, el rock no está muerto, hay escena, media docena de bares especializados que se llenan... lo que falta es público en los conciertos de grupos de su ciudad». 

Ahora es «super feliz» viviendo la vida del músico en precario pese a que la escuela va bien, aunque en unos años no le importaría «estar igual que ahora pero con un poquito más de pasta». Dinero que se gastaría en él, en su gente y en «una finquita con casa de aperos y su huerta». Le da igual llenar un estadio que media sala pequeña «si estoy bien anímicamente y puedo llegar a fin de mes, porque a la música no le pido nada, solo seguir emocionándome y emocionar».