Idelfonso Fernández, Tito, tiene 34 años y hace unos meses tomó un a decisión: ser agricultor. Este joven de Aranza de Abajo, llevaba años trabajando en un planta industrial, con malos horarios y poco salario, apostó por hacer agricultor. La oportunidad se la dio el fina de la vida laboral de su progenitor, también agricultor. «Mi padre se jubilaba y como a mí siempre me había gustado el campo, dí el paso», afirma Fernández.
Tito no era neófito en las labores de labrar, sembrar, podar y vendimiar. A pesar de trabajar en la ciudad, siempre solía guardarse un par de semanas de sus vacaciones para ayudar a su padre a cuidar las las viñas o a vendimiar.
Ahora, con 8 hectáreas de viñedo se propone convertir lo que ha visto hacer toda la vida, su afición, en una profesión que le garantice su sustento. «Estoy muy contento por tomar esta decisión. Lo que también me animó es que las condiciones económicas de la fábrica donde yo trabajaba eran cada vez peores y pensé que dedicarme al campo era una buena forma de ganarme la vida, aunque todavía no me ha supuesto ni un ingreso hasta ahora», confiesa Fernández.
lidiar con la burocracia. Este joven agricultor riojano no ha tenido que partir desde cero a la hora de hacerse agricultor. Afortunadamente, Tito Fernández contaba con las tierras que su padre disponía y que quedaban libres para trabajarlas después de su jubilación como agricultor.
«Si no hubiera sido así, ni me hubiera planteado dedicarme al campo», asevera, «porque conseguir la tierra es muy díficil, no tanto ya por su precio, sino porque es complicado que alguine te la pueda vender. De hecho, hace poco me he hecho con una viña y me ha costado bastante porque hasta en dos ocasiones, cuando ya tenía la compra apalabrada, los vendedores se han echado atrás después de consultar con sus gestores lo que tendrían que pagar de impuestos y no les ha En dos ocasiones, los vendedores se han hechado atrás por el papeleo y los impuestos que deben pagar por la venta».
Sin embargo, lo más complicado para Tito desde que se decidiera a ser agricultor no ha sido ni el acceso a la tierra, ni las horas de trabajo ni las inclemencias meteorológicas sino la temida la burocracia.
«Todo el papeleo que he tenido que hacer, los contratos, el cambio de titularidad de la tierra y eso que mi padre la tenía en propiedad, sino hubiera sidso mucho más farragoso de lo que ha sido hasta ahora», señala este joven.
A pesar de todo, Tito Fernández, que está esperando su primer hijo, lo tiene my claro: «Me gustaría que también fuera agricultor», afirma, «a pesar de que mis padres nunca quisieron que yo me dedicara al campo y que trabajara en otra cosa, a mi no me importaría que mi hijo siguiera la tradición».