El mercado ve la luz al final del túnel

M. A. G-S.
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Con la reactivación de la hostelería, los establecimientos de la Plaza de Abastos recuperan parte de sus márgenes; el mercado no cierra pero las cuentas se resienten por la emergencia

Pedro González atiende a una clienta en Frutas Pedro. - Foto: Ingrid

La digitalización de la economía se ha llevado muchos comercios por delante pero los mercados, si están de capa caída, no es por culpa de los algoritmos. El mercado Murrieta es historia a la espera de nuevos inversores. El de Patricia lo será en breve mientras que el de Múgica funciona a medio gas. Sólo el del Corregidor y la Plaza de Abastos, los más céntricos, mantienen el pulso de antaño. Y eso que la profunda crisis con la que nos dimos de bruces desde el pasado 14 de marzo ha menguado la cesta de la compra de los logroñeses aunque, con emergencia o sin ella, la gente tiene que comer y no lo fía todo al poder de las grandes superficies. En pleno siglo XXI todavía hay gente que tiene pescatero y carnicero de confianza.  

La Plaza de Abastos es el mercado por antonomasia de la capital riojana. Es el más histórico, el mejor situado y el que más surtido ofrece a su clientela. Pero el paso del tiempo ha hecho mella en esta ancestral práctica comercial.

Concebido en 1929 (ver apoyo), durante décadas tuvo sus tres plantas repletas de establecimientos prósperos, negocios familiares y mercancías de distinto origen. El cambio del paradigma comercial acabó con las albacerías y especiarías pero no así con las fruterías, carnicerías y pescaderías que copan en la planta baja, junto con la venta de planta, la oferta comercial del Mercado de San Blas. La modificación de los hábitos de consumo de los logroñeses fue cerrando plantas. La tercera está totalmente desocupada y en la segunda, hasta hace poco plenamente operativa, sólo resisten tres tiendas: Carnicería F. de Torre, Pescados Aurelia y Pescadería Sefi.En el primer piso, el trasiego es el de casi siempre.

El Mercado de San Blas tiene una tres tipos de usuarios. El del barrio, aunque en este caso medio Logroño se acerca en algún momento de la semana a comprar; los restaurantes y bares de la zona; y los turistas que hasta el 14 de marzo se acercaban a Logroño.

La emergencia ha puesto en entredicho el triple pilar en el que se apoyan la mayoría de sus negocios. El mercado tiene una clientela mayoritariamente envejecida que, con el confinamiento, ha seleccionado sus salidas o ha optado por centralizarlas en los supermercados. Los establecimientos han tratado de diversificarse apostando por el reparto a domicilio. Eso ayuda a paliar pérdidas pero poco más.

Aunque los jóvenes también se acercan a la Plaza de Abastos, los horarios laborales limitan su poder de decisión. «La mayoría de clientes tienen más de 60 años. La gente joven trabaja, con sus horarios es imposible que se acerquen hasta aquí», lamenta Víctor de Torre, al frente de su negocio familiar. Él es muy joven, 30 años, pero sus parroquianos no lo son. «Abrimos de martes a sábado. El lunes cierra y, con la emergencia, «por las tardes no podemos abrir», apunta.

Las restricciones a la movilidad limitaron la elección de muchos asiduos de la Plaza de Abastos. «La gente de los pueblos no ha bajado a comprar», recuerda Víctor de Torre y «los que no son de este barrio, no siempre se han atrevido a venir para evitar una posible sanción».

La clausura de la Laurel y de la San Juan también ha afectado a este mercado de proximidad. El corazón gastronómico de la ciudad tiene la huerta mejor abastecida a la puerta del restaurante, pero con el cierre de éstos los ingresos, por esta vía, se redujeron a cero. 

La hostelería está de vuelta aunque su poder de comprar tardará en ser el de antes. Lo mismo sucede con el turismo, principalmente nacional, que a partir del 1 de julio volverá a curiosar por el Mercado de San Blas.

Hasta esa fecha serán los logroñeses los encargados de ayudar a cuadrar las cuentas de resultados de fruterías, carnicerías y pescaderías del mercado. Aunque los bolsillos riojanos no están para alegrías.

Los precios no han subido, aseguran, pero la capacidad de compra se ha resentido. Ioana Buzoianu (Breila, Rumanía, 1981) atiende en solitario al frente de la Pescadería Sefi: «Antes éramos cuatro. Ahora estoy sola», lamenta.

Aunque España es, tras Japón, el país con mayor consumo de pescado, la venta se ha resentido aunque no sea una cuestión de precio. «Salvo el calamar, el besugo y la merluza, cuyo precio fluctúa mucho, el resto del pescado ha estado estable», informa. La anchoa está a seis euros; lubina y dorada, a siete; el bonito, a doce; y el besugo, a veinte. 

Los precios de la carnicería también tienden a la estabilidad: «La ternera y el cerdo no han variado pero sí que es cierto que el cordero y el chuletón bajaron mucho», apunta Víctor de Torre. 

Con la llegada de la verdura de temporada (La Rioja es una gran huerta y desde que se firmó la paz de las  huertas, las principales colas que se han visto en la Plaza de Abastos han sido para comprar planta), la presión sobre la cesta de la compra se atenuará. La verdura y la fruta se han puesto por las nubes, pero todo bajará. La vieja normalidad también llegará al Mercado de San Blas, la gran despensa de Logroño, lista para capear una nueva crisis.

 

Pedro González: "El parón de la restauración se nota"

Pedro González (Villarcayo, 1968) asume que «la clientela es más o menos la misma» pero Frutas Pedro ha notado la merma de turistas «de fin de semana» y sobre todo el cierre de los restaurantes: «El parón de la restauración se nota». Los precios asegura que no varían y si lo hacen, se ajustan a la «oferta y la demanda». «Ahora sí que va a llegar la verdura de temporada pero hasta entonces ha venido de Almería y eso encarece el precio», se despide.

 

Ioana Buzoianu: "Sí que ha bajado la venta de pescado"

Ioana Buzoianu lleva siete años al frente de la Pescadería Sefi. El confinamiento ha mermado los ingresos de este establecimiento tradicional: «Sí que ha bajado la venta de pescado. La gente ha preferido comprar todo en el supermercado». Entre su cartera de clientes figuran los restuarantes que, poco a poco, reabren sus puertas: «Vendemos al Tahití rodaballo, ahijada de bonito, etc. Ahora que vuelven, se va a notar». 

 

Víctor de Torre: "Es final de mes"

F. de Torre cerró un mes sus puertas. Reabrió el 16 de abril y aunque los números no son los de antes, no puede estar cerrado. «El 50% de nuestro negocio es la hostelería y ha estado parada. Además la mayoría de clientes del mercado son mayores de 60 años. Hemos tratado de hacer reparto a domicilio pero el confinamiento se ha notado». A la emergencia, Víctor de Torre suma un factor más: «Es final de mes. La semana pasada se paró y ésta, ni te cuento».