Editorial

Putin mata a civiles en represalia a la destrucción del puente de Crimea

-

La fuerza aérea rusa percutió con fuerza la localidad de Zaporiyia el domingo de madrugada. Los aviones de las Fuerzas Armadas de Rusia lanzaron varios cohetes sobre las zonas residenciales de la villa y causaron entre 12 y 17 muertos, cifra que oscila dependiendo de las fuentes, y decenas de heridos, entre ellos varios niños. La cifra parece que no es definitiva, ya que los equipos de rescate trabajan en las ruinas de los edificios alcanzados por los cohetes.

De esta forma, el presidente ruso, Vladimir Putin, respondió al intento de destrucción del puente de Crimea, una vía de comunicación estratégica para conectar Rusia con la península de Crimea anexionada por Putin hace unos meses.

Zaporiyia es un objetivo primordial del Ejército ruso por dos motivos. El primero es sentimental, ya que la localidad fue la sede de los legendarios cosacos, por lo que es un símbolo nacional ucraniano. El segundo, es que se trata de la ciudad con más población de la región -se estima que en la actualidad viven en su casco urbano unas 800.000 personas- y está al alcance de las baterías rusas. En estos momentos, el Ejército de Putin emplea misiles antiaéreos, en vez de los habituales, para cometer los ataques. Son más baratos, tienen un suministro casi inagotable y generan más destrucción, incontrolable, porque son más imprecisos.

La guerra iniciada por Rusia en Ucrania está en un momento muy delicado. Zaporiyia se encuentra en el ojo del huracán y el peligro es la central nuclear que ya está desconectada de los sistemas de seguridad. La amenaza nuclear es una espada de Damocles que no sólo se tambalea sobre Ucrania, también sobre el resto de países de Europa del Este, principalmente, pero del resto del mundo también, porque un ataque nuclear por parte de Rusia desembocaría en una guerra global de consecuencias insospechadas.

El conflicto está en pleno auge y parece que la diplomacia, donde realmente tiene que buscarse una solución coherente, no registra ningún avance por el momento.

Vladimir Putin está cada vez más acorralado internacionalmente, pero escogió una salida hacia adelante, en vez de encauzar el conflicto y llegar a una solución pactada. La destrucción parcial del puente de Crimea, símbolo del poder de Putin, hizo saltar la espita y las represalias no tardaron en llegar, pero con un condicionante añadido y es que las víctimas del ataque de la aviación rusa son civiles que estaban en sus viviendas. Putin ya no tiene consideración y le da igual un objetivo militar o uno civil. Simplemente quiere hacer daño, y cuanto más, mejor. La comunidad internacional no puede permitir el desvarío del mandatario ruso