Campofrío celebra la existencia

L. M.
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La compañía estrena su anuncio de Navidad, cuyo mensaje este 2020, lleno de adversidades, es un canto a la vida y a la ilusión por seguir adelante, y un rechazo a los malos recuerdos. Daniel Sánchez Arévalo repite en la dirección junto a Paco Plaza

En la variopinta lista de elementos sin los que no se entiende la Navidad figuran la familia, las cenas con amigos, los regalos, el frío, la ilusión de los más pequeños de la casa, la lotería, las luces... y el anuncio de Campofrío. Año tras año, y ya van diez, la multinacional de agroalimentación nacida en Burgos maravilla a todo el mundo con sus campañas cargadas de humor, ironía, sentimiento y verdades como puños. En anteriores ocasiones se han tratado temas tan diversos como las fake news, el humor como objeto de lujo, el renacer de la planta de Burgos tras su incendio, las contradicciones de los españoles o nuestra manera de ser. 

El mensaje para estas próximas fiestas era el más complicado al que se han enfrentado desde 2010, y aunque los ciudadanos tendrán que juzgar, no será por el esfuerzo que el equipo de cerca de un centenar de personas puso en liza durante los tres días de rodaje. El spot es un auténtico canto a la vida, a celebrar la presencia en este mundo y a disfrutar de cada día y cada momento, sin olvidar el tiempo para el recuerdo. En un curso que nadie jamás borrará de su memoria, Campofrío consigue de nuevo sorprender y provoca que muy pocos terminen el anuncio sin una sonrisa o una lágrima en su rostro. Pero, ¿cómo se crea una producción de tal calibre en plena pandemia mundial?

El pasado lunes 16 de noviembre el Teatro Lara de Madrid acogió la grabación de las últimas escenas del anuncio. El cerca de centenar de trabajadores que forman parte del equipo portó una mascarilla FPP2 facilitada por la empresa y se controló en todo momento que no se formaran aglomeraciones alrededor de la grabación. Al frente de todos se situó este año, de forma imprevista, Daniel Sánchez Arévalo. Decimos lo de imprevista porque tras rodar las campañas de 2016, 2018 y 2019, el encargado de la dirección era Paco Plaza. Sin embargo, la covid-19 no está haciendo excepciones, y a escasos días del inicio del rodaje el cineasta madrileño dio positivo. ¿Qué hacer pues? Desde la productora no lo dudaron y acudieron rápidamente a Sánchez Arévalo, que en constante comunicación con Plaza -confinado en su domicilio- codirigieron la pieza. A sus órdenes coincidieron este año 70 extras y actores y personajes públicos de la talla de Juan Echanove, Silvia Abril, Andreu Buenafuente, Raúl Gómez (Maraton man), James Rhodes y el más importante de todos, Enrique San Francisco. Quique, como le llama cariñosamente todo el mundo, es todo un clásico en las campañas de Campofrío, y este 2020 actúa como eje que articula la historia.

 

Tres días de trabajo

Tras una jornada de rodaje por las inmediaciones del Monasterio de Montserrat (Barcelona) y otra por la calle Arenal y la Plaza de Sol de la capital de España, el Teatro Lara acogió los últimos compases. En realidad, y según se configuró el guion, las escenas que se grabaron este día son las primeras que aparecen en el film. El primer golpe de claqueta, minutos después de las cuatro y media de la tarde, correspondió a la escena en la que Enrique San Francisco sale del espacio cultural y a punto está de chocar con Raúl Gómez, que corre por la acera. «¡¡Pero qué haces!! Joé con el Maraton man de las narices, otro que no me ve...», repitió una y otra vez SanFrancisco. Tras ellos se colocó Daniel Sánchez Arévalo, muy atento a todos los detalles y la disposición del plano. Tal es la precisión con la que trabajan estos verdaderos artistas que la escena se repitió hasta trece veces. Cambios de trayectoria de los figurantes, entonación que no convencía al director o errores de los actores fueron algunos de los detalles que no terminaban por agradar al cineasta. Al estar en plena calle, parte del equipo estaba encargado de cortar el tráfico -apenas diez segundos- para no interferir en la escena, así como para reclamar silencio sepulcral.

Una vez que resultó correcta, las cámaras, focos, telas, pantallas, cables, personal, material, cajetines, equipos de sonido y todo aquél aparato eléctrico que uno pueda adentró en las tripas del ilustre Teatro Lara. Tocaba grabar en el interior. En esta ocasión aparecieron Silvia Abril y Enrique San Francisco encima del escenario, simulando la puesta en marcha de una obra teatral. «Quieto, no sigas», expresó Abril, al tiempo que Quique, guadaña y capa encima, le respondía:«eso es lo que todos me decís... pero yo no me detengo». En ese momento Juan Echanove, representando el papel de director, golpeó la mesa para expresar su asombro y conceder 5 minutos de descanso a sus pupilos. El escritorio, minutos antes, tuvo que ser anclado al suelo previa retirada de algunas butacas.

Lejos del foco de las cámaras, el trabajo en el interior del teatro es frenético. Técnicos de luces, de sonido, montadores de escenario, maquilladores, figurantes... la plantilla es muy diversa, todos con un papel vital dentro de la producción. No obstante, siempre hay tiempo para reponer fuerzas, aunque ello suponga no quitar el ojo de la pantalla para comprobar que todo está correcto. La grabación se prolongó hasta entrada la noche y desde ese día se puso en marcha el trabajo de la producción. Esta mañana se presenta en el propio Teatro Lara, lo que pondrá punto y final a un rodaje más que complicado. 

Como se refleja al final del spot, Campofrío se lo dedica este año ‘A los que se fueron. 

Y a todos los que siguen intentando, cada día, disfrutar del regalo de la vida.’