Poemas para vivir en el Camino

Pablo Sáenz
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Marco Schmidt es un peregrino que escribe versos en la calle y vive de las propinas que gana

Marco Schmidt exhibe sus poemas sentado junto a La Redonda, en Logroño - Foto: Pablo Sáenz

Marco Schmidt (50 años) es un escritor solitario, un observador silencioso y un caminante cuyo camino nunca acaba. En junio del año pasado se ató las botas, cargó su mochila a su espalda, se aseguró de no olvidarse de sus cuadernos, sus gafas, su pluma y de la concha del peregrino y comenzó a caminar. Partió de Hamburgo (Alemania), su ciudad. Cruzó Europa de norte a sur a pie y la semana pasada llegó a Logroño. Sentado junto a la catedral, pasaba las tardes escribiendo poemas con los que, junto a un vaso de cartón, pedía propinas. «Vivo de este dinero y con él pago mis necesidades durante la travesía», explica el alemán. Esta es la historia de un nómada que vive en el Camino.

Nada más salir de Hamburgo, cruzó Países Bajos, Bélgica, Francia y los Pirineos. Puso un pie en Navarra y de ahí saltó a La Rioja, nueve meses después de su partida. Si bien nació en Alemania, reconoce que lleva «muchos años» viviendo en el Camino y pasa «una temporada aquí y otra allí». De vez en cuando regresa a Hamburgo pero siempre está en movimiento. Pernocta en albergues o en la calle, según la región en la que esté. 

En este largo viaje nadie le acompaña: «Me encanta la soledad y el silencio», reconoce. Para este eterno peregrino, la ausencia de ruidos o conversaciones es su mejor compañía, pues le permite reflexionar, filosofar y observar, los ingredientes de la receta que dan forma a sus escritos que lleva consigo en un manojo de hojas sueltas y que guarda dentro de un cuaderno de cuero raído. Además, advierte que no pone precio a sus poemas. «La gente los puede leer y, si le gustan, se los puede llevar. Pido propinas para quien quiera dejar algo de dinero», explica.

En sus escritos se esconden poemas de amor, versos que celebran la vida y se agarran al sentir de la brisa de primavera, al olor del mar, a la inmensidad de la llanura o a las emociones que le evoca la soledad. «Observo mi presente y después escribo sobre los sentimientos que me transmite», apunta. Estos escritos son menores comparados con su gran proyecto literario: «Un libro sobre la filosofía del silencio». ¿Qué es? ¿Qué transmite? ¿Qué emociones produce? Son algunas de las preguntas que se plantea. Por ello lleva años deambulando en solitario, «en constante búsqueda de estas respuestas». El camino, reconoce, le ayuda a dar con ellas.

En la vida de Marco no existen calendarios ni relojes que marquen su ritmo vital. Vive «sobre la marcha», dice. No tiene prisa ya que para este filósofo «el tiempo es una ilusión». Entre sus pertenencias, posee un mapa con el que va señalando las ciudades, pueblos y parajes en los que decide parar y disfrutar de su entorno. La capital riojana es una de sus paradas predilectas. Es la segunda vez que pasa por aquí. Le «encanta» la ciudad, ya que, «la gente es agradable y la tortilla de patata es soberbia». 

A su partida de Logroño, este escritor puso rumbo a Santiago de Compostela. Su camino no acaba en la ciudad donde yacen los restos del apóstol, pues la línea trazada en su mapa continúa serpenteando hasta Lisboa (Portugal). ¿Y después? Después seguirá caminando en silencio y en solitario, sin meta, sin final, siempre en movimiento, «siempre en el Camino».